Tras la muerte de Lovello, no cesa la tensión en el barrio San Miguel
El sábado, alrededor de las 16.30, Javier Andrés Lovello perdió la vida producto de un disparo de arma de fuego. Jonathan Luna, sindicado como el autor, continúa prófugo y con pedido de captura activo. Indignados por el hecho, familiares, amigos y vecinos de la víctima atacaron una vivienda del barrio y exigieron “que los echen de San Pedro”. La violencia crece en los sectores marginados a la hora de resolver una diferencia, sin medir consecuencias.
El sábado por la tarde, Javier Andrés Lovello, de 38 años, ingresó a la Guardia del Hospital con una herida de arma de fuego que ingresó por su omóplato y salió por el pecho. Resultó letal y no resistió. Murió a poco de llegar. Inmediatamente familiares y vecinos que fueron testigos del hecho señalaron a Jonathan Luna, un joven de 22 años con frondosos antecedentes, como el autor del disparo.
Los hechos de violencia en el barrio se sucedieron luego del entierro de la víctima, que tuvo lugar el lunes minutos después de las 10.00. Familiares, vecinos y amigos se acercaron hasta una vivienda a la que señalaron como “el aguantadero” donde residía Luna cuando llegaba al barrio y la incendiaron con todas sus pertenencias.
Además, agredieron a un familiar de Luna que se acercó a increpar a los manifestantes. Bomberos y policía intervinieron en el lugar para sofocar el incendio que destruyó la vivienda. Ayer, Miriam, prima de la víctima, radicó una denuncia en la Comisaría local luego de recibir una serie de mensajes de texto en los que amenazaban a la joven y a su familia. La mujer convocó a una movilización para este miércoles, aunque al cierre de esta edición no estaba confirmada, para que “toda la ciudad se movilice”, para que “el Intendente eche a estos delincuentes de la ciudad”, como si fuera potestad de Guacone una cosa semejante.
Luego de once allanamientos en distintos puntos de la ciudad que resultaron negativos, la policía continúa buscando intensamente a Jonathan Luna, quien tiene pedido de captura activo librado por la Fiscalía de la Doctora Ates, a cargo de la causa.
Lovello, Luna
y una muerte evitable
Javier Lovello, de 38 años, trabajaba como mecánico y fletero, aunque en el barrio comentan que también tendrías sus oficios “non sanctos”, se encontraba fuera de su vivienda ubicada en Aulí 1.350 acompañado de su esposa, realizando arreglos en el frente de su casa, cuando la madre de Jonathan Luna se acercó para pedirle que la acompañe, ya que su hijo quería hablar con él.
Un hecho vinculaba a ambos sujetos: Lovello fue testigo clave en la detención de Agustín Luna, hermano mayor de Jonathan, por su participación en el asesinato de Ramón Ángel Lezcano, quien murió el pasado 29 de enero producto de un disparo de arma de fuego que atravesó su pecho. Miriam, prima de Lovello, aseguró que la familia Luna nunca perdonó que la víctima haya declarado en contra de Agustín y atribuyeron el fatal desenlace a esta situación.
Lovello se acercó a dialogar con Luna, quien se aproximaba caminando sobre calle Aulí con su hijo de cuatro años en brazos. El cruce de palabras entre ambos duró pocos segundos: Luna increpó a Lovello, éste giró hasta quedar de espaldas al otro, ignorándolo, y emprendió el regreso a su domicilio.
Fue en ese momento cuando Luna sacó una pistola 9 milímetros y efectuó alrededor de cuatro disparos hacia la víctima, uno de los cuales ingresó por la zona de omóplato derecho y salió por el pecho, lo que luego le causó la muerte. Jonathan Luna escapó y continúa prófugo. No sólo lo busca la Justicia y la policía, sino también los propios vecinos, amigos y familiares que no quieren que regrese al barrio y prometieron venganza al grito de “si no hacen nada, haremos justicia por mano propia”.
Un barrio donde la historia
se repite y los actores también
Ramón Ángel Lezcano, murió a principios de este año por un enfrentamiento entre vecinos de los barrios San Miguel y El Caserito, ubicado a pocos metros. Por este hecho está imputado Agustín Luna, hermano del joven sindicado como autor del disparo que terminó con la vida de Lovello.
Jonathan Luna, siendo aún menor de edad, fue detenido por el asesinato de Leonardo Vicente López, ocurrido en 2009, cuyo cuerpo fue encontrado desnudo en una zanja en Las Provincias al 1.500 con claras señales de haber recibido una brutal golpiza.
El mismo joven fue quien atacó con un arma de fuego la vivienda de la prima de Lovello en diciembre pasado, caso por el que los vecinos aseguran se “encontraba con arresto domiciliario, el cual no cumplió”. En el mismo barrio, y por problemas entre vecinos, perdieron la vida Ezequiel Vargas y Joaquín Cresta.
Otra vez, a los tiros o a los puntazos
La palabra inseguridad predomina en los medios de comunicación a la hora de hablar de los índices delictivos y de la violencia presente en la sociedad. Cuando se habla de inseguridad, indirectamente la referencia divide entre el sector social “que la padece” y el que “la genera”. “Seguro” sería alguien libre, exento de todo peligro, daño o riesgo. Pero claro está que el uso cotidiano del término es erróneo. La seguridad no se mide sólo desde el punto de vista delictivo, sino también social: la seguridad de comer, vestirse, estudiar, tener salud y trabajar.
Esta inseguridad se vive todos los días de diversas maneras y predomina en los sectores marginados de nuestra ciudad. Es la que termina por expresarse a través de la violencia, donde una discusión por una mínima diferencia, en un contexto donde es habitual la manipulación de un arma, termina con un herido o en el peor de los casos cobrándose una vida. La barrera de la 11 de septiembre no se destruyó, sino que se corrió un poco más allá.
La muerte de Javier Lovello vuelve a poner sobre el tapete una realidad que no se puede tapar y es la violencia desmedida con la que se resuelven problemas intrafamiliares o barriales, donde se convive con todo tipo de inseguridades. En septiembre de 2009, el Fiscal Hernán Granda se hizo cargo de la UFI Nº 8 y a poco más de un mes de permanecer en guardia activa mostró una clara preocupación por las características de los hechos de violencia.
En ese momento, aseguró que el foco debía centrarse en lo social, ya que no se trata de personas aisladas, de hecho puntuales, sino que cualquier discusión deviene un hecho de violencia que termina con una persona herida o, como en este caso, muerta.
La desarticulación que existe entre los organismos del Estado acrecienta esta situación. Un menor que delinque no puede permanecer en una celda, en un pabellón, rodeado de delincuentes, si la intención es reinsertarlo socialmente. Tampoco el Estado garantiza a ese menor una posibilidad fuera de la cárcel.
Un detenido que cumple su condena es insertado en la sociedad sin un oficio y lleno de prejuicios.