Fruta sin destino: qué se hace con las naranjas amargas en la ciudad
El aroma, el colorido, la estética y la calidad identitaria de una parte del arbolado público obligan a llamar la atención sobre las naranjas que año a año quedan a merced de la depredación. Siempre se teme que se tomen decisiones drásticas y sin recupero de productos que pueden fabricarse a base de esta fruta que adorna varias calles céntricas.
La inquietud por una nueva temporada de naranjos con frutos sobre veredas y calles de la ciudad requiere recordar que se hizo y qué se puede hacer para preservar el arbolado y aprovechar adecuadamente la generosidad de los ejemplares que sobreviven al maltrato.
En Junio de 2003, un proyecto de resolución aprobado en el Concejo Deliberante, indicó en sus cuatro artículos que el Departamento Ejecutivo Municipal debe organizar “la recolección de los frutos de las plantaciones de naranjos dentro del ámbito de nuestra ciudad” y recomienda para esa tarea a los obreros de la Uatre como mano de obra especializada para la recolección.
El texto además promueve “el aprovechamiento de los frutos que producen las plantaciones de naranjos en nuestra ciudad”. Como se sabe, un proyecto de resolución no es más que una cuestión de voluntad que no necesariamente impone una obligación al poder ejecutivo. En este caso, animado por un buen propósito e inspirado en un problema que había y hay que resolver.

La cantidad de cítricos desaprovechados no cuenta con un re-aprovechamiento desde el cierre de la fábrica “Arco de Oro” que en la década del 90 procesaba las naranjas y su piel para la producción de dulces y otros productos conservados. De allí en más fue dispar la acción de la comuna respecto a esta y otras cuestiones inherentes al arbolado público.
La fábrica de capitales sampedrinos cuya planta estaba ubicada en Maestro Reyna y 3 de Febrero, era una de las destinatarias de la “naranja ácida” y por ser una fruta identitaria de las calles de la ciudad su procesamiento local constituía una ventaja. La empresa cerró definitivamente en 1997 y dejó tras de sí deudas con sus empleados y un remate de instalaciones con terrenos y marca incluidos.
Concretamente, la última vez que se le dio una solución a la cosecha fue durante la gestión de Pablo Guillermo Guacone, quien fuera además socio fundador de CODEFAR, la Comisión de Defensa del Arbolado Público.
Por entonces, seguía latente aquella inquietud presentada en el recinto que le recordaba al Jefe Comunal “Que, por un proceso natural, dicha floración se transforma en frutos brindando estos, en su etapa de maduración, un panorama digno de ser apreciado”, un concepto casi poético. Claramente, no se cumplió.
Hasta hoy las soluciones siguen sin llegar y el desperdicio de los frutos sigue siendo una problemática que genera malestar y disgusto entre los sampedrinos porque siempre está el temor de la poda indiscriminada, la tala o la eliminación de los bellos ejemplares que distinguen la ciudad.
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