Van a la Justicia para detener los terraplenes en islas
Los integrantes de la asamblea en defensa de los humedales decidieron presentar un recurso de amparo en el Poder Judicial, tras pedir información al Municipio. Esperan que otros vecinos se sumen a la iniciativa para lograrlo. Piden detener las máquinas, constatación in situ, citación a testigos y propietarios de la empresa, así como informes al gobierno provincial. La Opinión estuvo en la isla de Barbé, propiedad de Forestadora del Delta.
Tras ser recibidos por concejales y funcionarios, pedir informes al Gobierno y acompañar a La Opinión –que logró entrar a la isla en cuestión y ser recibida por los encargados del lugar– la asamblea en defensa de los humedales decidió dar un paso más e ir a la Justicia a pedir que frenen la acción de las máquinas.
La demanda de amparo está prácticamente lista y los miembros de la asamblea esperan reunir adhesiones de vecinos que todavía no se sumaron al debate sobre la problemática para que la presentación judicial tenga más peso.
Además de la acción de amparo, pedirán una medida cautelar urgente que paralice las obras de endicamiento y terraplenado de inmediato, en conjunto con una serie de medidas tendientes a clarificar lo que sigue en duda: con qué autorización, desde hace décadas, ese lugar pasó de un bosque a una fortaleza rodeada de terraplenes en cuyo interior se producen oleaginosas como soja y maíz –con aviones que fumigan con agrotóxicos incluidos– y pastoreo para la crianza de ganado.
Una intervención urgente
Los asambleístas se reunieron la semana pasada con concejales. Entre ellos estaba el presidente del HCD, Mario Barbieri, intendente cuando se otorgaron los permisos a la empresa Forestadora del Delta, cuyo titular entonces era Carlos Eisler, que la había adquirido con la quiebra de Celulosa Jujuy.
Allí expusieron la problemática y fueron derivados al Ejecutivo, donde les dijeron que lo que podían hacer era enviar una inspección, algo que finalmente no cumplieron.
Ahora, la demanda que buscan interponer en la Justiciaes la última instancia para evitar que la empresa continúe con tareas que, entienden, provocaron un daño ambiental irreversible cuyas consecuencias se profundizan a diario.
La solicitud que harán al Poder Judicial con sede en San Nicolás es que dicte una medida cautelar urgente para paralizar las obras, a los fines de evitar “un daño irreversible en la naturaleza de los humedales y la salud y vida de los habitantes de zonas aledañas”.
Además, pretenden una audiencia conciliatoria en la que citen a los responsables de Forestadora del Delta –su presidente sigue siendo Alejandro Haroldo Gooding– para que se presente, sobre todo, a “brindar una declaración confesional”.
El texto irá acompañado de una gran cantidad de fotos tomadas en la zona y de imágenes satelitales que dan cuenta del crecimiento de la superficie endicada.
Por otra parte, solicitarán al Juzgado interviniente que designe a un perito ingeniero agrónomo para la confección de un informe técnico legal acerca de la existencia, el estado y las condiciones de los terraplenes ubicados en la isla de Barbé, así como “los daños colateralesprovocados sobre el lecho natural de los humedales”.
No sólo pedirá la pericia sino que, además, requerirán que el propio Juez se constituya en el lugar a los efectos de corroborar in situ el estado de situación.
La cuestión documental se resolverá en el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, donde el Juzgado deberá solicitar informes acerca de los estudios de impactoambiental obligatorios para el desarrollo de cualquier tipo de obra en ese territorio.
Presentarán testigos y además pedirán que la Justicia ordene medidas para que el Gobierno local tutele los derechos que consideran vulnerados.
Travesía al corazón de los terraplenes
El sábado, Sin Galera transmitió desde la isla de Barbé. En la lancha de Hugo Binimellis, acompañada por vecinos preocupados por la situación, Lilí Berardi zarpó del Paseo Público con destino a la zona de la laguna de Celis.
Al llegar a la isla de los terraplenes, las imponentes montañas aparecían entre canales artificiales; peces muertos; tranqueras en el medio de la nada, sin alambrados.
Con la extensión de una gran estancia, la postal es la de un piletón gigante, que según las estimaciones de los asambleístas abarcaría unas 600 hectáreas. Hay viviendas y personas que residen allí de manera permanente.
Ese sábado no estaban las máquinas que este medio detectó cuando fue con un drone o las que los vecinos filmaron con sus celulares desde la zona de Cantando en el Río.
El agua drenaba hacia el canal interno. Cualquiera que pudiera escuchar cómo corría podría imaginar el desvío del curso del río que provocan los terraplenes. El cálculo es de alrededor de seis millones de litros cúbicos que van río abajo, violentadas de su devenir habitual, con los barrios costeros como destino seguro.
Desde el mirador de la Bajada de Chaves se puede ver con claridad. Hay postes de luz que llevan cables que provienen de otra isla cercana. Permiten el acceso a la electricidad en la “Terraplenlandia”. Quizás son los mismos que alimentaron los “enormes reflectores” que describen quienes vieron cuando hace casi dos décadas comenzaron con el terraplenado que cerca el lugar y lo protege de los embates del agua, que no perdona al resto. “Trabajaban día y noche”, aseguraron.
Desde arriba de una de esas formaciones rocosas creadas por orden del hombre y la acción de las máquinas –las mismas en las que encontró la muerte un operario que cayó con tractor y todo en febrero de 2012– la perspectiva sorprende.
Mientras los visitantes se miran entre sí, son alterados por el sonido de un motor que proviene desde el aire. Es un avión. Quizás el mismo que un año antes de aquella muerte perdió parte de su carga de agroquímicos y dañó una buena porción de la producción de los viveros que van desde el río hasta el camino a Vuelta de Obligado.
El panorama es desolador para quien va cada tanto. Los baqueanos s
tán acostumbrados, pero no dejan de lamentarlo. Los peces muertos, otra vez, guían el camino de la lancha. Más allá, un hombre: el encargado.
La palabra de Forestadora del Delta
No era Mario Pascual, el que firmaba las presentaciones que la empresa tuvo que hacer en 2012 cuando una inspección municipal detuvo las máquinas y el entonces Director de Turismo Fabián Bianchi promovió una denuncia ante el Organismo para el Desarrollo Sustentable (Opds), el “ministerio de ambiente” provincial.
Su apellido es Acevedo y vive en la isla. Es el encargado del lugar. Habla pausado, correcto, conocedor de lo que está por decir. Reconoce a los periodistas y los deja pasar. A su lado, los acompañantes saben que es la primera vez que sucede: para tomar imágenes, ellos tuvieron que ir en avión, con el documentalista Marcelo Viñas, autor de una película sobre el tema.
“Estamos en la limpieza y desagotando el agua del canal”, cuenta con su discurso certero y asegura: “Nosotros estamos haciendo ganadería, no se va a plantar más soja”.
No quiere opinar si es más sano, pero sostiene que el dueño quiere cambiar hacia la pastura para ganadería. Informa que los terraplenes tienen “un metro y medio de altura para que no se inunde en seguida para los animales” y pone gesto de “nada que ver” cuando se le consulta por los presuntos “siete metros”.
“El que está en la isla sabe cómo vivir. Uno se acostumbra y ahora sobre todo que no lo mata ni el frío”, reflexiona, con la camisa tachonada de mosquitos.
Dice que sabe que la soja y el “pesticida”, en la isla “o donde sea” trae aparejadas consecuencias irreversibles. “La tierra te lo dice”, afirma.
Relató que hace un año y medio que el predio “no produce nada” y que los dueños “vienen una vez cada quince días”. Justo ese fin de semana no estaban.
“Plantar maíz, tener hacienda y eso no provocaría nada”, aseveró. “Yo estoy para cuidar este bien y para decirle que no hay ningún inconveniente”, repitió.
La conversación tenía lugar a unos cien metros de donde flotaban los peces muertos. Como quien no los hubiera visto, Acevedo contó que sus patrones tienen “un proyecto” para “hacer algo así como una reserva (natural) en una parte de la isla. Es como una reserva que estará bien protegida, que si quieren venir a visitar se podrá”. Antes de terminar la charla, habla del estudio de impacto ambiental y dice que está, que existe, pero que no lo tiene. Con la mano en alto saluda. Los mosquitos se quedan con él. Las dudas, con los que fueron a visitarlo y agradecieron el gesto de sus respuestas.
Qué puede hacer el Municipio
El Poder Ejecutivo local es el órgano de aplicación de la ordenanza que declaró esa zona como “Reserva natural protegida”, pero además es la que concesionó un espacio público para la disposición de una balsa, la famosa “balsa de Eisler” que es ahora de Gooding, como Forestadora del Delta.
El artículo uno de la ordenanza que autorizó su instalación permite al Estado local considerar fuera de ley lo que sucede en el predio: permite el uso de un espacio público “al Sr. Carlos Rodolfo Eisler con destino al proyecto de construcción de una terminal sobre el continente de una balsa-trasbordador sobre el Riacho San Pedro”. Eisler ya no está en el negocio.
Además, fijó como canon “por hectárea y por año uno igual a tres sueldos básicos de la categoría inferior del ingresante en el escalafón administrativo de la Municipalidad de San Pedro”.
En la Municipalidad, desde aquel 2008, todos se encogen de hombros al preguntar si alguna vez pagaron algo.