Cómo murió Verónica Romero: la interna del geriátrico vivió un calvario, ese día volvía de diálisis
El viernes 12 el cuerpo fue sepultado en una parcela para indigentes en el cementerio local. El dueño del geriátrico dijo que "era de Entre Ríos" pero mintió. La mujer se había dializado en la clínica Coopser y volvió en un remis. Minutos más tarde su vida se apagó.
“Yo hace siete años que estoy acá y estoy muy bien”, dijo uno de los abuelos internados en el San Francisco de Asís junto a otros cuatro internos que, acompañados por una empleada del lugar, le pidieron explicaciones a este medio por las publicaciones.
Entre ellos estaba una mujer que era la compañera de cuarto de Verónica del Valle Romero, tal es el nombre completo de esta mujer que yace en el cementerio de San Pedro sin que nadie se moleste en saber de dónde vino, cómo llegó, qué familiares tiene y qué perspectivas de vida le aguardaban.
Tal vez, sólo tal vez, su muerte no haya sido en vano y despierte a las autoridades sanitarias, a los responsables del control, a los curadores judiciales, a los asistentes sociales que recomiendan o derivan y por supuesto a todos los organismos de Derechos Humanos que puedan intervenir para establecer qué sucede con “los indigentes NN”.
Los datos, videos, fotos, testimonios y la documentación comenzaron a fluir desde que La Opinión supo que la presencia de patrulleros y de una ambulancia el día 11 de enero a las 20.05 en calle San Martín al 1900, obedecía a algo más que a uno de los tantos disturbios que suelen registrarse con internos que se escapan del lugar para pedir comida, ayuda, trabajo o cigarrillos.
El día anterior había sido el de la inspección que llevaron a cabo la Secretaria de Salud María Vargas y el responsable de la inspección de geriátricos, el actual concejal Diego Lafalce. Ambos sabían que el lugar tenía una clausura pendiente y también que no contaba con habilitación. Ese día, el dueño no estaba. Contaron 32 personas pero no pudieron precisar si entre ellas estaba Verónica.
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Sólo hizo falta saber que el 12 de enero, muy temprano, la cochería Secchi llegó al lugar, retiró el cadáver que cerca de las 9 de la mañana ya estaba bajo tierra en un espacio “que sobra” entre tumba y tumba.
“Es indigente, le correspondería una cruz de madera”, indicaron quienes conocen la ordenanza que rige por iniciativa del concejal José Alberto “Pepe” Sánchez Negrete. Un edil que en la década del 80 no paraba de caminar y recorrer en representación del pueblo.
También esa norma indica que la Municipalidad debe pagar los servicios de quienes no tienen medios. Este no era el caso. No, no era el caso. Verónica del Valle Romero tenía una pensión y sus días transcurrían entre diálisis y diálisis. Los martes, los jueves y los sábados tenía turno en Coopser.
Los responsables del servicio de diálisis no fueron avisados y por ende recién supieron el sábado, cuando el remis fue a buscarla al geriátrico que la paciente había muerto.
Aquel último jueves que se la vio con vida, llegó en el vehículo en el que viajaban otros tres pacientes ¿Estaba ya descompuesta? Según respondió el Dr. Julián Gómez “pobrecita, falleció”. Eso dijo el miércoles 17 de enero cerca de las 10 de la mañana cuando llegó con su camioneta blanca al establecimiento.
“Era de Entre Ríos”, informó cuando le fueron requeridas las circunstancias del deceso. Mintió. “Acá la trajo Carolina hace diez días”, refirió sin inmutarse ni decir a qué Carolina se refería.
La historia sigue y merece otro capítulo porque a partir de la visita de este medio al geriátrico y al cementerio comenzaron a aparecer los documentos que hasta el momento dormían en algunas oficinas. “¿Quién es Verónica del Valle Romero?”, ese es un título aparte y La Opinión podrá contar bastante sobre los últimos años de esta mujer que había quedado ciega y que era oriunda de Pilar.
El certificado de defunción recién fue labrado en el Registro Civil en esa misma mañana de miércoles 17, casi seis días después de la muerte. Está firmado por el dueño del geriátrico y el trámite fue ingresado pasadas las 10 de la mañana.
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