Todo indica que el crimen de Néstor Sabbioni fue un caso pasional
Una persona allegada cuya identidad se mantiene en reserva, dijo que la mujer acusada de matar a martillazos a Néstor Sabbioni el jueves pasado, confesó el crimen ante su marido diciéndole que lo mató para “defender a su familia porque él había comprado un arma recientemente”. Asegura que tomaba tranquilizantes y que “decía mentiras” permanentemente para encontrarse con su amante. La fiscal Verónica Marcoantonio confirmó que la mujer declaró y “contó su propia versión” de lo ocurrido. Dijo que todos los elementos apuntan a la mujer como la autora material del crimen y anticipó que en los próximos días pedirá la prisión preventiva. El asesinato cruzado por una enfermiza historia de amor e intereses se convierte en uno de los casos policiales más impactantes de los últimos tiempos.
La policía asegura que Ana Graciela Miño Demarco se mostró fría y despreocupada cuando la detuvieron en su propia casa, la noche del viernes pasado.
Con la misma frialdad, la noche anterior le había dicho a su marido y a su hijo que se iba al Hospital a cuidar a una mujer, aunque en realidad se dirigía a reencontrarse con su propia víctima, Néstor Sabbioni, su amante desde hacía cuatro años. El hombre al que supuestamente ella había golpeado horas antes con un martillo en la cabeza.
La autopsia indicó que fueron ocho los golpes detectados en la zona parietal que provocaron múltiples fracturas y pérdida de masa encefálica. Lo golpearon en la cama, mientras él estaba acostado y sin que pudiera defenderse.
Cuando los agentes llegaron a la casa de Ana Demarco en Combate de Obligado al 1058, el marido les abrió paso sin problemas. Pero ella sí reaccionó tratando de impedir que entraran. “No tenemos nada que ocultar”, habría dicho su esposo, dando paso a los policías. Ella se encerró entonces en el dormitorio, tomó el arma, una pistola Versa calibre 22 largo, que había traído de la casa de la víctima y hasta forcejeó con una agente femenina que había ido especialmente para detenerla. En el ropero, hallaron envuelto en una sábana y ensangrentado el martillo homicida, que hasta tenía restos de cabello del hombre al que había matado. También se encontraron ropas manchadas de sangre, y una cadenita que le pertenecía. Para cerrar el círculo, la policía encontró en su llavero una copia de la llave de la casa donde se produjo el terrible homicidio, el jueves 10 de Agosto. Horas antes, en declaraciones a La Radio había repetido que “no tenía esa llave”.
“Todo lo que ella decía eran mentiras”
Un familiar que solicitó a este medio estricta reserva, accedió a dar detalles de la vida de Ana Graciela Miño Demarco, quien sigue detenida en la Comisaría acusada de matar a su amante en particulares circunstancias.
“El marido la fue a ver con el hijo, para llevarle ropa, y la vieron tranquila. Les dijo que ella lo había matado a Sabbioni para defenderlos, porque él se había comprado una pistola para matarlos”.
La historia que se conoce de Ana Graciela se remonta a unos 15 años atrás, cuando ella tenía 18, y mantenía un romance oculto con Hernán “Bochi” Llorens, el padre de su hijo y el hombre con el que vivía en la casa de Combate de Obligado. El estaba casado y vivía con su mujer y sus dos hijas. Pero cuando Ana Graciela quedó embarazada, se separó y la llevó a vivir con él a la misma casa donde fue detenida, la propiedad donde funciona además el bar “5 mentarios” de Llorens.
“Ellos estuvieron separados. Hace dos años ella se fue a vivir con su madre, que vive en la bajada del puerto, y él se quedó solo con el hijo. Pero después, Ana volvió por el chico y siguieron viviendo en una relación que muchos no entendían”. Supuestamente, la pareja estaba separada pero bajo el mismo techo, y así continuó hasta la pasada semana.
“Todo lo que ella decía y hacía era mentira. Vivía de mentiras. El viernes a la tarde, cuando ella entró a la casa, el marido cortaba el pasto en el fondo. Escondió en el ropero el arma y el martillo. Después le dijo al esposo que estaba trabajando en la casa de una señora que queda atrás de la Escuela Normal, y que tenía que ir a cuidarla porque estaba internada, y él hasta la llevó en el auto al Hospital”, confirmó este familiar. Eso ocurrió alrededor de las 23,30 horas, supuestamente después de que Miño regresara de la casa de Sabbioni que ya había sido hallado moribundo.
“Siempre mentía. Decía que se iba a Buenos Aires a estudiar peluquería, se subía al Chevallier pero se bajaba en la ruta”, explicó.
La misma persona aseguró que Ana Graciela tomaba pastillas “tranquilizantes” aunque se desconocía de qué marca o tipo. Tampoco estaban al tanto de que ella estuviera bajo algún tratamiento médico con algún profesional.
“Vivía a pastillas y al marido, algunos amigos que iban al bar lo veían raro, por eso sospechaban que ella le pusiera algo en el mate”, dijo.
Un caso pasional
La Dra. Verónica Marcoantonio es la fiscal que llegó el viernes a San Pedro y que instruye la causa por el crimen de Néstor Sabbioni. La funcionaria habló con La Opinión y confirmó que Miño había prestado declaración indagatoria pero se negó a dar detalles de lo que la acusada dijo. “Ella dio su versión de lo ocurrido”, explicó agregando que, aunque aguardan las últimas pericias que se están realizando en La Plata sobre el arma homicida para corroborar si la sangre y los cabellos eran de la víctima, y constatar posibles huellas, igualmente todos los elementos de la investigación apuntan a la mujer como la única autora del crimen y por eso la fiscalía solicitará en los próximos días la prisión preventiva. En principio se mantenía abierta la hipótesis de una tercera persona involucrada, pero la fiscal dijo que la descartaba “después de la declaración” brindada por la mujer.
Marcoantonio aseguró que se trata de un hecho netamente pasional, y que no habría ningún móvil relacionado con cuestiones económicas, porque no se encontró documentación o dinero que pudiera relacionarse con el caso. Pero dijo que todavía restan tomar declaraciones a algunos amigos de la víctima que podrían ofrecer otros datos. “Tenemos que tomar testimoniales en San Pedro y todavía aguardamos el resultado de la autopsia que hizo el Dr. Dubini porque sólo tengo un panorama que me brindaron vía telefónica” dijo la fiscal.
Otra de las hipótesis que también descarta la fiscalía, es que la víctima o la propia acusada hayan estado bajo los efectos de algún narcótico. “Es difícil comprobar eso. No puedo afirmar que estuviera drogado o dormido en el momento del ataque. Y en cuanto a ella, por los dichos del hijo tomaba pastillas para dormir, pero no secuestramos en la casa ningún medicamento”.
El último día de la víctima
Néstor Sabbioni tenía 64 años. Vivía en una casa de dimensiones pequeñas, de un solo dormitorio y ubicada en el barrio del Club Independencia, en Ansaloni 650.
El jueves a la noche, tenía programada una cena especial con sus amigos más cercanos. El motivo era festejar su cumpleaños, que había sido el pasado 25 de Julio.
Por eso él compró ese mismo día el lechón y lo llevó a una panadería para que lo asaran. A las siete de la tarde, según le dijeron, debía pasar a retirarlo. Pero nunca fue y tampoco concurrió al lugar donde lo esperaban sus amigos. Por eso uno de ellos, Lito Beneventana, el propietario del cine teatro La Palma, fue a su casa alrededor de las 11 de la noche para averiguar qué le había ocurrido. Lo acompañó otro amigo y al llegar, en la vereda del domicilio, se encontraron con Ana Graciela Miño Demarco.
La mujer, de 34 años, les dijo que no poseía llave y que tampoco lo había visto ese día, solamente mantuvieron una conversación telefónica alrededor de las 16 horas.
Como nadie respondía a la puerta, la mujer decidió levantar la persiana del dormitorio de Sabbioni porque la ventana de esa habitación da sobre la calle. Así fue como escucharon un ronquido que les llamó la atención. Beneventana tomó una linterna de su automóvil y con ella iluminó parte de la habitación, y pudo así ver que Sabbioni yacía en la cama, tapado con una frazada que estaba manchada de sangre. Sorprendido por este detalle, y con discreción para no alarmar a Demarco, llamó a la policía.
Los efectivos que llegaron, como la puerta estaba cerrada, intentaron entrar por una propiedad lindante, ubicada en la esquina Saavedra y Ansaloni, cuyo patio se comunica con el de la vivienda de Sabbioni. Pero descubrieron que también la puerta trasera estaba cerrada, y por eso decidieron forzar la de calle para ingresar.
Así descubrieron a la víctima acostada en la cama, moribunda, presentando un terrible golpe en la cabeza con pérdida de masa encefálica. Había vomitado y en dos almohadas aparecían inmensas manchas. Los rastros de sangre continuaban en el respaldo de la cama, y seguían en salpicaduras hasta el techo de la habitación.
Convocaron a una ambulancia del servicio 107 que lo trasladó inmediatamente al Hospital, pero el cuadro era irreversible. Minutos antes de las 8 de la mañana, se produjo su deceso. Más tarde, los médicos confirmaban que una tomografía realizada posteriormente al ingreso, alrededor de la una de la mañana, daba cuenta de múltiples fracturas en el cráneo, en la zona parietal, provocadas por uno o varios golpes con un objeto contundente del que en principio, se desconocían las características.
El celular
La policía comenzó a sospechar de Ana Graciela Miño cuando trasladaron a Sabbioni malherido al Hospital. Los agentes buscaron en la casa, sin éxito, el celular de la víctima, porque los amigos e incluso ella habían confirmado que no lo contestaba desde hacía horas. Pero cuando el médico de policía y otros efectivos se encontraban en el nosocomio, descubrieron a Miño con el aparato telefónico en su mano. Cuando le preguntaron cómo había llegado a su poder, dijo que en un pasillo una mujer se le había acercado y le había dado el celular para que ella lo devolviera a la familia de la víctima. Pero aunque se consultó al personal del Hospital, nadie sabía semejante versión.
A pesar de la sospecha que se cernía sobre Miño, sobre todo tras las declaraciones que efectuó por la mañana temprano en La Radio, la fiscal en principio le tomó declaración y la dejó en libertad hasta que horas después dio la orden necesaria para que la policía la detenga y allane su casa en busca de mayores pruebas.
Una herencia menor
Aunque la fiscal descarta un móvil económico, allegados a Sabbioni confirmaron que él había cobrado una herencia familiar el lunes anterior al crimen. La suma no sería superior a los $ 3.000 y provendría de la sucesión de un tío suyo. “Esa semana él compró una bicicleta, que dijo que era para su hermana, y pagó con cien dólares”, dijo una fuente.
Esos datos seguramente deberán ser certificados por la fiscalía, al igual que otros hechos puntuales enmarcados en la tortuosa relación entre Sabbioni y Miño. “Ella era una seductora, imaginate un hombre de más de 60 con una chica de 30”; explicó un amigo.
Dos hechos puntuales que fueron parte de los testimonios que recibió la fiscal, son contundentes. Uno ocurrió hace dos años, cuando le robaron un televisor sin violentar ninguna cerradura e intentaron incendiar su casa cuando él estaba dormido. Nunca se conoció al responsable, pero los amigos siempre tuvieron sospechas de alguna persona allegada a él. En el mes de Junio pasado, nuevamente fue víctima de un robo similar cuando desa- pareció su televisor, y entonces las sospechas se incrementaron.
“El nunca me quiso decir por qué pero estaba asustado”, dijo Juan Rolla, un amigo que todos los días tomaba mates durante la mañana con Sabbioni, y una de las pocas personas que tenía contacto diariamente con él porque todos los vecinos y allegados reconocen que era una persona reservada. “Estaba preocupado, asustado, el lunes me dijo que compró una pistola y que esperaba los papeles. Le decíamos en broma que él no tenía ni calzoncillos, que quién le iba a hacer algo. Pero algo raro le sucedía”, relató. Por eso quizá, dormía con una escopeta apoyada en la pared de la habitación, tal como fue hallada cuando lo encontraron moribundo. Por el mismo motivo, habría comprado otra arma de fuego, el mismo revólver que estaba en manos de Miño cuando la policía la detuvo.
El último día
La reconstrucción de las últimas horas de Sabbioni antes de ser brutalmente atacado, demuestran que no esperaba semejante desenlace.
Beneventana fue una de las últimas personas en verlo el mediodía del jueves. Lo acompañó a comprar el lechón y a llevarlo a la panadería para que lo asaran. Una vecina confirmó que lo vio estacionar la camioneta con la que trabajaba, en la puerta del domicilio alrededor de la una de la tarde y que pasadas las dos se marchó nuevamente. Era su rutina habitual.
Otros testigos aportaron más detalles, como por ejemplo, que a las 17 horas pasó por un lavadero ubicado en Las Heras y Pellegrini a retirar ropa, y luego por la Colombófila por un viaje que debía hacer. Después de ese recorrido, regresó a su casa.
Una hipótesis indica que se podría haber acostado a dormir y mientras descansaba, fue atacado sin llegar a defenderse. Pero también es improbable que haya sospechado del agresor porque evidentemente, quien entró a la casa era de su confianza y esto estaría demostrado porque no violentó ninguna cerradura.
“Era raro, hacía años que vivía acá pero nunca mantuve ni una conversación con él porque era una persona reservada, diría que hasta un poco hosca”, manifestó un vecino que vive a escasos metros de la casa del occiso. En los mismos términos se refirió a él, Adrián, un joven que vive en la casa de la esquina y por donde la policía ingresó al patio de Sabbioni la noche del jueves. Pérez explicó que Sabbioni se había mudado a esa casa unos 18 años atrás, pero dijo que su casa era frecuentada por pocas personas, y en el último tiempo por Ana Graciela, la pareja. Por su personalidad, y también por la ausencia de signos de violencia, Pérez y las personas que entraron a la casa pensaron en principio que Sabbioni había atentado contra su vida. “La mujer que era su pareja me dijo que era una persona que a veces se deprimía, se bajoneaba”, dijo Pérez.
Extrañas relaciones
Bernardo Sabbioni, el hijo del occiso fue el único familiar directo que se presentó a declarar ante la fiscal Marcoantonio el viernes, recién llegado de Villa Ballester, la localidad en la que vive en el gran Buenos Aires.
El hombre reconoció que no mantenía una relación estrecha con su padre, con quien no hablaba desde el día de su cumpleaños, el 25 de Julio y también desconocía la intención de su padre de vender la casa de Ansaloni 650, única propiedad que poseía.
Según datos de familiares, la vivienda fue construida en parte del terreno que le cedió un tío que actualmente vive en Buenos Aires y que es el propietario de la casa contigua. Ese familiar mantenía una relación con Sabbioni pero periódica porque sólo venía una vez al mes a San Pedro, según manifestaron los vecinos.
En la ciudad, otros primos y parientes del occiso reconocieron que lo veían poco o casi nada, y que también con ellos era reservado con respecto a su intimidad. Por eso muchos desconocían detalles de su relación con Ana Graciela, con quien supuestamente pensaba casarse a fin de año, según ella misma sostuvo. Exceptuando algún amigo más directo como Lito Beneventana, pocos sabían de esta decisión de formalizar. Beneventana dijo que a él se lo había comentado en una oportunidad y que le dijo que pensaba también iniciar un negocio junto a ella. Pero en los cuatro años que fue su pareja, hubo peleas y reconciliaciones que indicaban altibajos. “No era muy claro pero nosotros no nos metíamos”, dijo.
Comprometido y romántico
Néstor Sabbioni se hizo conocido en San Pedro por su manifiesto interés por los temas de la ciudad. Desde su llegada se involucró en instituciones y organizaciones comunitarias. Con un grupo de amigos entre los cuáles se destaca Aníbal Sabatini conformó una agrupación política que participó de elecciones desde mediados de los 90. El propio Sabbioni fue candidato a Intendente en 1999 y volvió a presentarse como candidato a concejal en elecciones siguientes con los sectores de Rico y Patti entre otros. Actualmente era delegado de la Coopser, había conformado la lista “azul” y reservado el mismo color para las próximas elecciones del mes de Septiembre. La personalidad de Sabbioni, incluye un pasado en la Fuerza Aérea, varios trabajos diferentes en otras ciudades, y hasta una afición por la radio, porque tuvo un programa en la emisora que posee Beneventana en el edificio del cine La Palma. Pero desde que había comenzado a trabajar en La Colombófila como chofer del transporte, tres meses atrás, había abandonado esta pasión por falta de tiempo. Los amigos, en broma, le decían “el mimoso” porque leía poesías y le gustaba hablar de temas románticos. “Era una persona incapaz de hacerle mal a alguien, por eso resulta tan injusto cómo murió”, dijo uno de ellos.