Vivir en San Pedro
Señora Directora:
Inseguridad: Una sola palabra que abarca tantos temas, que a veces parece que todos hablamos distintos idiomas, si no los categorizamos y comenzamos de una buena vez a resolverlos, seguirá avanzando, entonces, la ciudadanía sentirá que en esta “Torre de Babel”, nadie nos entiende, nadie nos escucha.
Hace sólo diez años atrás, vivir en San Pedro era un páramo, todos nos conocíamos, los jóvenes podían salir por la noche a divertirse tranquilos, los abuelos podían vivir sin miedo, los comercios tenían sus puertas abiertas sin el temor de pensar que el próximo cliente pueda ser un ladrón, pero eso pasó, ya no es, y si bien por entonces, la droga ya era un hecho y los programas educativos iban camino a fomentar la ignorancia y los planes sociales a marcar más desigualdad, nada de lo que hoy pasa puede sorprendernos.
Parece también que la sociedad no quiere politizar estos temas, porque nadie cree en palabras y promesas que después no cumplen, pero lamentablemente, sólo la voluntad política puede resolver estos temas y sin duda cumplir nuestros deberes de ciudadanos pueden ayudar.
Apenas unos días atrás hablaron de hacer cumplir las leyes ¿?… esta parte no la entiendo. No sé si hay que elogiar la sinceridad de quien lo dijo o condenar la ineptitud de no haberlo hecho antes.
Sólo con ver el tránsito nos damos cuenta del “des-control” y al no existir control es “inseguro” cruzar una calle ya que los conductores ejercen violencia poniendo en riesgo su vida y la ajena. ¿Quienes son los responsables?, yo entiendo que la responsabilidad es compartida.
Quienes tienen la función de controlar, deben hacerlo porque sencillamente, es su deber y responsabilidad compartida, me refiero al ciudadano mayor, que conduce sin casco, a alta velocidad dentro de la ciudad, ó la nueva modalidad, circular en contramano, no sólo las bicicletas, las motos también y hasta algunos automovilistas se ahorran un par de cuadras entrando en contramano como si fuera lógico, eso me indigna y me da vergüenza ajena. Quienes les regalan a sus hijos una moto a los 12 años, ó quienes permiten conducir a sus hijos antes de tener la edad suficiente. Todas estas actitudes de infringir normas no serían posibles sin el beneplácito o la complicidad de padres adultos irresponsables.
Otro aspecto es la ley de nocturnidad, que por lógica debe coincidir con la ley que prohíbe la venta y consumo de bebidas alcohólicas a menores de 18 años.
La responsabilidad, como en el caso anterior, también es compartida, aunque en este caso hay más actores responsables, a saber: los padres en primer lugar, nada tiene que hacer un menor en un boliche, ¿quién lo dejó entrar?, y más peligroso aún, deambulando por la calle, ¿quién lo va a cuidar? ¿quién controla? y además pueden conseguir alcohol en un quiosco, donde un mayor inescrupuloso les vende, a sabiendas que la ley prohíbe el expendio de bebidas alcohólicas en quioscos y estaciones de servicio, y en este caso debiera existir otro control que no se cumple, el distribuidor, sólo debe vender bebidas alcohólicas a aquellos que poseen la oblea que los habilita. (reitero no en el caso de quioscos y estaciones de servicio ya que la ley lo prohíbe específicamente)
Otro tema es la desigualdad. No todos tenemos las mismas oportunidades, eso está claro, y lo que también está claro, es que hace décadas la clase política viene trabajando con ahínco, para que esas desigualdades se profundicen. Los planes sociales y las dádivas pre-electorales, no han hecho otra cosa que denigrar a los más necesitados, cambiándole el concepto de humildad, que se logra trabajando dignamente y hundiéndoles en el ocio y la marginalidad.
No es ese sector de la sociedad, quien lucra con la droga, el alcohol y hasta la venta de pegamentos o medicamentos bajo receta, en todo caso, son las víctimas y aquellos que han tenido más oportunidades aprovechan el descontrol-país, algunos para enriquecerse, otros apenas hacen alguna diferencia. Es triste ver que un simple quiosquero se sienta “canchero” porque infringe la ley.
Me dá mucha esperanza, el hecho que comencemos a movilizar democráticamente nuestras neuronas, que comencemos a reflexionar con serenidad e inteligencia y que careta en mano, comencemos a buscar soluciones, sin recetas mágicas, asumiendo las responsabilidades que nos quepan, sin echar siempre la culpa al otro.
Para pelear por nuestros derechos, debemos cumplir con nuestros deberes.
Atentamente, Miriam Moyano.