Veinticinco años y unos días de democracia
Han pasado escasas horas de un nuevo año y algunos días desde el aniversario de los veinticinco años de democracia en nuestro país.
Aprovechando la tranquilidad de estos días como consecuencia de no ser absorbido por la rutina diaria, es interesante realizar un análisis retrospectivo de todo lo ocurrido, como asimismo algunas ideas de predicción (con todo el error que las mismas conllevan).
Quizás muchos de los amigos lectores se encuentren en su merecido período de vacaciones y posiblemente leerán el mismo a su regreso. No hay problema; los criterios seguirán en vigencia.
Influenciado quizás por la lectura del brillante libro de Nassin Nicholas Taleb El Cisne Negro- el cuál por otra parte recomiendo leer con absoluta dedicación- trataré de ser sumamente cuidadoso en las “predicciones”; ya que en todas ellas aparecen los Cisnes Negros (aparición de lo altamente improbable).
No es motivo de este dossier realizar un exhaustivo análisis de las predicciones, ya que Taleb lo realiza en forma magnifica en su Capítulo 10 bajo el título de El escándalo de la “predicción”.
Deseo simplemente observar algunas cuestiones que, con seguridad, nos traerán sinergismos negativos en amplios sectores de nuestra sociedad.
Debo confesarles por otro lado que, en la soledad del pensamiento, no he encontrado todavía las restricciones que tenemos como país. Reconozco, por otro lado, que no poseo las herramientas de análisis que dispone la sociología. Quizás esta sea una restricción de tipo personal.
Han pasado veinticinco años desde el advenimiento de la democracia y nuestro posicionamiento como país a nivel global ha sufrido un notable y marcado deterioro. Tal es el caso, por ejemplo, de nuestro nivel de pobreza, el aumento de la desigualdad, el desarrollo de la ciencia y tecnología, el sistema educativo, nuestra competitividad a nivel global, nuestro permanente endeudamiento como país (cosa que nos condiciona el desarrollo), el funcionamieto de la justicia, indicadores de corrupción etc. y miríadas de indicadores que no nos auguran buenas señales. Posiblemente muchos responsables de estas áreas nos abrumen con indicadores promisorios; pero la realidad es completamente distinta.
Como mencionaba más arriba, tenemos desde el punto de vista del análisis con restricciones, las cuales no nos permiten el logro de un país mejor; y cuando hablo de un país mejor me estoy refiriendo a un claro y sostenible mejoramiento de la calidad de vida de toda la sociedad en su conjunto.
Muchos analistas y pensadores opinan que, gran parte de estas restricciones se deben al advenimiento del partido justicialista; otros al poder de la “oligarquía”, a la falta de idoneidad y amateurismo de nuestros dirigentes, a grupos de poder intransigentes (GPI), a la falta de proyecto de país, a una sociedad fundamentalmente individualista y poco solidaria, a una mayor concentración de la riqueza, a los sindicatos, a una concepción distribucionista, a nuestro desarrollo cultural (problema antropológico).
Como observará el lector, podemos seguir escribiendo sin solución de continuidad.
Pero veamos; existen dos o tres restricciones fundamentales que todavía no hemos descubierto. ¿Cuáles?
Posiblemente cada lector agregará una y tendrá incidencia sobre las otras. Esto es, precisamente, el sinergismo. De lo que no cabe ninguna duda es que, casi todas están íntimamente relacionadas entre sí, incidiendo en mayor o menor grado sobre otra u otras.
Ahora nos están apareciendo dos nuevas variables que, conscientes o inconscientemente, estamos estimulando, con efectos impredecibles sobre un enorme conjunto de nuestra sociedad. Se trata, efectivamente, de la despenalización de la droga por un lado y la estimulación del juego por el otro.
Casi todos los países desarrollados se enfrentan con el reto de cómo generar la misma cantidad de puestos de trabajo, que jóvenes que se incorporan anualmente al mercado laboral. La diferencia entre ellos (los incorporados y los no incorporados), estarán tentados o bien al consumo y venta de drogas por un lado o al juego por el otro, en aras de disponer de recursos para tener acceso a una serie de productos de nuestra sociedad moderna.
Estas variables “ tentadores” para los jóvenes en general y de los sectores de menos ingresos en particular, traerán inexorablemente graves trastornos sociales, en especial para todos aquellos sin actividad, a los cuales todavía como país, no hemos podido brindarles un horizonte promisorio de desarrollo personal.
Me parece y dada sus implicancias sociales profundas, que estos temas no deberán ser patrimonio ni de un partido ni de un Poder; en todo caso deberá participar toda la sociedad.
Por el Ing. Claudio Valerio