Una mañana entre violencia, locura y muerte
Por cuestiones que se tratan de establecer, los integrantes de una familia mantuvieron un serio altercado con la policía. Uno de los involucrados, a los pocos minutos, recibió tres disparos en plena vía pública y falleció.
El caso Pereyra manifiesta una problemática social muy difícil de describir. Con historias similares de uno y otro lado, entre víctimas y victimarios. Una circunstancia de vida donde se ausentan los programas preventivos y la asistencia social. No hay dudas que ésta, como otras situaciones podrían haberse evitado, principalmente cuando se reflejan en jóvenes con antecedentes que reinciden prácticamente en los mismos hechos.
Tiros, desesperación y muerte
Fabián Pereyra más conocido como “Chivo Negro”, fue asesinado el Jueves pasado cerca del mediodía cuando caminaba por Bozzano al 800, en pleno barrio Banfield. Según el relato de algunos vecinos, dos personas a bordo de un ciclomotor se le acercaron a Pereyra y sin mediar palabra le descerrajaron al menos tres disparos y se dieron a la fuga. Uno de los tiros dio en la cabeza y los otros en el tórax. Tras unos minutos de espera, la víctima fue trasladada de urgencia a la guardia del Hospital pero las posibilidades de vida eran mínimas debido a las lesiones que los médicos detectaron como producto de la balacera. El joven permaneció en grave estado hasta promediar la noche, momento en que se produjo su deceso.
Al mediodía, con suma rapidez una persona vinculada al entorno de Pereyra aportó un testimonio concreto y eficaz, con la sola misión de dar con quienes efectuaron los disparos. Evidentemente esta persona conocía muy bien lo que estaba sucediendo entre las partes involucradas y no dudó a la hora de señalar a los principales sospechosos del asesinato.
Detenidos y comprometidos
Ese mismo día, durante las primeras horas de la tarde, en el conflictivo barrio Hermano Indio, la policía detuvo a tres personas acusadas de tener relación con el hecho. Se trata de Lucas Fernández también apodado “Chivo Negro” (23), Leandro Sabino (22) y un menor de 17 años “Vaca”, todos con diversos antecedentes y graves.
En el caso de Fernández, se pudo saber que es primo hermano de Pereyra y desde hace un tiempo mantenía diferencias con este. Según contaron familiares, hace unos 12 días circulaba en un automóvil y al pasar por una casa donde se encontraba la víctima en el barrio San Miguel, le descerrajó varios disparos de arma de fuego.
Con respecto a Leandro Sabino, se comprobó que cuenta con varios antecedentes, pero uno en particular fue el que lo condenó y lo hizo trascender en el ambiente delictivo. El 26 de Agosto de 2005 fue quien asesinó a Alfredo Arroyo en el barrio San Miguel. Fernández y Sabino quedaron detenidos en la ciudad de Ramallo, mientras que el menor fue derivado a un instituto de la ciudad de La Plata.
En cuanto a la causa, en un primer momento estuvo en manos de la UFI Nº 4 a cargo del Dr. Ariel Tempo, pero por estar involucrado un menor de edad pasó a ser investigada por el Dr. José María Guadagnoli, representante de la Fiscalía de Responsabilidad Juvenil. Esta tendrá la tarea de determinar el grado de participación de los tres sujetos, pues por el relato de los vecinos fueron dos los que atacaron a Pereyra.
Disturbios
Esa misma mañana, minutos antes de que se conociera sobre la balacera que sufriera Pereyra, se produjo un serio altercado en el interior de la Comisaría. Las primeras informaciones que oficiaron fuentes policiales indicaban que, al menos, tres personas ingresaron a la Comisaría y provocaron toda clase de disturbios y desmanes. Según se informó se rompieron vidrios y agredieron a los policías. Los detenidos fueron Mauricio y Alejandro Pereyra, y Marcela Pérez, pareja de este último. Mientras tanto, otro de los hermanos huyó de la Comisaría en el momento que eran detenidos los demás. Lo particular del caso es que el joven que huyó de la dependencia era nada más y nada menos que Fabián Pereyra, el joven que a las 6 cuadras recibió tres disparos y a la noche murió.
El otro relato
La otra versión, en este caso, expuesta públicamente por Marcela Pérez indica lo siguiente: “Esa mañana yo había ido a comprar cigarrillos con mi marido”, contó la mujer que fue detenida tras los incidentes en la Comisaría. “Mi marido, como toda persona mantenía algunas diferencias, en este caso un policía”.
“Me para un patrullero y me pide los papeles de la moto”. “En ese trayecto aparece el policía Turci en otro patrullero y comienza a agredir verbalmente a mi marido. Le apoya la Itaca en el pecho y le dice que suba al patrullero. Delante de toda la gente y en plena calle comienzan a pegarle”, aseguró la mujer.
“Lo llevaron a la Comisaría, y allí llegamos mis cuñados y yo. El nos decía que estaba bien, pero le sangraba la nariz. De repente lo toman, lo llevan a un patiecito y le empiezan a pegar”.
“Nadie rompió nada, fue con el forcejeo entre los policías y mis cuñados”, aseguró la mujer con respecto a los daños ocasionados en la dependencia policial. “Son todas mentiras que ellos rompieron todo a propósito. Sí es cierto que cuando mi cuñado se iba rompió el vidrio de la puerta. Es más, había un fiscal y una abogada que vieron todo”.
“En ese momento tiraron un gas para dispersarnos. Salimos todos para afuera y un policía petisito sacó la 9 (el arma) y disparó. Ahí, en la esquina lo agarraron a Mauricio y le entraron a pegar con todo. Le desfiguraron la cara, no fue con los vidrios como dijeron. Estaba todos los chicos de la escuela de enfrente mirando. Lo llevaron para adentro y le pusieron la pistola en la boca. Le robaron la plata, yo tenía 400 pesos en la billetera de mi marido y me devolvieron 200, me sacaron dos etiquetas (atados) de cigarrillos, a mi cuñado le sacaron el reloj”, destacó Marcela. “Mienten porque a mi me imputan que también participé y yo no lo hice. Hay testigos. Me acuerdo que hasta el Comisario salió y les gritaba no peguen, no peguen!!”.
“Ahí fue donde se golpeó el Comisario Ortega, pero fue porque se caían los vidrios, y todos los policías forcejeaban con Mauricio, eran 15 contra uno. Fue terrible, lo pateaban por todas partes, mi marido tiene los tímpanos reventados, costillas fracturadas”.
“Ahora vamos a hacer la presentación en la Fiscalía de San Nicolás, porque esto no va a quedar así”.
Si cumplía la pena no lo mataban
Hacía dos semanas, José Fabián Pereyra recuperó la libertad. Había sido condenado por el Tribunal en lo Criminal Nro. 1 de San Nicolás, a la pena de tres años de prisión por considerarlo autor penalmente responsable del delito de robo calificado a una heladería del centro de nuestra ciudad. Conforme el cómputo de pena, agotaría la misma el 26 de Septiembre de este año.
Mientras tanto la Fiscal de Juicio Dra. Gabriela Ates se opuso a la Libertad Asistida del condenado sosteniendo diversas consideraciones.
En esta presentación se supo que Pereyra registraba condición de reincidente. Que había sido condenado a la pena de cinco años y dos meses de efectivo cumplimiento por el Tribunal en lo Criminal Nro. 1, habiendo accedido al beneficio de libertad asistida el 8 de Julio de 2005, siendo detenido en el marco de la causa actual el 26 de Septiembre de 2006.
El Juez afirmó coincidir con el dictamen desfavorable de la representante del Ministerio Público Fiscal, y no obstante ello, resolvió otorgar el beneficio. El recurso se elevó a la Cámara de Apelación y Garantías, y en el momento del fallecimiento, se tuvo que dar aviso al Juzgado de Ejecución Penal de San Nicolás, a cargo del Dr. Emilio Luciano (subrogante, Juez de Menores) y a la misma Cámara Penal. Si hubiese cumplido su condena, no estaría muerto. Es otro de los tantos casos en los que, aunque la pena de muerte no se aplique en la Argentina, es estimulada tácitamente desde los tribunales sobre todo en los casos donde los delincuentes comienzan a infringir la ley desde muy temprana edad.