Tres familias unidas para reclamar por el asesinato de sus hijos
La madre de Nicolás Castillo, la hermana de Jesús Rodríguez y el padre de Tomás Zubiete se encontraron en las puertas de Fiscalía. Los une la misma búsqueda: pedir justicia por los crímenes de sus hijos, jóvenes asesinados en los últimos años y cuyas causas esperan resolución.
La muerte de un hijo excede todos los dolores. Lo dijo Eva Giberti y lo resignificaron, juntos, la madre de Nicolás Castillo, la hermana de Jesús Rodríguez y el padre y el hermano de Tomás Zubiete la semana pasada, cuando junto a otros familiares y amigos de sus hijos se pararon frente al edificio que alberga a las fiscalías locales con banderas y pancartas que reclamaban justicia.
Los tres eran jóvenes y pobres. Los tres fueron asesinados en circunstancias diversas. Dos de ellos en Río Tala. El otro en San Pedro. Uno tiene a su asesino confeso y a la espera de que le confirmen la sentencia –fue el que provocó la concentración, porque lo beneficiaron con prisión domiciliaria–; otro, a dos acusados presos a la espera del juicio –fueron tantos los que le dispararon, que faltan responsables–; de otro, no hay nada y el grueso expediente de su caso es un misterio.
Saavedra estuvo cortada al tránsito entre Belgrano e Ituzaingó mientras duró la protesta. El nuevo Jefe Departamental se hizo presente para acompañar a sus efectivos a cargo de la seguridad. En la puerta de Fiscalía, el mismo policía de siempre era parte del paisaje. Adentro, los expedientes y los legajos. Los empleados y la Fiscala Ramos, dispuesta a recibir a los Zubiete. De espaldas a la bandera, algunos se sentaron en el porche de la vivienda lindera a la Defensoría.
Tomás, caso cerrado
La concentración fue convocada por la familia de Tomás Zubiete, el adolescente de 16 años que murió en julio de 2015 tras recibir un balazo en la cabeza por parte de Matías López —que en ese momento tenía 26—, quien espera sentencia en su casa, con arresto domiciliario, tras el juicio abreviado en el que reconoció su culpabilidad.
La Fiscala Viviana Ramos recibió a los familiares de Zubiete, quienes le preguntaron acerca de la situación. Al salir de Fiscalía, Marcelo Zubiete dijo que Ramos le informó que “hay que esperar la sentencia” y que hasta que la Cámara no resuelva respecto de los ocho años de prisión acordados en juicio abreviado, López seguirá con el beneficio de arresto domiciliario.
Marcelo, hermano de Tomás, consideró “raro y muy morboso” que la Justicia haya decidido otorgar el beneficio de arresto domiciliario a López justo antes de que le informen la condena. “Es un mensaje macabro. ¿Cualquiera mata y sale a los dos años?”, se preguntó el joven.
Si la Cámara confirma los ocho años que pidió la Fiscala Ramos y aceptó el Defensor Vaccani, Matías López deberá dejar su casa y volver a una unidad penal. “Será un alivio”, señalaron los Zubiete.
Tomás fue asesinado el 19 de julio de 2015, en una vivienda de Ríobamba y 35 Bis, que cuidaba López, quien lo invitó a una previa junto a su hermano de 14 años.
López los invitó a un dormitorio de la casa, metió la mano bajo un colchón y sacó un arma. La cargó, se la apoyó en la frente a Tomás y disparó. Su muerte fue instantánea.
Jesús, un crimen que va a juicio
Aldana Gutiérrez tenía en sus manos una foto de Jesús, su hermano que fue asesinado a los 22 años cuando fue alcanzado por una balacera que unas seis personas descerrajaron desde arriba de un auto contra el frente de una casa donde estaba con amigos.
“Hace un año y seis meses, venimos a reclamar justicia porque hasta ahora no sabemos nada”, dijo Aldana a La Opinión y agregó: “Sé que hubo detenidos, pero nada más. Venimos a acompañar a la mamá de Nicolás y de Tomás, a pedir que se haga justicia”.
El crimen sucedió el 25 de enero de 2016. Ramos instruyó la causa y la elevó a juicio con dos acusados: Julio César “Jambao” Torres y Ezequiel Palacios, imputados como los autores materiales del homicidio.
Eran alrededor de las 22.00. Era verano y hacía calor. En Río Tala, muchas familias aprovechaban el fresco de la noche en la vereda, entre ellas los Ledesma, donde estaba Jesús Gutiérrez.
La investigación de Ramos indica que la balacera descerrajada sobre esa vivienda estaba vinculada a un enfrentamiento entre dos bandas delictivas, cuyo desenlace fue ese asesinato.
Nicolás, una causa enrevesada
La madre de Nicolás Castillo vino desde Baradero a participar de la concentración, junto a otros familiares y amigos de su hijo, que apareció asesinado en un bañado en la zona rural de Río Tala 35 días después de haber desaparecido de su casa.
“No me han llamado siquiera para decirme ‘la causa está así’. Cuando vengo me dan siempre la misma respuesta”, dijo esa madre, la más vehemente de toda la protesta.
Cuando recuerda la jornada en que su hijo apareció estaqueado, con el cuerpo medio calcinado y con un certero golpe en la cabeza, hallado por baqueanos de la zona, la madre de Nicolás Castillo aprieta los dientes para luego abrir la boca y soltar las palabras una detrás de otra, sin respiro: “Yo no sé cómo apareció el cuerpo. A mí y a mi familia no nos dejaron reconocerlo. Se dijeron muchas cosas, pero no sé cómo apareció, porque no lo vi”.
“Estuvo 35 días desaparecido y apareció en un lugar donde se buscó millones de veces. El ADN tampoco lo vi, me lo mostraron por fax. Cuando vi el expediente, en el parte decía que el resultado era 99,9 por ciento compatible con los padres. Pero abajo decía que el 45% del cuerpo cadavérico no era compatible. Le pregunté al doctor Manso y no me supo responder ni explicar por qué había esa diferencia”, expuso sus dudas la mujer.
Por el crimen de Castillo no hay detenidos. En enero pasado, su hermana se quejó: “A dos años de su muerte, ¿cómo puede ser que no haya ningún detenido? ¿Ninguna pista? Mientras ellos se dan los lujos, se toman el trabajo de cruzar todos los días por nuestra casa y como si nada”.
La familia tiene sus sospechas. “En Río Tala todo el mundo se conoce”, dijo su madre. “No encuentran culpables ni caminos para la investigación”, bufó.
Cuando encontraron sangre en su casa, durante la búsqueda, ella dijo que era “de una gallina que había matado el perro”. Los análisis posteriores practicados sobre las muestras tomadas en la vivienda y en el auto familiar señalaron que era sangre humana.