Alessandro Garavaglia, el pibe que en menos de un minuto emocionó a todos en el debut de Náutico en el Pre-Federal
El adolescente de 16 años volvió a jugar un partido oficial de básquet trece días después del accidente fatal en la costanera donde perdieron la vida dos jóvenes que circulaban en el mismo auto que él. "Me sentí muy bien", dijo a La Opinión.
Resta menos de un minuto para que Náutico, en su regreso al plano provincial tras más de 20 años, le gane 91 a 77 a Independiente de Zárate en el debut en el Pre-Federal. Con el partido decidido, Samuel Panatteri, habitual asistente de Martín Gálvez a quien reemplazó por su ausencia ante un contacto estrecho con un caso positivo de coronavirus, mira al banco de suplentes donde quedan sólo dos jugadores sin minutos en el juego y llama a uno de ellos, a Alessandro Garavaglia, para que ingrese a la cancha
El más pequeño del plantel con apenas 16 años, con la energía que lo caracteriza, sale eyectado hacia la mesa de control y pide el cambio. Es un partido histórico para el básquet local y está a punto de ser el sampedrino más joven de todos en sumar minutos en un certamen organizado por la Confederación Argentina (CAB).
Es un momento muy especial en el gimnasio José Geoghegan. Su mamá, Soledad, saca el celular para filmarlo. En el gimnasio también está su hermana Valentina, ambas jugadoras de la primera división femenina. En medio de la algarabía por la segura victoria, reemplaza Leandro “Pájaro” Bordoy, la figura del partido con 32 puntos. El público aplaude a ambos, al que regresó tras su largo recorrido en el profesionalismo y al pibe que hace unas semanas asustó y preocupó a todo el básquet celeste al quedar involucrado en el accidente fatal en la costanera en el perdieron la vida Serena Muñóz y Federico Laurino.
Alessandro todavía tiene secuelas de ese fatídico momento en su vida del que sólo pasaron 13 días: lleva una venda debajo de su rodilla derecha producto de un profundo corte que cicatriza. Pero eso no le impide jugar y lo hace como siempre.
El contexto no lo conmueve. Se desplaza con naturalidad por el parquet y a gran velocidad. Defiende con intensidad, como si el duelo recién empezase. En el primer ataque con él en la cancha, se para en una esquina, a metros del banco de suplentes donde están sus compañeros, y espera que el balón le llegue para lanzarlo al cesto. Felipe Sánchez, otra de las figuras de la noche, falla un triple tras un intento de penetración de Fausto Segalat pero la pelota sigue siendo sampedrina.
Nueva posesión. Alessandro ya lo tiene decidido porque si hay algo que no le falta es desfachatez para romper moldes, aun entre mayores. El director técnico hace un pique hacia donde está él y le pide que la tire, aun sin saber si la pelota le iba a llegar. Instantes después, Segalat va hacia el aro nuevamente, lo ve y se la da. El número 9 recibe sólo y hace lo que le pidieron, apurado porque un rival corre a su encuentro. Lanza, el balón pega en el aro y sale. Sin lamentos, Garavaglia corre rápido a defender y poco después el duelo termina.
“Me sentí muy bien por haber entrado, creo que fue la mejor manera de debutar”, comentó a La Opinión el juvenil, un personaje carismático muy querido por sus compañeros. Aunque por su personalidad no lo demostró y con ella lucha por “llegar lo más lejos posible en el básquet”, reconoció que estaba “nervioso”.
El histórico partido se termina. Entre el puñado de camisetas azules y blanca que salta en el centro de la cancha está el más pequeño del plantel, el que coronó una noche redonda cargada de emociones personales y colectivas. En el vestuario, sus compañeros, sin compasión, le cortaron el pelo con una tijera escolar casi sin filo. Se resistió, pero no tuvo muchas opciones porque era el más pequeño también en físico, algo que niega y se compara con los demás. Aceptó, sentado en una silla se quedó sin flequillo. Horas después, se rapó.
Para todo joven que debuta en primera división de cualquier deporte quedarse sin pelo por unas semanas es moneda corriente. Casi todas las personas que hacen alguna actividad pasaron ese momento. A Alessandro le llegó en un momento muy especial de su vida y en la del básquet sampedrino con Panatteri, el entrenador que le enseñó a picar la pelota: “Empecé a jugar a los 5 años en Independencia con Samuel y cuando él se fue (N. de R.: a Paraná), yo me vine a Náutico. Después tuve la suerte de que él también vino a Náutico”.
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