Asesinato en Santa Lucía: para los vecinos, la tranquilidad del pueblo será difícil de recuperar
El sábado 7 de noviembre al mediodía, la tranquilidad de Santa Lucía, amenazada desde hace tiempo por el enfrentamiento entre banditas, se rompió para siempre: un joven de 23 años fue asesinado a balazos en pleno centro de la localidad frente al histórico club Central Córdoba, en la principal avenida O’Farrell, en el corazón de un pueblo que no volverá a ser el mismo.
En la Delegación municipal a la que concurre por la mañana desde San Pedro el delegado Jorge Mc Inerny hay hace una semana una consigna policial que custodia el edificio tras las pintadas que aparecieron contra exfuncionarios políticos y policiales del pueblo.
En las viviendas de las familias involucradas en el violento episodio, ubicadas “del otro lado” de las vías del ferrocarril, también hay custodia de uniformados para evitar lo que en la localidad creen que es un riesgo latente: nuevos enfrentamientos y a los tiros.
Sin Galera recorrió Santa Lucía este sábado. Desde hace una semana, el paisaje habitual de la localidad se ve interrumpido por el paso de un patrullero. Nunca visto, según los vecinos históricos del pueblo. Jamás habían presenciado un patrullaje tan intenso. Esa es una de las razones que dicen que algo cambió para siempre.
“Ya había cerrado”, dijo una vecina que tiene una tienda de indumentaria femenina justo frente al club Central Córdoba, donde mataron a Rodrigo Paz. “Fue terrible”, dijo.
“Quién iba a imaginar que esto iba a pasar acá en Santa Lucía. La verdad, una locura”, dijo otro vecino y agregó: “Todos pensamos que algo más va a pasar, esperemos que no. Estamos pensando que en cualquier momento pasa algo. Por ahora se calmó todo, ojalá siga así”.
El control en los accesos, la mayor presencia policial, la problemática vinculada a las drogas, las bandas enfrentadas entre sí, la usurpación de terrenos “del otro lado”, las promesas incumplidas de los funcionarios políticos forman parte de los reclamos en el pueblo.
Rodrigo Paz había salido el viernes por la noche a San Pedro. Discutió con quienes lo llevaron y volvió a dedo. Ya en Santa Lucía, el sábado casi al mediodía, fue con su hermano y un amigo al club Central Córdoba. Se sentaron en las mesas de la vereda y pidieron cerveza y sándwiches.
Un joven identificado como Enzo Cejas, apodado “el rosarino” y miembro de una familia oriunda de Rosario de la que todo Santa Lucía se queja, pasó en automóvil. Hubo señas y gritos. El rosarino dio la vuelta y cuando pasó le descerrajó dos disparos de arma de fuego. Rodrigo Paz murió cuando era trasladado al Hospital.
La familia de Paz tomó represalias. “Del otro lado” de las vías, Santa Lucía era un infierno: tiros, palazos, machetes, corridas, y hasta el incendio de una casa y un automóvil propiedad de la tía de Cejas, que fue detenido en la ruta 32, en Pergamino, junto a su novia de 16 años, cuando intentaba escapar en un Renault Clio.
La madre de Rodrigo Paz dijo que su hijo consumía drogas. Ante las versiones que indican que el enfrentamiento estaba relacionado con la venta de estupefacientes dijo que él “era consumidor, no vendía”. La tía de Cejas aseguró que el conflicto empezó porque Paz le dio “droga de menos” a su hijo Matías, que también es consumidor.
Una marcha en el pueblo terminó con pintadas en la sede de la Delegación municipal, donde familiares de Paz fueron a pedirle al delegado, Jorge Mc Inerny, que “expulse” de la localidad a los rosarinos. Las pintadas apuntaron contra un policía exjefe del destacamento y contra el exdelegado y actual director de Tránsito Luis Caramún, a la sazón primo de la abuela de los rosarinos.
Desde Rosario, otro joven de apellido Caramún quiso “limpiar el apellido” y dijo que su familia “no tiene nada que ver” con los famosos “rosarinos” y sus andanzas, de las que La Opinión tuvo noticias en enero, cuando fueron detenidos por quebrar los dedos de las manos a un joven con el que tuvieron un enfrentamiento.
En la plaza principal de Santa Lucía, ubicada frente a la Delegación, frente a la parroquia, frente al Instituto O’Farrell, frente la Biblioteca Sarmiento, patrulleros custodian para evitar desmanes. “Del otro lado”, también hay móviles cuya presencia es para impedir que haya más violencia. “Que se vayan los conflictivos”, dijo la tía de Cejas. Los vecinos opinan lo mismo, pero incluyen a todos.
Mientras tanto, el temor ganó el pueblo. El sábado pasado en horas de la siesta, la policía recorría las calles para pedirles a los habitantes que se quedaran dentro de sus viviendas porque andaban a los tiros. Nunca había pasado semejante cosa en Santa Lucía.
Desde ese día, los vecinos están en la misma actitud: temerosos, apenas salen a hacer mandados. La tranquilidad que celebraba el pueblo de la Semana de la Juventud, el de la “cultura que resiste” se vio mancillada. Recuperarla no será fácil.
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