Ulises Fernández será juzgado por un jurado ciudadano y Manso quiere perpetua
A dos años del asesinato de Ariel Lido Gomila, el Fiscal elevó la requisitoria a juicio. Consideró que Fernández mató al viverista porque lo reconoció cuando, junto a sus cómplices, huía tras robarle en su casa. Los puntos que refuerzan la veracidad del relato del único testigo. La reconstrucción del hecho que hizo la esposa del productor asesinado.
Dos años después del crimen de Ariel Lido Gomila, el viverista asesinado cuando llegaba a su casa de El Espinillo y se encontró con ladrones, el Fiscal Marcelo Manso terminó la instrucción y elevó la requisitoria de citación a juicio, con Ulises Fernández como único imputado.
El Juez de Garantías Ricardo Pratti recibió la semana pasada las 26 páginas del escrito en el que el titular de la UFI 5 resume los elementos que reunió para considerar responsable al acusado.
Allí sostiene que no es procedente que haya juicio abreviado, estima que la pena que debería aplicarse a Fernández es la de prisión perpetua y señala que corresponde al caso que sea juzgado por el
Tribunal de Jurados ciudadanos.
Ulises Fernández será juzgado por homicidio calificado criminis causa en concurso material con robo agravado por el uso de arma de fuego, en concurso ideal con portación ilegal de arma de guerra.
Además, a raíz de las drogas que secuestraron en la casa que compartía con la ahora exconsejera escolar Silvina Sampol –que también enfrentará un juicio por “narcodocente” – y las que tenía en su poder cuando lo detuvieron en Escobar –un año después, prófugo–, deberá responder por los delitos de tráfico de estupefacientes en su modalidad de tenencia con fines de comercialización.
Por la venta de drogas, podría tener una pena de entre cuatro y 15 años. Por el crimen de Gomila, Manso quiere perpetua.
El testimonio que involucra a Fernández
La causa, desde el primer día, fue complicada. Los elementos para reconstruir lo que sucedió esa noche son pocos, al punto de que nada se sabe acerca de la identidad de quienes fueron esa noche a robar a la casa de Ariel Lido Gomila en El Espinillo, con excepción de Ulises Fernández, a quien un único testigo lo ubica en la escena.
A su favor, el acusado dijo que el relato del testigo es interesado y refirió al respecto un antiguo encono. En una de las comunicaciones que mantuvo con La Opinión desde la cárcel intentó deslegitimar ese testimonio haciendo referencia a los presuntos antecedentes que tendría y a una disputa que alguna vez tuvieron por la venta de una moto que sería robada.
El Fiscal Manso sabe que ese es un elemento de riesgo. “Un testimonio veraz continúa siéndolo, provenga de quien provenga”, escribió en la elevación a juicio al momento de ponderar que en una inspección ocular el testigo refirió detalles acerca cambios que notaba en el campo de los Gomila respecto de la noche en la que sucedió el hecho.
El relato del testigo, un empleado municipal del área de Servicios Públicos, es fundamental para la causa y lo que el jurado ciudadano considere al escucharlo durante el juicio será determinante para el futuro de Ulises Fernández en relación al crimen.
El testigo contó que esa noche volvía de Gobernador Castro, donde había ido a visitar a su hija. Habitualmente, el recorrido que transitaba con su Renault 12 incluía esos caminos rurales internos. Cruzó el paso a nivel y dobló en la curva del camino de El Espinillo, tras pasar una especie de santuario del Gauchito Gil y la casa abandonada que se ubica antes de la casa de los Gomila.
Escuchó varias detonaciones, “cinco”, y pensó que eran fuegos artificiales de un partido de fútbol que se había jugado horas antes. El testigo declaró dos veces. La primera, no dijo que había visto personas. Luego señaló que tenía miedo de que le pase algo a él o a su hija, por eso no había contado todo. En su testimonio final relató que al pasar por la casa de Ariel Lido Gomila vio dos personas que corrían desde la entrada, “a unos 15 o 20 metros de poste de luz” y en dirección al camino.
“Uno de ellos era Ulises Fernández, al cual pude reconocer enseguida porque lo conozco de antes y era gordito, petiso y peladito; el otro era medio morrudo, pelo corto, no pude ver bien el color, de tez blanca, pero no sé quién era”, refirió. Más adelante, contó, había una camioneta Ford EcoSport negra, sin rueda de auxilio, que en esos días había sido señalada en varios asaltos en la zona rural.
Ulises, el prófugo
El asesinato de Ariel Lido Gomila ocurrió cuando comenzaba el sábado 6 de febrero. Ese día, en el campo, Policía Científica trabajó sin suerte en busca de huellas. El Fiscal Manso reunía elementos en procura de hacer allanamientos de manera urgente.
Un policía fue el que llevó el dato de Ulises Fernández. Exjefe de calle, el oficial subayudante en cuestión refirió que en el matco de las tareas investigativas conjuntas con la DDI, y a raíz de que por su puesto anterior conoció “muchas personas que se acercan a brindar datos”, una persona del barrio Hermano Indio, cuya identidad dijo desconocer, señaló como presuntos autores de un robo en zona rural a cuatro personas: uno de ellos, dueño de una camioneta como la que vio el testigo; otro, Ulises Fernández.
Otro policía, de la DDI, aportó que un hermano de Fernández tendría dos pistolas 9 mm en su casa. El allanamiento de urgencia dio negativo. Cuando llegaron los efectivos, el dueño de casa ocultó algo entre sus prendas y huyó sin acatar la voz de alto, saltó un tapial y huyó. Las armas nunca aparecieron. Aquella de la que salió el disparo que mató a Gomila, tampoco.
El resto es conocido: Manso pidió un allanamiento en la casa de Ulises, donde encontraron más de un kilo de marihuana, 55 gramos de cocaína, una balanza y elementos de corte, lo que provocó su procesamiento por comercialización de drogas junto al de su pareja de entonces, la consejera escolar electa por Cambiemos Silvina Sampol, quien tras ser detenida renunció al cargo que le había confiado el voto popular gracias a la inclusión en la lista de Cecilio Salazar, que será juzgada junto a Fernández por el delito de venta de estupefacientes.
En el expediente obran datos relevantes respecto de lo que pasó esa noche, en la que el acusado no estaba en su casa al momento del allanamiento, que dan cuentas de que el intento de evadir a la Justicia estaba planificado. Alguien le avisó a Fernández que irían por él, por eso huyó y se mantuvo prófugo durante más de un año, situación que, una vez más, sin alguna clase de apoyo no podría haber sido posible.
En su declaración, la acusada de “narcodocente” Silvina Sampol dijo que su pareja se había quedado en Tigre “por trabajo”. El hijo de una amiga de la exconsejera escolar aportó en la causa que a las 12 de la noche Ulises Ferndández llegó a su vivienda en moto, le preguntó por su madre y le dijo que la buscaba para que llamara a Sampol “para ver qué estaba pasando, porque la estaban allanando”.
Cuando la amiga de Sampol fue a verla a la comisaría, le preguntó por Ulises. “No está”, fue la respuesta. La todavía consejera escolar abrió los ojos y, nerviosa, dijo que su pareja no había vuelto de trabajar. Su interlocutora sabía que mentía. Su hijo lo había visto a la medianoche y se lo había contado.
Esa misma mujer habló por teléfono con Fernández. Preocupada por el futuro de su amiga, lo increpó: “Ponele que salga en cinco días, la causa la va a chupar, porque las pruebas están. Vos vas a poner los huevos y te vas a hacer cargo”. Él le dijo que no. Le recordó sus antecedentes y le aseguró: “No quiero quedar pegado en el asesinato del viejo Gomila”.
Una investigación complicada, amenazas a Manso –incluida una a su esposa en la puerta de su casa por parte de personas que se movilizaban en un auto que estaba a nombre de una mujer policía–, la presunta visita del prófugo en busca de un instructor de la Fiscalía, la posterior denuncia por pedido de 150 mil pesos por parte del mismo instructor, el cruce de llamadas telefónicas que daban cuentas de que Ulises Fernández seguía vendiendo drogas –“autos”, dijo su abogado–, y la siempre presente sospecha de connivencias policiales, políticas y judiciales, permitieron al prófugo mantenerse en esa condición durante casi 14 meses.
El 28 de marzo a la madrugada, en Garín, partido de Escobar, Ulises Fernández fue detenido. Estaba junto a su nueva pareja, una joven de 25 años, el hijo de ella, y el también prófugo Pablo Colantono, sampedrino al que la Justicia buscaba por intento de homicidio. En su poder tenía armas y drogas.
Desde entonces, permanece detenido a la espera del juicio en el que 12 ciudadanos residentes en las ciudades que forman parte del Departamento Judicial de San Nicolás definan si es culpable o inocente.
El juicio abarcará tres hechos: la comercialización de drogas en complicidad con Silvina Sampol; el asesinato de Ariel Lido Gomila; y la venta de estupefacientes que se sospecha le sirvió de manutención mientras estuvo prófugo.
No será un juicio fácil. Hay jurisprudencia que permite considerar que aunque no está probado el efectivo comercio de drogas, todos los elementos probatorios dan cuentas de que la cocaína y la marihuana que tenía en las viviendas allanadas no podrían tener otro destino que la venta. “Soy consumidor. Era para repartir entre varios”, dijo, poco verosímil, Fernández.
Respecto del asesinato, la prueba es menor. La condena por venta de drogas parece casi un hecho –la pena va de cuatro a 15 años–; la del crimen, no tanto. El jurado ciudadano será el que tenga la última palabra.