Menudo susto se pegó días atrás un trabajador sampedrino cuando un móvil policial lo persiguió para identificar la bicicleta en la que circulaba raudamente hacia su trabajo. Minutos antes, enterado que ya llegaba tarde a cumplir con su deber diario y notar que su moto tenía una de las gomas pinchadas, recurrió a su vecino de toda la vida para pedir auxilio, amigo que le cedió una bicicleta para que se trasladara. De ninguna manera pensó en lo que le sucedería minutos más tarde, a punto de llegar a su trabajo, cuando una patrulla acudió a un llamado de una tercera persona que lo había interceptado mientras lo acusaba de ladrón y de ser el culpable de transitar en su rodado, recientemente robado. Todos, bicicleta incluida, fueron a parar a la Comisaría, donde se esclareció el caso. Afortunadamente, la amistad quedó intacta porque ninguna de las personas era culpable de delito alguno. Sólo una compra de buena fe que devolvió al damnificado su querida bicicleta.
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