Oficios extraordinarios: Paulino, el horticultor que defiende la cultura del trabajo en “La Negrita”
Paulino Acosta tiene 48 años, trabaja desde los 14 años y no se arrepiente. Alquila cuatro hectáreas y fue noticia porque ya le robaron varias veces. No piensa dejar de trabajar en familia y elige cultivar "lo que cueste más trabajo desenterrar".
Paulino llegó desde Santiago del Estero en 1990, tenía 14 años. Vino a vivir con sus hermanos y a trabajar en el campo como “golondrina” y se quedó en San Pedro.
Es un apasionado de su oficio de horticultor y a pesar de tener solamente estudios primarios, eligió seguir los consejos de su patrón y no aflojarle al aprendizaje para transformarse en emprendedor.
Con la ayuda de Jorge Verdún y su esposa Chabela, aprendió los secretos de siembras y cosechas y también de la vida. Paulino dice que ellos le “enseñaron a hacer las cosas bien” y que sus los hijos de la pareja ya fallecida, son sus hermanos, los que siempre están.
En su charla con Lilí Berardi durante el programa Sin Galera del sábado 13 de abril, Paulino menciona de manera constante a sus patrones que marcaron su camino de vida, su responsabilidad a la hora de comercializar su cosecha y el respeto por el cliente y su tarea. Sin dudas, merece estar en la sección “Oficios extraordinarios”.
Su pasión por lo que hace lo llevó a animarse a alquilar cuatro hectáreas de tierra. Allí vive y junto a su esposa Jesica Betina, que también se arremanga, trabajan a la par.
Cuando faltaron sus patrones, Paulino se hizo cargo del establecimiento “La Negrita” que lleva ese nombre en homenaje a su fiel mascota.
Compra los plantines en Escobar y cuando llega el pedido comienza su tarea de cuidado, cultivo y cosecha, entre mucha variedad: morrones, tomates, acelga, espinaca, verdeo y su espectacular lechuga crespa.
Durante la semana hace su reparto por la mañana llevando verduras frescas y sanas a sus clientes y el resto de la jornada, incluidos sábados y domingos, se dedica al cultivo y reacondicionamiento de su invernáculo.
A Paulino le roban a menudo. Pero él no claudica. Se llevaron dos moto cultivadores en el mes de marzo y ahora, en abril entraron a robar su lechuga para venderla a precio vil y le destrozaron el invernáculo. Para recuperarlo tendrá que invertir alrededor de $ 700 mil, es lo que cuesta un rollo de nylon de mediana medida. Se queja por los destrozos que dejan los “amigos de lo ajeno” que ha perdido la cultura del trabajo, pero destaca que “la gente de San Pedro es muy solidaria, y que la gente que ha pasado por situaciones límite, es la que más ayuda”.
Confiesa casi con vergüenza que tiene que producir lo que se vende y lo que se roba menos. Que los zapallitos, calabazas y morrones son tentadores para los ladrones y que las zanahorias no se las llevan porque les da “mucho trabajo sacarlas de la tierra”.
A pesar de todas las adversidades, Paulino tiene proyectos en marcha: con la ayuda de Nico y Vero, dos expertos ingenieros agrónomos, inició la producción de cultivo orgánico. Ya plantaron todas las aromáticas para control de plagas y con entusiasmo se disponen a seguir.
Su esposa Jesica Betiana y sus dos hijas Nayla Kiara y Keyla Nerea lo acompañan en la tarea, también estudian y hasta atienden su propia verdulería y anexos en la calle Las Heras 625.
Como dando una lección de vida y superación, está convencido que lo que se aprende bien desde niño sirve para toda la vida.
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