Los juegos y las actividades de ocio han acompañado a la humanidad desde los inicios de nuestra historia. Ya hace miles de años, nuestros ancestros combatían el aburrimiento con ingeniosos entretenimientos. Algunos han llegado de manera original a nuestros días, como la rayuela, mientras otros han ido evolucionando e innovando a medida que avanzaba la sociedad. A continuación, repasamos algunos que siguen siendo practicados y resisten el auge de los videojuegos online.
La cultura francesa es una de las que más ha participado en este cambio de entender el entretenimiento. Tal es así, que ha sido el país de nacimiento de muchos de los juegos que actualmente siguen presentes y han sido de gran influencia. No es casualidad que exista la baraja francesa, con origen en el siglo XV, y que son las cartas usadas en muchas de las prácticas. La forman 52 cartas organizadas con corazones, diamantes, tréboles y picas.
La baraja francesa
No una, sino dos barajas se necesitan para jugar al Rummy. Con 104 cartas, se trata de un juego individual cuyo objetivo es ir descartando todos los naipes y jugándolos sobre la mesa. Gana aquel que consiga registrar más puntos según el valor numérico de las cartas. Estas se pueden agrupar según figura o escalera numérica, algo adaptado también al popular Rummikub.
También de tierras francesas debemos comentar el nacimiento de un juego de cartas muy popular, el blackjack. Nació alrededor del siglo XVII y su nombre original, vingt-et-un(veintiuno), dejaba más que claro cuál era el objetivo principal: acercarse al máximo al número en cuestión. Cabe resaltar que, a pesar de sus orígenes remotos en los salones franceses, la posterior aparición en películas de Hollywood e incluso su migración a plataformas en línea, la esencia del juego sigue siendo la misma a día de hoy.
Juegos galos con baraja española
Uno de los juegos de naipes que nació en las zonas rurales del país galo fue el Aluette, muy habitual entre amigos y familiares. Una de sus principales curiosidades es que, a pesar de tener la baraja francesa a su alcance, se popularizó su práctica con la baraja española. Enfrenta a dos jugadores contra otros dos, y la comunicación entre los miembros de un grupo debe hacerse por señas y de la manera más sutil posible.
Otro de los juegos que siguen la moda del caso anterior es el Remigio. La leyenda dice que proviene de la ciudad de Reims, donde San Remigio fue obispo. Se practica con dos o más jugadores y consigue la victoria aquel que consigue quedarse sin cartas. Eso sí, siempre hay que dejar una para cerrar en el último turno. El ganador no será penalizado, mientras que el resto sumarán el valor de puntos de sus manos. Cuantos más, peor.
Juegos modernos
Inspirado en las batallas napoleónicas, nació a mediados del siglo XX La Bataille. Como su nombre indica, este juego plasma sobre el tablero un conflicto bélico. El objetivo es, según cómo consigas jugar tus cartas, ir conquistando territorio enemigo hasta ganar la batalla. Como todo juego de estas características, tiene un alto componente de estrategia y de táctica, y las partidas son de larga duración. Una vez entiendas las reglas y las dinámicas, no podrás parar.
Por las mismas fechas que el título anterior nació el Risk. Como curiosidad, fue creado por el director de cine francés Albert Lamorisse y salió a la venta en Francia en 1957. También considerado como un juego de batalla, inspirado en el ejército de Napoleón, es necesario aplicar una estrategia militar para lograr el objetivo: conquistar dos continentes antes que tu contrincante. ¿Lo conseguirá tu ejército?
Mucho más reciente y fácil de jugar es el Dixit, creado en 2008 y para todos los públicos. Sus partidas son rápidas y muy divertidas. El objetivo no es otro que adivinar una carta a partir de pistas que lanza el jugador en forma de frase. Una vez dicha, todos los participantes deben jugar una carta de su mano. Se gana si más de uno de los jugadores, pero no todos, escogen esa carta. También suman puntos los usuarios cuya carta haya sido escogida por error. Ideal para activar la mente y trabajar la imaginación durante una sobremesa con familiares y amigos.
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