Una historia italiana de 140 años
La Sociedad Italiana Unione e Benevolenza de San Pedro celebró un nuevo aniversario, en el que homenajeó a los pioneros y a los inmigrantes que todavía pueblan las calles de la ciudad. Una historia de desarrollo social y cultural vinculada al progreso y la identidad sampedrinas.
La calle Constitución en 1873 todavía no era Mitre pero ya tenía destino de epicentro de la actividad social y cultural sampedrina. A la altura del 800, un 13 de julio de hace 140 años nacía la Sociedad Italiana de Unión y Benevolencia, forjadora de buena parte de nuestra historia como ciudad.
El sábado pasado, el aniversario fue celebrado en esa misma sede desde donde los inmigrantes italianos imaginaron el desarrollo de un pueblo que hicieron suyo desde que arribaron de la vieja Europa en busca de un destino mejor. La emoción recorrió cada momento de la jornada.
No fueron más de 40 los italianos que decidieron en aquel transcurrir decimonónico que había que forjar en San Pedro la sociedad de socorros mutuos que ya proliferaba en otras ciudades donde la presencia tana era importante. Como apuntó Inés Corda en su discurso durante el homenaje, la presencia inmigrante llevó al “surgimiento de problemas a resolver: trabajo, salud, vivienda, tiempo libre”. Por ello el nacimiento de esta y otras tantas sociedades italianas, producto de “la necesidad de buscar un lugar que los cobijara a todos”.
Ir al encuentro de los que habían sufrido la pérdida del hogar primigenio y buscaban el abrazo que permitiera seguir adelante con el sueño del futuro fue parte de la decisión de aquel puñado de hombres que llegaron a San Pedro a trabajar.
“Napolitanos nostálgicos de canzonetas; atezados calabreses y sicilianos; rubios lombardos; emprendedores genoveses, vénetos y marquesanos; pulcros florentinos de hermoso hablar; rudos campesinos de la Romaña”, dijo don Víctor Picco, según recuerda Américo Piccagli en el capítulo de la Historia Documental de San Pedro que le dedica a los inmigrantes italianos.
Durante le emotiva ceremonia del sábado, recordaron a aquellos pioneros que dieron lugar al nacimiento de la entidad. El primer Presidente Paolo Corti; el barquero genovés Doménico Larco; el tesorero Giuseppe Falconieri; el secretario Giuseppe Nomelini; o el vicesecretario Paolo Prato, reconocido empresario de la navegación.
No faltó por supuesto el recuerdo de Giuseppe Mazzini; de Giovanni Badinelli; o de Benito Mandraccio, Tomaso Mascetti y Bartolomeo Marini, entre otros. Todos hacedores de aquella idea de impulsar un espacio de representación italiana que los reuniera.
Fueron ellos los que decidieron la compra de ese terreno, hoy ubicado en una de las principales manzanas de la ciudad, con la intención de crear la sede social que hasta hoy los alberga. Llegaron “per fare l’américa” y dejaron una huella imborrable.
Los inmigrantes italianos forman parte de una comunidad pujante que merced a su esfuerzo dieron forma a lo que hoy vivimos a diario en nuestra ciudad, con todo lo que ello significa. Por eso, la comisión directiva de la Sociedad Italiana se ocupó de reunir a los nacidos en suelo europeo que todavía quedan para dar cuenta de aquellos años.
Lo hicieron bajo el proyecto “recuperar nuestras raíces”, mediante el que visitaron a todos los italianos que viven en la ciudad. “Para que compartieran con nosotros esa necesidad de que estuvieran presentes en esta casa, su casa, nuestra casa”, dijo Corda.
Allí estaban, con “anteojos de mucho aumento o bastón”, con sus hijos y sus nietos, dando fe del camino que trazaron aquellos pioneros en 1873: Antonio Berardi; Angelina Aita; Pedro Barbero; Alma Bonetti; Marino Bornia; Gianfranco y Gianmarco Caoduro; Ezio Ciccone; Concepción, Luis, Victorio y Fiorina Chilelliv; Anna y Rosina Colonnese; Antonio y Giovanni Consolini; Jordan Cucit; Micaela Di Trolio; Emanuele Marqués Di Incisa; Fabrizio Lina; Danila Fedalio; José Ferrari; Ana Ilardo; Rosario Licciardello; Claudio Lama; Liano Maritán; Enrique Massaglia; Omero Moreno; Antonio Nápoli; Flavia Nitti; Bernardino Noto; Filomena Papaleo; Antonio, Graziano y Piero Penduzzo; María Sguotti.