Una escuela para saber conducir
San Pedro cuenta por primera vez con una escuela de conductores. La academia Luz Verde comienza esta semana con las clases teóricas para aprender a circular con conciencia y de forma prudente.
Basta recorrer un poco las calles de la ciudad para saber que los sampedrinos pueden jactarse de “saber manejar”, pero no tanto de “saber conducir”. Las diferencias son sutiles pero importantes. Conducir un automóvil es una tarea que conlleva enormes responsabilidades. Desde esta semana, San Pedro contará con la primera escuela para aprender esa diferencia.
Se llama Luz Verde y es una creación del Ingeniero nicoleño Pedro Evdemon, quien recibió múltiples premios por su tarea como Especialista en Educación Vial, entre ellos el “Luchemos por la vida 2005”, que otorga la principal ONG del país dedicada a la seguridad vial, y el “Volvo Seguridad en Tránsito 2008”, que entrega la prestigiosa marca de autos sueca, que trabaja en la búsqueda del automóvil perfecto contra los accidentes, con un plan que aspira a la cifra “cero accidentes” para 2020 en ese país nórdico.
Pedro Evdemon se dedicó de muy joven a estudiar la problemática de la seguridad vial, incluso viajó a lo largo de Europa y Estados Unidos en automóvil, pensando siempre como Ingeniero preocupado por las cuestiones propias de la vialidad, la educación y la seguridad. En 1993, junto a su hijo Alexis, crearon en San Nicolás la Escuela de Conductores Luz Verde, un emprendimiento para “enseñar a conducir, más que a manejar”, como afirman sus creadores, y así contribuir a reducir las muertes por accidentes de tránsito, estadística que ubica a Argentina entre los peores países del mundo.
Teoría y práctica
El curso para aprender la diferencia entre manejar y conducir consta de una etapa teórica y otra práctica, cuya conjugación da por resultado un conductor de automóviles consciente de la responsabilidad que asume al salir a las calles y la capacidad de resolver problemas propios de la circulación.
La parte teórica consiste en doce horas que se desarrollan en ocho clases de una hora y media de duración cada una, en la que los alumnos son instruidos en “Técnicas de la conducción segura”, “Educación vial”, “Prevención de accidentes”, “Conocimientos básicos del automóvil” y “Código de tránsito”. Las clases son dictadas por los propios Pedro y Alexis Evdemon –ambos Analistas en Seguridad Vial por la UTN Rosario–, apoyados por proyecciones audiovisuales y cuadernillos teóricos que permiten profundizar en cada uno de los temas.
La sección práctica incluye dieciocho horas arriba del auto-escuela que proporciona la empresa, manejando y aprendiendo a conducir. Esta práctica comprende entrenamiento en circuitos sin otros vehículos, estacionamiento a 90º en garages, conducción en calles de bajo tránsito, avenidas de tránsito intermedio y de tránsito denso, rápido y peligroso, con cruces, giros, con y sin semáforos, conducción nocturna, en pendientes suaves y pronunciadas, con una última clase especial de conducción nocturna. Todo ello acompañado con la práctica de conducción a la defensiva y prevención de accidentes, dos cuestiones en las que la escuela Luz Verde pone especial énfasis.
Las prácticas se realizan en autos de doble comando, que poseen acelarador, freno y embrague del lado derecho, y también cuentan con dos espejos extras para el instructor acompañante. Además cuenta con una adaptación o teclado manual, con la cual el instructor puede apretar la bocina o hacer señales de luces altas. Los vehículos cuentan con luz sobre los pedales para las clases nocturnas, tienen en el techo carteles que dan cuenta de que se trata de un auto escuela y piden mantener distancia y con una baliza verde, de acuerdo a la ordenanza que regula las escuelas de conductores en la ciudad de Rosario.
Si el alumno lo requiere, la escuela lo acompaña a rendir con el auto-escuela a quien haya alcanzado los niveles de exigencia requeridos y aprueben el pre-examen municipal.
Educación y prevención
Muchos conductores sampedrinos aprendieron con sus familiares y amigos, manejando en la zona del aeroclub, Las Canaletas o, últimamente, el Paseo Público. La experiencia que trasladan estos “profesores” es válida e importante, pero no siempre suman la reflexión necesaria sobre los peligros que acechan en la circulación vial y la necesidad de adquirir un grado de conciencia tal que permita resolver problemáticas viales pensando, fundamentalmente, en la vida de los que están en las calles, la propia y la ajena.
Por eso, una Escuela de Conductores se presenta como una oportunidad interesante para aquellos que se inician en la conducción de automóviles, en la medida en que no sólo está pensado como un emprendimiento comercial, sino que tiene en sus responsables a personas preocupadas por la seguridad vial, que dedican su vida a contribuir en la necesaria tarea cotidiana de mejorar la manera en que se transita en vehículos, para que la triste estadística de ocho mil muertos y ciento veinte mil heridos por año en accidentes.