Los naranjos de San Pedro: una leyenda de amor, el esfuerzo de sobrevivir y una historia de varias décadas
Muchos la conocen como "la naranja amarga" que adorna la ciudad en su parte céntrica, pero son pocos los que realmente conocen la historia detrás de estos ejemplares, de los cuales algunos superan las ocho décadas de presencia estelar en las veredas.
Podría llamarse “Paseo de los Naranjos” pero en realidad son varias calles las que lucen y huelen los cítricos amargos que embellecen con pasión identitaria las iniciativas sampedrinas. Sobre las paralelas Salta y Rivadavia, desde la Avenida 3 de Febrero y sobre Olivera Cézar desde Rivadavia hasta Mitre, se puede apreciar que “alguien” pensó ese circuito de manera caprichosa para el arbolado público.
"Los naranjos de nuestras calles. Fuertes en su vejez venerable, aunque también indefensos. Amados por los sampedrinos y admirados por los turistas sensibles, que se mueven siempre al acecho de imprevistas bellezas", extracto del blog Viejos Amigos de Fernando Chiodini.
Cuenta la leyenda, que a fines de los 30, un viverista sampedrino viajó a España y durante su estadía tuvo un inconveniente de salud, al reponerse se encontró con Mora, una mujer de la cuál se enamoró a primera vista.
Recorrió con ella las calles de Sevilla, y a la hora de volver a su ciudad natal, le pidió que se viniera con él. Mora dudó y le preguntó: "¿Qué harías para que yo deje la tierra donde nací, y ame la tuya?".
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Una vez en San Pedro, el viverista puso en marcha un proyecto para plantar ejemplares de naranjos en las calles de la zona. Cuando florecieron le mandó un ramo de azahares a Mora. Esta es la versión que circula entre los ciudadanos memoriosos explicando el origen de estos ejemplares.
Hay datos precisos que indican que en el año 1939 surge la iniciativa de plantar naranjos amargos porque un señor de origen español, que vivía en San Pedro añoraba el perfume de los azahares. Por esto, los alumnos de varias escuelas plantaron árboles en la zona en la que él vivía.
Cuál será la verdadera historia si hay decenas de vecinos que peinan canas que fueron testigos privilegiados de la época. Se recuerda que los empleados municipales se encargaban de cavar los hoyos y preparar el suelo para la plantación, los alumnos mayores colocaban los ejemplares y rellenaban con tierra, mientras que los más pequeños arrojaban puñados simbólicamente.
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"Ante cada naranjo se renovaban las sinceras promesas de acompañar y cuidar a estos tiernos amigos que desde ese momento se instalaban para siempre en el paisaje de nuestra vida", declaración de Julia McInerny, alumna que participó en la forestación.
Pasado casi un siglo de esta historia, los naranjos resisten, se conservan, a veces agredidos por el ser humano, otras veces por la falta de cuidados. Algunos murieron o fueron arrancados para ser reemplazados por otras especies.
En la década del 90, la famosa naranja amarga era aprovechada por la fábrica Arco de Oro para la producción de dulces y otros productos, ya que procesaba el cítrico completo y su piel, pero cuando cerró definitivamente en 1997 la recolección periódica quedó a merced de las distintas gestiones de gobierno.
El último registro de re-aprovechamiento de este fruto que nos brinda la naturaleza de nuestra ciudad, fue en septiembre del 2023, cuando alumnos de la escuela industrial dieron a conocer los productos que pretendían elaborar desde la materia Química Orgánica, como gomitas, esencias, aperitivos y dulces.
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