Una pizza por un juguete para la sonrisa de un niño
Martín Burnes se propuso devolver a la Casa del Niño algo de lo que recibió en cariño, contención y educación. Desde su pizzería, La Ñata, amasó 70 pizzas para cambiarlas por un juguete que entregará a esa institución, donde pasó parte de su infancia.
El pizzero Martín Burnes, titular de la pizzería La Ñata, invitó a través de Facebook a quienes quieran colaborar con una iniciativa para canjear una pizza por un juguete. Todo lo recolectado será donado a la Casa del Niño, donde él pasó parte de su infancia, a modo de retribución.
El lunes, día de franco para él y sus empleados, lo dedicó a amasar las 70 pizzas que propuso canjear por un juguete y logró la meta: ya tiene los 70 artículos para donar a los nenes. “Sueño cumplido”, posteó en las redes para contarlo.
“No tengo palabras para describir lo feliz que estoy. Gracias, muchas gracias a todos los que llevaron su juguete. Gracias a cada uno que compartió a publicación. Un sueño tan lejano hoy se hizo realidad. Cada nene de la Casa del Niño tendrá su juguete este año”, señaló.
“Bueno les paso a contar una idea que se me ocurrió. No muchos saben que la mitad de mi infancia está en la Casa del Niño. Fui desde los 6 años hasta los 13. Pasé buenos momentos junto a mis hermanos, primos y otros compañeros. También tengo muchos lindos recuerdos de mis maestras, que nos han cuidado como si fuéramos sus propios hijos. Se acerca el Día del Niño y se me vinieron recuerdos de cuando era un niño. El único regalo que recibía era en la Casa del Niño, y hoy quisiera devolver algo de tanto que me dio esa institución”, posteó Burnes en su muro de Facebook la semana pasada.
“Para esto necesito un poco de mis amigos del Face”, dijo y explicó: “Voy a cambiar un juguete por una pizza. y con esto cambiar un juguete por una sonrisa. Necesito tan sólo 70 juguetes. Para mí sería un sueño poder lograrlo. Espero tu colaboración muchas gracias”, decía el post.
La iniciativa nació de un modesto dueño de una pizzería, que con una historia de esfuerzo y deseo de progresar, amasó durante el día de franco para él y sus empleados/amigos (aclara) una de muzzarella por cada chiche que llegara a su local de Alvear y Belgrano.
Martín llegó a la Casa del Niño a los seis años, cargado de una historia difícil para él, sus hermanos y su madre. Allí transcurrieron sus mejores horas, a contraturno con la escuela, cada tarde y cada mañana, incluido el almuerzo y la merienda.
Las maestras y el lugar al que extrañaba los fines de semana y ciertas noches donde la cena no existía le permitieron soñar con una vida diferente para la familia ensamblada que hoy integra con su esposa, sus mellizos de un año y medio (una nena y un varón) y el mayor con capacidades diferentes que tuvo con su expareja.
“Somos seis hermanos, nos crió mi mamá porque mi viejo nos abandonó”, relató cuando La Opinión lo consultó por qué ese hogar que ve ahora a los 39 años como la posibilidad de contención y cuidado para muchos que, como él, deberán salir al mundo adulto a encontrar un trabajo y un camino más próspero.
En principio comenzó como empleado en la pizzería Los Girasoles; allí estuvo seis años. Más tarde la oportunidad le llegó en “El Altillo” del Club Atlético Mitre, donde luego quedó a cargo de la cantina y de allí pudo alcanzar el sueño de tener su propio negocio en la esquina de Mitre y Alvear, donde ahora, junto a sus colaboradores, a los que prefiere denominar amigos, utilizó la jornada de descanso para esperar a todos aquellos que llegaran con los 70 juguetes para la Casa del Niño.
“No me gusta hablar de mí ni tampoco de mi infancia, porque tengo cosas muy tristes”, dice Martín cuando pasa a la emoción de saber que sólo entre la gente que compartió su voluntad de ayudar, el viernes las maestras podrán dar una buena noticia a sus alumnos.
Sin embargo conviene destacar su pasión por las palomas: es colombófilo desde los 12 años y le puso un broche de oro a sus vuelos cuando pudo participar de una gira con sus pares en Europa.