Tomen Agua y metan goles
“Pepe” Geoghegan no sólo es una destacada figura del básquet local, sino uno de los que, con mucho esfuerzo, logró injertar ese deporte en un Club Náutico, construyendo la tradicional cancha como antesala del edificio principal.
Tras la puerta cancel se asoma un hombre de cabello blanco, con un bronceado suave, típico de las personas que pasan gran parte de los días al aire libre. Es alto, pero cuando se está al lado, es más alto aún. Supongo que verlo recuerda cuando uno iba a la escuela primaria y miraba a sus padres echando la cabeza para atrás. Sentado frente a la ventana de la característica ochava de su casa, da la sensación que la charla se desarrolla en la vereda, pero sin el ruido de los autos. Lleno de vida, sería la frase que mejor lo define, porque en cada una de sus palabras se nota la emoción y el sentimiento del disfrute diario y lo mejor de todo, es que tiene la capacidad de contagiarlo.
Del campo a la ciudad
José Pepe Geoghegan creció en Santa Lucía y, al igual que muchos chicos, en aquella época, tuvo que venir a San Pedro a terminar sus estudios. “Cuando llegué a la ciudad, enseguida me hice socio del Naútico, exactamente en el año 46”. Con entusiasmo empieza a describir su práctica de navegación a vela: “Nos subíamos a los paulinos y salíamos, a los 17 años ya era timonel”.
Por entonces el club no tenía mucha más oferta que la navegación, de ahí su nombre. Los socios podían practicar algo de tenis y también estaba la cancha de bochas, pero nada más.
A Pepe le atraía mucho el basquet pero en el Náutico, no estaba permitido. Junto a Kiko Keller se propusieron intentar convencer a la comisión para que les diera permiso y lo lograron.
Al menos así parece comenzar la historia… “Primero nos otorgaron el permiso, pero nos dijeron que no había plata. Así fue que conseguimos unos marineros que nos hicieron el cordón y nosotros de noche conseguíamos los escombros, parecíamos los presos picando ladrillos. Volamos un jardín hermoso que había en la entrada frente a la cantina y armamos la cancha, construimos las jirafas y un carpintero del club nos construyó los tableros. Teníamos todo listo, pero para que la asamblea aceptara tuvimos que salir a buscar socios que nos apoyen, sino nunca lo hubiéramos logrado”. Después de mucho esfuerzo en el año 51, estos dos sampedrinos inauguraron la cancha de basquet en el club, sin saber que se volvería un punto tan tradicional no sólo de la institución, sino del mismo paisaje costero.
La Iluminación
Cuando Keller y Geoghegan tenían todo armado, se presentó otro problema, las luces. Así fue que les pasaron el dato que en la estación de Depietri había unas columnas altas que podían servir. Hernández, tío de Pepe, lo conocía y fue en nombre de los basquetbolistas a preguntar y respondió “se han llevado todo, por acá, deciles que se vengan a la tardecita con unas palas y se las lleven”.
Pepe recuerda con mucha gracia este momento y dice “fuimos con la camioneta de Hugo Mantovani a sacarlas, pero le daba tanta vergüenza que se escondió, así que hicimos todo el trabajo solos con Kiko”. La cancha ya estaba iluminada sólo restaba armar el equipo.
El Equipo de Basquet
En esa época había siete equipos de Basquet en todo San Pedro y el mejor pertenecía al Club Paraná. Así fue que, para Náutico, entrar en los campeonatos no resultaba fácil. El alma del equipo de basquet de Náutico eran Pepe y Keller, los dos siempre juntaban al que quisiera jugar y se dirigían entre ellos o con algún voluntario. Sólo entrenaban los jueves. Daban diez vueltas al club y hacían unos cuantos rebotes entre amigos y conocidos. El resto era a “pura agalla”.
Pepe cuenta una anécdota. La define como uno de los recuerdos mas grandes de su vida” el 6 de Febrero del año 1952, jugamos con Paraná. A las 7 de la tarde me dicen que Kiko no jugaba porque había fallecido un tío, casi me muero. Paraná tenía en el equipo a Solmi, Gargiulo, Roberto Cejudo y al Ñato Belpolitti, todos jugadores de primera y nosotros éramos Bordeu, Figueroa, Horacio Cejudo, un rejunte bárbaro y le ganamos a Paraná 27 a 25.
Pero eso no es todo. Después del partido tenia que tomar el tren de la una que me llevaba a San Nicolás, para el Servicio Militar, así que me bañé y salí a los piques para la estación. Rodolfo Sierra me llevó. Pero en ese ínterin, desde el club, se enteraron que el tren venía con retraso y se aparecieron todos los de la barra con un ramo de flores y bombones a saludarme, como sería que un borracho me regalo $5 pesos. Cuando subí al tren el guarda me dio un compartimiento, esto muestra la magnitud del acontecimiento” concluye Pepe, entre risas.
Así fue como Náutico se ganó una estrella, además de un lugar en el basquet sampedrino.
Mil anécdotas
Al observarlo, “el Patón” (como le dicen muchos), uno ve a un hombre lleno de recuerdos vivos. Es como un libro de anécdotas del Náutico, dice que el club siempre fue como su casa. Cuenta con orgullo que a los 27 años ingresó en el Banco Español y que le encantaba ese trabajo, porque tenía el horario perfecto para poder disfrutar del club. En el verano salía del Banco a las dos de la tarde y se iba directamente al Náutico. “practique muchos deportes, pero yo escucho el pique de la pelota de basquet y me llama”.
En aquel entonces, se organizaban campeonatos locales y rara vez jugaban afuera. Sin embargo, “con el básquet solo viajé una vez, a Mar del Plata, fuimos con Solmi, pero en general se jugaba en San Pedro, Arrecifes o Junín”. Geoghegan modestamente cuenta todo el tiempo, que su privilegio de titular en el basquet del Náutico siempre se debió a su altura, y no a la gran destreza y habilidad que siempre demostró en cada encuentro. Lo que muchos no saben es que Pepe jugó ininterrumpidamente al basquet hasta los cuarenta años y que se resignó en parte, porque todos los días Queen, el Irlandes, de regreso de sus viajecitos a la isla pasaba por la cancha y le gritaba “Pepe ¿hasta cuándo vas a jugar al básquet?”.
Con respecto a su condición de titular en los partidos relata “en una ocasión, que jugábamos contra Independencia estaba Tito Pocholú que también jugaba de vez en cuando. Pero en esta oportunidad prefirió dirigir. Por mi estatura siempre me ganaba el puesto de titular pero por única vez no lo tuve porque Tito me dice,- vos Patón te quedás afuera. Al día de hoy bromeamos con esta anécdota, porque él fue el único que se arriesgó a dejarme afuera.”
Son muchos años junto al deporte en San Pedro, da placer sentarse a escuchar los relatos de este gigante del básquet. Entre otras anécdotas, Pepe desliza… “Emilio Esteve en una oportunidad organizó las primeras olimpíadas, y de la ronda de ganadores, nos tocó a nosotros con el Náutico, y de la de perdedores fue Independencia. Luego competimos entre los dos clubes, Independencia nos ganó con el famoso juego subterráneo. Los de Náutico éramos todos muy altos, entonces uno de los de Independencia me amaga a pasar la pelota, yo salto para taparlo y me pasa la pelota por debajo entre las piernas, y así nos ganaron, no lo podíamos creer” cuenta Pepe. Pero todos los socios del Náutico estaban relacionados con la actividad a pesar de no practicar el deporte, el Dr. Liljhestrom tenía un auto convertible y los llevaba por toda la ciudad. Geoghegan nos cuenta “un día, como habíamos ganado bien, el doctor nos invitó a comer a lo de Mantovani que en ese momento era muy conocido y caro, -“yo invito”- nos dijo y comenzó a pedir, bajame esa botella y aquella traeme esto lo otro, y nosotros mirábamos porque éramos unos rata bárbaros, no teníamos ni un peso. Cuestión que en medio de la cena lo llaman de la clínica que había un tipo que se estaba muriendo y salió disparado. Casi nos morimos entre todos juntando lo que teníamos para pagar la cuenta, sino no podíamos irnos. Pobre, el doctor no sabía como arreglarla pero ninguno se enojó, al contrario, porque siempre nos apoyaba con todo, hasta trató de devolvernos el dinero.”
La lista de recuerdos es interminable, los relatos increíbles, pero lo destacable es que siempre jugaban con el fin de divertirse.
En una de sus historias cuenta, “un día que jugábamos no teníamos a nadie para dirigir y andaba por ahí Rodolfo Sierra, que se ofreció como DT. En el primer tiempo íbamos muy parejos y en el segundo nos llama, nos mira serio y dice “tomen agua y hagan goles”, desde ese día quedó la frase y agrega, “un día vino a dirigirnos un tal Fonseca, de Zárate, era de esos tipos nocheros y pintones. Nos llevó a jugar a su ciudad, terminaron todos saliendo, borrachos, perdieron como perros, fue un desastre”, comentaba Geoghegan risueño.
El equipo del Náutico siempre funcionó con recursos propios, el club cedió sus instalaciones, pero en general, los gastos los cubrían los propios jugadores. Al respecto de eso Pepe cuenta “teníamos una pelota blanca que nos había regalado un socio que ni siquiera jugaba al básquet. Era muy llamativa y a todos les gustaba. En esa época no se podía cobrar entrada al partido, entonces armamos una rifa donde el premio era la pelota. Se la vendíamos a todos los que iban a los partidos pero siempre nos quedábamos con algunos números. Después realizábamos el sorteo y nunca se lo ganaba nadie, porque siempre salían los números que nos habíamos quedado nosotros. De ese modo recaudábamos fondos y no nos quedábamos sin pelota. La alcancía también era una herramienta para poder recaudar.” Con travesuras como estas los chicos del básquet de Náutico, lograban comprarse camisetas, pelotas, o se pagaban los viajes a otras localidades. Pepe Geoghegan, nunca dejó de jugar, compartió equipo con todas las generaciones del club, incluso con sus propios hijos, su último encuentro fue hace unos años en un partido de veteranos organizado por el club.
Chicos for export
En San Pedro, hubo buenos jugadores siempre. Dos basquetbolistas llegaron a jugar profesionalmente. El primero fue Diego Maggi, un joven que a sus 14 años medía 1,92 y prometía ser un gran jugador. Pepe cuenta como llegó Maggi “era un pibe bárbaro, jugaba bien pero le costaba mucho entrenar porque era tan alto que necesitaba fortalecer las rodillas. No me voy a olvidar nunca cuando un día entré al club y lo vi jugando al fútbol con otros chicos y pensé qué hace este grandulón con esos nenes, pregunté y un amigo me dijo son los compañeros de la escuela. Les sacaba más de una cabeza a cada uno. En un partido en Zárate lo vieron y se lo llevaron a Ferro. Un día me llamó porque había un encuentro con Brasil. En el medio me llamó para sacar una foto en la cancha. Maggi, dos brasileros super conocidos y yo, no me olvido me dijo, para que te lleves de recuerdo y para que en algún lado parezcas enano, claro ellos están todos arriba de los dos metros.” Otro chico que triunfó es Martín Fernández, llegó a primera y tuvo varios logros, “en un momento el básquet del Náutico andaba bárbaro pero luego muchos de los buenos se fueron a estudiar y se disgregó bastante. El básquet está desapareciendo en la ciudad porque ahora los chicos tienen que ir a las localidades vecinas para jugar, el Náutico sin querer fue sacándole jugadores a los otros clubes y hoy no hay campeonatos locales”. El profesionalismo del deporte hace que los costos para mantener un equipo de básquet sea muy alto. En una época el Náutico traía jugadores americanos pero eran costeados por empresas, hoy en día no se puede solventar los costos de mantenimiento necesario que requiere un equipo de primera.
No sólo del básquet vive el hombre
La otra pasión de este veterano del básquet, es la náutica. Indefectiblemente, como todos los socios de la época Pepe aprendió a navegar y desde muy joven participó en regatas. “La primera vez que fui a Mar del Plata fue con Eduardo Farré, a correr una regata y también lo acompañé a Olivos”, cuenta el timonel. Pero de náutica también tiene anécdotas, “en un viaje al Lago San Roque, también junto a Farré no teníamos ni un peso y nos llevamos nada más que 20 pesos, que no nos alcanzaban para nada, tuvimos que volvernos a dedo, fue una aventura muy divertida”, relata Pepe. Pero si de aventuras se trata Geoghegan tiene en su haber una de piratas, en el año 54 fue integrante de una de las hazañas náuticas de las más famosas de la historia del club. Junto a Facundo Larrondo, Vicedirector del Colegio Normal y que era dueño de un barco, además de su sobrino Juan Carlos Rosito salieron a navegar por un rato, a dar una vuelta por el Paraná. “Yo tenía 23 años, salimos el 5 de Febrero a dar una vuelta y volvimos el 23 de abril, nos fuimos para Brasil estuvimos viviendo arriba del barco todo ese tiempo y nos arreglamos como podíamos. En ese momento no teníamos ni radio para comunicarnos, mucho menos instrumentos, todo fue por conocimiento e intuición. Rebajé como 14 kilos, comíamos lo que teníamos o conseguíamos”, la odisea hasta Río de Janeiro, duró unos tres meses y las familias de los tripulantes estaban muy preocupadas.
Cuando aparecieron, los recibieron todos con mucho entusiasmo y fue tal el acontecimiento que los socios organizaron una comida como agasajo. “Hace 11 años me compré un velero, por consejo de mis hijos y es otra excusa para ir al club”, comenta Pepe. Otro deporte que practica es el tenis, ya que fue junto con el Yachting, uno de sus primeros pasos en las actividades del Náutico. Pepe Geoghegan está orgulloso de ser parte del Club, porque es como su hogar, pero más orgullo siente cuando ve a los chicos jugar en la cancha de básquet. En sus propias palabras “varias veces intentaron sacar la cancha de ese lugar y reconozco que muchos argumentos son buenos, pero cuando me consultan, mi respuesta siempre es la misma, espero no estar el día que eso pase”.