Los ruidos molestos de los caños de escape: una realidad creciente e insoportable
Una ordenanza de fácil aplicación podría reducir la cantidad de infractores y disminuiría las molestias. El peligro para los conductores y para terceros queda al desnudo en cada imagen que reportan los vecinos.
Las escandalosas noches sampedrinas, dominadas por el ruido insoportable de los caños de escape, picadas y música con volumen elevado de los vehículos, como lo ocurrido hace pocos días en 9 de Julio y Rómulo Naón, ha llevado a que muchos sampedrinos no sólo expresen sus quejas sino también a ser reiterativos con el “hay que hacer algo”.
En el caso puntual de las contraexplosiones generadas por caños de escape de motocicletas, modificados de exprofeso para generar un ruido mayor sin importar los padecimientos del resto de los ciudadanos, tiene efectos nocivos sobre quienes padecen la sensibilidad al sonido, o el trastorno del espectro autista, por ejemplo.
En este caso existe una herramienta a favor del Municipio. La Ordenanza Nº 5818/09 prohíbe “causar, producir o estimular ruidos excesivos, emanados de cualquier tipo de vehículos”, con la particularidad de que no es necesario que se encuentre circulando. También puede estar detenido.
La normativa pena a quienes circulen desprovistos de silenciador de escape, accionen bocinas de tonos múltiples, aceleradas bruscas con cualquier vehículo automotor, aún las realizadas para calentar o probar motores, “mantener un vehículo detenido con el motor en marcha a altas revoluciones” o la emisión de música estridente que pueda afectar o molestar a los vecinos.
Para saber si un ruido va más allá de lo permitido, la ordenanza establece un parámetro a tener en cuenta, medido en decibeles:
Motocicletas hasta 50 cc., 75 decibeles (dB); motocicletas de 50 a 125 cc., 82 dB; hasta 150 cc., 84 dB; más de 150 cc., 86 dB; automotores hasta 3,5 tn. de tara, 85 dB; más de 3,5 tn. de tara, 89 dB. Aunque habría pensar en modificarlo. Según la Organización Mundial de la Salud, lo máximo que soporta un ser humano son 70 dB. A partir de este volumen y hasta los 80 dB, se pueden producir daños físicos y emocionales.
En una medición que hizo la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) con un decibelímetro se mostró que el peor de los ruidos es el sonido de las motos con escape libre (126,3 dB).
Además, otra herramienta es la Ley Nacional de Tránsito, artículo 34: “Las características de seguridad de los vehículos librados al tránsito no pueden ser modificadas”.
En los últimos años, el uso de caños de escape alterados en motocicletas ha generado una preocupación creciente en las áreas urbanas. La sonoridad que producen estos dispositivos, conocidas como “cortes explosivos”, han alterado la tranquilidad nocturna de muchas ciudades.
La realidad es evidente, ya que los ruidos pueden ser escuchados a varias cuadras de distancia, afectando a los vecinos.
El problema se agrava con las aceleraciones bruscas y las maniobras riesgosas. La eliminación del silenciador en los caños de escape no solo es una infracción, sino que hace suponer que insólitamente se trata de un “deleite para sus conductores”.
A medida que la población continúe expuesta a estos niveles de ruido, las proyecciones son alarmantes. Se estima que, para 2050, aproximadamente millones de personas sufrirán algún grado de pérdida auditiva, y otros recibirán servicios de rehabilitación.
Es necesario comenzar a abordar esta problemática ahora. Pese a su crecimiento demográfico, San Pedro no merece vivir en un ambiente ruidoso que solo incrementa la irritabilidad por el desastre acústico.
Para ejercer el control solo se necesita un instrumento: un decibelímetro que, sin necesidad de realizar un estudio profundo, puede medir las alteraciones con sólo colocarlo al lado de los caños de escape. Así de simple
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