Urbanizar en la costa, una deuda pendiente de la que no se habla en campaña
Desde el Bajo Tala hasta Vuelta de Obligado, miles de personas habitan la ciudad en situaciones precarias. Con excepción de los clubes, los emprendimientos turísticos y los apropiadores de terrenos públicos, los habitantes históricos esperan mejoras desde las condiciones edilicias y de infraestructura hasta la escritura de sus viviendas. Hasta ahora, todos hablan pero nadie cumple.
El San Pedro que le dio la espalda al río vio crecer a la vera de la costa asentamientos precarios que hoy son barrios históricos: desde el Bajo Tala, pasando por La Tosquera, el Bajo Cementerio y el Bajo Puerto, Las Canaletas y hasta llegar a Vuelta de Obligado, más de 7.000 sampedrinos esperan que alguien, cada tanto, se acuerde de ellos.
En el medio, la ciudad que creció y se embelleció con el impulso turístico que el plan estratégico de principios del nuevo siglo le insufló: el nuevo boulevard, los clubes y campings, los emprendimientos turísticos.
Entre ambos, aquellos que están en litigio con el Estado local por la apropiación indebida de tierras; los usurpadores a los que nadie molestó; las tierras que la Provincia entregó al Municipio y en las que el gremio Aefip proyectó una faraónica inversión de 400 millones de pesos…
A un mes de las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, no hay propuestas específicas por parte de los precandidatos, más allá de alguna que otra generalidad, a pesar de que son muchas las personas que habitan en esas zonas, es decir muchos electores.
Desde donde sale el sol
Más allá de Papel Prensa, una de las principales empleadoras de la ciudad, está el barrio Bajo Tala, con su tosquera donde fueron halladas muchas de las piezas del Museo Paleontológico, la escuela Bajo de los Fósiles de jornada completa con sus alumnas que participaron de la Feria de Ciencias con un trabajo sobre el control de pulgones en los cultivos de la huerta comunitaria escolar con orégano, laurel, lemon grass, plantas con flores, calabazas y que es regada con el agua que extrae la bomba del colegio, que alimenta a buena parte del barrio, con la excepción de las casas más alejadas, que tienen su propia bomba.
Allí los vecinos son claros: cuando hay elecciones, todos los políticos los visitan. Creen que si hubiera elecciones “más seguido” el barrio estaría mejor. No piden mucho: tosca para las callecitas internas y agua potable. La semana pasada el intendente Giovanettoni anunció el uso de alrededor de 74 mil pesos del Fondo Sojero para terminar la obra que empezaron y dejaron por la mitad.
Quien viene desde el Bajo Tala debe cruzar Papel Prensa para llegar al barrio Los Cazadores. Conocido con el génerico “La Tosquera”, lo que comenzó como un asentamiento precario de isleños y pescadores es hoy una verdadera localidad más del partido. Allí hay más habitantes que en Río Tala, por ejemplo.
Diez días antes de las elecciones de octubre de 2013, una orden de desalojo mal confeccionada recayó sobre los pobladores históricos de ese lugar, que resistieron. El por entonces Secretario interino de Obras Públicas y ahora Director de Viviendas y Escuelas Adolfo Benincasa, junto a una abogada de la Oficina de Escrituraciones, se hizo presente en el lugar.
En ese entonces comenzaron, deberían haber comenzado, dos procesos de restitución de derechos importantísimos: el de escrituración y el de urbanización. Hasta el momento, en el barrio nada saben de ninguna de las dos cosas. Ni siquiera ahora, dos años después y a un mes de otras elecciones.
En La Tosquera siguen renegando porque el camino real que atraviesa el barrio y separa a los de arriba de los de abajo es intransitable. La carpeta asfáltica que pusieron Guacone y Restelli duró menos que sus sueños de estadistas. Si a eso se le suman los robos a la escuela, con violencia, destrozos y la desaparición de la carne para los chicos, el panorama es desolador.
Entre el barrio y el comienzo de la zona industrial está ubicado el basural a cielo abierto, que merece por sí solo otro capítulo respecto de lo que no se aborda en campaña ni en la gestión gubernamental.
Los terrenos del fundido Banco del Oeste siguen allí, tomados por un par de personas para la cría de sus animales. El (CIC) para el que Alicia Kirchner dio el visto bueno todavía no llega.
Por lo menos ahora hay presencia del Estado para relevar las necesidades sociales y un profesor de educación física lleva deportes una vez a la semana.
Pero de la urbanización, nada.
La costa que todos queremos
El Bajo Cementerio es noticia cuando llueve. Cualquier temporal mínimo genera problemas en ese barrio. Ello implica asistencia directa en alimentos y abrigo, en chapas y ladrillos, hasta en hospedaje mientras se secan los colchones o termina el riesgo de electrocución en las paredes y pisos.
Un poco más adelante, lo que fue el Bajo Puerto todavía tiene vestigios de las viviendas construidas por las manos de los que nada tenían y que además formaron una de las comisiones de fomento más pujantes que hubo, que pudieron llevar agua y tosca para no tener que salir a trabajar de pantalones arremangados y zapatos en mano.
La avenida del Centenario que prometió Barbieri en su campaña 2007 todavía es anuncio electoral. Peor aún, el embellecimiento de la costa y el Boulevard que fueron parte del plan estratégico de principios de siglo son mero recuerdo. Pesca y Casting, en litigio con el Puerto y ahora su comisión directiva –con miembros residentes en Buenos Aires– acusados por exempleados a quienes nunca registraron como corresponde.
En Mansa Lyfe construyeron una guardería náutica y un complejo de cabañas donde en principio se había aprobado un hotel con sala de convenciones cuyos estudios de impacto ambiental nunca fueron expuestos públicamente. El Pasillo Público fue tan abandonado que podría ser una reserva natural producto de los animales que encontraron naturaleza en estado puro donde alguna vez hubo intervención del hombre. El Howard Johnson Marinas también está en plan de expansión.
En la vereda de enfrente, el Tiro Federal tapó con bungalows el histórico edificio y el Municipio alquila un espacio para una casilla de turismo que bien podría estar ubicada en un lugar público. Los apropiadores del pie de la barranca disputan en Tribunales sus derechos posesorios con el Estado. Un club usa un espacio verde como estacionamiento. La erosión de la barranca es tal que hay quienes analizan sin que parezca una locura la posibilidad de proyectar un corte que continúe la avenida Sarmiento hacia abajo para evitar derrumbes.
Más allá, el Náutico nunca obedeció la orden de la Dirección de Hidráulica de restituir a su estado original el terreno aluvional propiedad de todos que cortó al medio para hacer un canal de acceso a su dársena y tapar el original.
El Paseo Público es un orgullo y se mantiene porque se ve. El Balneario sigue esperando por el ambicioso proyecto que presentaron Villafuerte, Gutiérrez y Ojea, de los cuales dos se fueron y otro está minimizado.
Los puesteros trasladados a esa zona están a la buena de dios, sin que se haya cumplido con la idea de homogeneizar los puestos. Ni el baño funciona como corresponde en un lugar que todos vieron como el triunfo para el acceso al río de todos y todas, que sigue siendo de nadie. Por cierto, la playa pública en la isla de enfrente está tan lejos como el puente que diseñó el ingeniero civil Gregorio Gutiérrez para darle un toque de sueño a la maqueta.
Camino al sitio histórico
Más allá del zanjón de Mora que hoy es la bajada por avenida 11 de Septiembre hay vida. Los campings Safari y América crecieron y se embellecieron. El buque museo generó movimiento. Hay construcciones nuevas y hasta lindas –muchas irregulares, por cierto– con emprendimientos turísticos familiares.
Tanto el barrio América como Las Canaletas y El Amanecer tienen el mismo problema que sus colegas del otro extremo de la costa: la falta de escritura. El proceso para que los vecinos tuvieran su título de propiedad comenzó con un censo en 1984 y tuvo varias etapas: en los 90, cuando pavimentaron Juan Ismael Giménez y la bajada de Chaves con el Plan de Recuperación de la Ribera que incluyó la elevación de cimientos y construcción de palafitos para evitar las inundaciones; en los 2000, cuando entró en el plan de embellecimiento.
El barrio que bajo el influjo de la Organización de las Naciones Unidas generó una de las identidades más fuertes de toda la ciudad fue escenario el año pasado de un acto para la reinauguración del Centro de Salud, que por cierto estuvo un año cerrado. Allí, sin tapujos, empleados municipales le gritaron de todo al por entonces intendente Guacone porque no habían cobrado, mientras el Ministro de Salud Alejandro Collia plantaba un arbolito.
Muchas de las viviendas de Las Canaletas están al pie de la barranca, aunque consolidadas. Otras tantas, de mayor precariedad, están dispuestas sobre las propias colinas. Estas últimas, en riesgo y sin que haya demasiado movimiento para evitar lo que cualquier tormenta de consideraciones puede lograr.
No está de más recordar en estas páginas que en San Pedro hay un barrio que se llama San Miguel no por el arcángel “Príncipe de la Milicia Celestial y abogado del pueblo de Dios” sino porque en un derrumbe de barrancas murió un niño que se llevaba ese nombre.
Quien sigue por la costa hacia el nunca autorizado eco camping Cantando en el Río pasará por el Centro Cultural El Viejo Astillero que alberga las obras de Juanjo D’Estéfano, la Cooperativa y el camping Las Canaletas –sede de una radio comunitaria que entra en sintonía oficialmente este jueves–, el rancho de Aurora, un restaurante y salón de fiestas, un boliche de barrio donde hubo varias reyertas que se resolvieron a punta de pistola, un parabólico del barrio El Amanecer en el que proyectaron mucho pero hicieron poco, otra guardería de lanchas sin autorización cuyo propietario quiso alambrar lo que iba a ser una placita.
Un poco más adelante, el predio de los 400 millones de pesos de la AEFIP que tiene algunos ocupantes y que es un bañado cuyo sólo relleno implica una obra millonaria. Son tierras que la Provincia cedió al municipio pero que a los que el Estado local no puede darles destino. Un poco por carencia de recursos económicos, otro poco por carencia de ideas.
Si quiere llegar hasta Vuelta de Obligado por abajo no podrá. Pregúntele a quienes ostentan la posesión a la vera del río por qué. Quizás sepan contestarle. Difícilmente puedan justificar con documentación sus argumentos, aunque nunca se sabe.
Nadie escucha aquello de lo que no se habla
El repaso al que el lector asistió en estas páginas está hecho a vuelo de pájaro pero sirve para dar cuenta de una serie de problemáticas que no sólo no se han resuelto en décadas sino que ya ni siquiera se discuten.
Los partidos políticos ensayan bosquejos de plataformas electorales en las que hay mucha expresión de deseo sin precisiones. Demasiado verbo en infinitivo: promover, generar, impulsar. Slogans o casi. Da la sensación de que muchos desconocen lo que hay, cómo funcionan algunas cosas y que el déficit en materia de vivienda, desarrollo, empleo, etc. son parte de un discurso que se llena de contenido de acuerdo a la audiencia que se tiene enfrente.
Como para muestra basta un botón, apúntese que en muchos búnkers partidarios hablaron en las últimas semanas de las tierras fiscales disponibles para atraer planes de vivienda. En un municipio que agotó el banco de tierras, que tiene la última construcción en la Justicia y al que le tomaron en Río Tala uno de los dos o tres últimos predios libres que le quedaba.
A un mes de las elecciones, la campaña viene fría. “La gente está apática, no quiere saber nada”, dicen. Cuando se repasan este tipo de temas se entiende por qué. Nadie quiere saber nada cuando le hablan de nada.