Todo un barrio espera impotente un desalojo judicial
Después de una custodia policial insólita en una vivienda tomada por delincuentes, los vecinos de Alvear al 400 esperan que la justicia expida una orden de desalojo para recuperar la tranquilidad. Dicen que desde hace varios meses, los jóvenes que allí viven, y tienen frondosos prontuarios, los mantienen en vilo porque caminan por los techos, amenazan y roban. Uno de los acusados, es “Javito” Duarte.
Según relatan los vecinos, hasta hace unos meses, en ese barrio todavía se podía dormir en paz, tomar mates en la vereda y dejar lo que quisieran en los patios. Pero en dos meses todo cambió. Es muy común escuchar ruidos en los techos o ver caminar a otros “vecinos” que tomaron una vivienda por los tapiales “como si fuera una peatonal”. Parece una exageración pero es así. De las viviendas de esas manzanas han desaparecido, bicicletas, ropa, sillas, mesas, herramientas y hasta algún secarropas o electrodoméstico fácil de transportar. El barrio en cuestión abarca la zona comprendida entre la calle Alvear desde Ituzaingó hasta 11 de Septiembre, aunque otras cuadras cercanas también habrían sido blanco de los mismos delincuentes. Este perímetro afectado, se encuentra a tan sólo tres cuadras del centro pero el epicentro de los disturbios es una vivienda ubicada en Alvear al 400 donde hasta hace pocos días vivía una persona con algunos problemas de salud, que fue prácticamente desalojada por estos sujetos que de a poco se fueron adueñando del lugar.
Corridas
y custodia policial
En este medio, recientemente se publicaba la desesperación de los habitantes que sufren esta constante inseguridad pero en ese momento incluso por pedido expreso de ellos se evitaba dar detalles del lugar y de los responsables. Hace tres semanas atrás, los Capitanes Peralta y Ortega se reunieron con los vecinos para conocer la preocupación de éstos sobre lo que estaba ocurriendo. Se esperaba entonces, que la policía interviniera una vez recibida la orden de allanamiento correspondiente. La semana pasada, en horas de la noche, los mismos sujetos habrían intentado usurpar y robar en una casa deshabitada ubicada en la esquina, pero un llamado oportuno dio aviso a la Comisaría y a partir de allí comenzó a actuar directamente la policía. Cuando las patrullas arribaron al lugar se produjeron corridas por toda la manzana, algunos de los jóvenes escaparon por los techos mientras otros decidieron saltar de patio en patio hasta reunirse todos en la vivienda en cuestión. Los efectivos policiales intentaron darles alcance poniendo en riesgo su integridad física cuando uno de los delincuentes pisó sobre las chapas de un techo y milagrosamente aterrizó sobre un ropero, evitando una caída que podría haberle traído otras consecuencias. Todos los sujetos se atrincheraron adentro de la casa, pero la policía no pudo detenerlos porque jamás llegó la tan necesitada orden de allanamiento de la fiscalía. Se decidió entonces, instalar una custodia policial que se mantuvo hasta el mediodía siguiente, cuando finalmente el fiscal de turno indicó que se aguardaría la obtención de una orden de desalojo. Al cierre de esta edición, esa orden tampoco había arribado y mientras tanto, el barrio se mantenía sumido en el temor y la impotencia.
Esperando
el desalojo
Los responsables de la inmobiliaria encargada de la administración de la vivienda en cuestión, confirmaron a este medio que había sido alquilada a una persona de apellido Azula hace seis años. Pero hace un año, el inquilino dejó de ser regular con los pagos mensuales y desde entonces se lo comenzó a intimar aunque jamás respondió. Por este motivo, es que el propietario –una persona mayor que vive en la localidad de San Miguel- y la inmobiliaria consideraron que las instancias se agotaron y se espera que en cuestión de horas la justicia decida el desalojo.
En un primer momento, Azula vivía allí con su esposa y su pequeña hija. El desempleo y otros problemas personales hicieron que la relación de la pareja se deteriorase hasta que hace dos años la mujer se marchó junto a la niña.
El dueño de casa comenzó a verse desmejorado, y una nueva parte de la historia comenzó a escribirse hace un año atrás aproximadamente cuando a su domicilio llegó Rubén “Tali” Astorga, un conocido ex boxeador de nivel nacional que después de retirarse de la vida deportiva, comenzó a tener problemas con la justicia y a quien se le cuenta el cumplimiento de una condena en el penal de San Nicolás. Astorga se mudó con Azula, y habría sido el nexo con el resto de los jóvenes que empezaron a frecuentar la vivienda hasta radicarse definitivamente allí. Eran caras conocidas que habitualmente desfilan por la Comisaría o el penal.
La tranquilidad del vecindario cambió. El propio inquilino, debió soportar todo tipo de agresiones y desmanes de los supuestos amigos de Astorga en las frecuentes visitas hasta que le usurparon el lugar. Cuentan los vecinos, que Azula se pasaba gran parte del día en la calle cuidando autos y tratando de juntar algunas monedas. Pero la semana pasada, cuando regresó a “su casa” en horas de la noche se encontró con varias personas que no le permitieron dormir. El mismo confesó a una vecina que “comenzaron a saltarle sobre la cama y arrojarle vino en su rostro”, y pidió ayuda porque se sentía descompuesto. Lo internaron entonces en el hospital por unas horas hasta que fue trasladado a un neuropsiquiátrico de Pergamino, donde se recupera. Actualmente, Astorga tampoco es visto por los vecinos en la casa de la calle Alvear pero sí Carlos Javier Duarte, un joven de 22 años más conocido como “Javito” y quien convive con una mujer y dos niños de corta edad. El parece haber quedado a cargo de la casa y se niega a marcharse. Pide una oportunidad para trabajar y una vivienda donde criar a sus hijos, por lo que también la Secretaría de Desarrollo Humano interviene para evaluar el caso. Duarte sostiene que quiere empezar una nueva vida y reclama la comprensión de la sociedad en la que pretende insertarse. Sin embargo, un día después de los sucesos que alarmaron al barrio y que dieron intervención a la policía, un patrullero debió acudir al mismo domicilio por un llamado en el que se acusaba a Duarte del robo de una bicicleta. Un ejemplo más de los reclamos de un barrio que todavía no puede recuperar su tranquilidad, y que parece ser poco escuchado por la justicia.