A tu memoria
Aquel hombre que carga con una bolsa de años es mi abuelo. No le pesa tanto como la gente podría pensar; la bolsa contiene 96 años, y al no tener agujeros, ninguno se ha escapado. Cada año es único y como tal ocupa un espacio insustituible. Mi abuelo ha sabido a cada cual darle su lugar, ninguno ambiciona con generar el olvido de su antecesor o del venidero. Podemos encontrar años lindos y feos, felices y tristes, prósperos y caóticos, pero no hallaremos allí años deshonestos, dañinos ni desaprovechados. No hay espacio en la bolsa de mi abuelo para años de soledad y desamparo, son bienvenidos los tiempos de almuerzos en familia, de largas jornadas de trabajo rural, militancia radical y compromiso social.
La bolsa es incolora, casi transparente como un cristal, y tiene un nudo hecho con hilos de plata. Mi abuelo cada 25 de diciembre abría su bolsa, y por un momento que a veces parecía infinito, tomaba con ternura los años que allí se hospedaban y los recordaba, los revivía, hasta que llegaba el momento de recostar al último.
Hoy mi abuelo se fue y olvidó su bolsa, muchos dicen que puede verse en su casa, delante de la puerta de calle, en Gomendio al 700. Se la ve perdida, como sin dueño, como sin sentido, pero creo que seguirá llenándose de años; años que vivamos nosotros, sus bisnietos, su hija, sus seres amados.
También invito a todos a que hagamos juntos una bolsa de años infinitamente grande, que reunamos allí nuestras vidas, que ellas se miren, se identifiquen, se enriquezcan, y así seguir escribiendo la historia de este pueblo, de este rincón. La vida son años, y a veces cada año es una vida, estemos atentos y vivamos.
Mi abuelo no está más aquí… No veré más su bigote prolijo, su cinturón de iniciales, su pañuelo campero… Pero tendré muchas más cosas para empezar a ver y pensar: sus palabras de aliento y de comprensión, su mente sana e inteligente, su corazón solidario y no rencoroso, entre tantas más. Manuel “Manolo” Sobrino fue mi abuelo, ante todo un hombre de bien, de ciudadanía ejemplar, de espíritu joven y de trabajo incansable. Su manera de decir y de contar fue para mí la llave de entrada a una historia de antaño, en donde la palabra dicha valía aún más que la escrita y la sabiduría de los viejos era la felicidad de los jóvenes. Mi abuelo se fue, ya quedaba poco hilo en el carretel. Ahora, ha quedado un paisano menos.
Juan Manuel Gomila y familia.