“Terapia sensitiva”, la carta de un paciente para los trabajadores del hospital
Esteban envió un escrito que dedicó a los trabajadores de Terapia Intensiva del Hospital de San Pedro. Aguardando una tomografía, dedicó unos minutos para agradecer en palabras "el amor, comprensión, compañerismo y responsabilidad".
Cualquier día de la vida se desenfoca trivial, a veces puede ser un gran día, pero otras como en este caso, ante un impensado episodio, torpe, lúgubre, extraño y aun sin una teoría que pueda explicar algo de mi imperceptible viaje al desierto de las almas, sin tener idea ni recuerdo de nada.
La parte inicial es relevante solo para explicar por qué terminé en la terapia intensiva del hospital zonal. Miércoles de festejo casualmente número 13 del pequeño fanático del básquet, después de una tormenta intensa con viento y mucha agua, salieron los niños a jugar como disparados de energía, la mala predisposición de la gente del club, terminó en un partido familiar en la cancha llena de charcos, lo que derivó en esta historia. Todo lo que recuerdo es intentar hacer un movimiento divertido para los presentes y por la adultez en la que estoy transitando, decido a mitad de camino no hacerlo… recuerdo frenar en medio del charco y mis pies se despegan del piso, el segundo que le sigue es en la puerta del hospital donde me bajaban en camilla, mientras les decía estoy bien, puedo caminar eh, ante la atónita mirada de todos, quédate tranquilo decían, mientras de pasada veo pasar con una terrible cara a La gringa, mi compañera eterna.
Una vez dentro totalmente despierto, con suero, cables en el pecho, y el medidor de presión transitando tranquilo mirando el techo, comienza mi tonta aventura casi con vergüenza empieza por describir mi cuanticidad interior, porque tengo contado que llevo 10,8 litros de pis, 2 comidas sólidas de aproximadamente 400 gramos cada una, 3 litros de agua, 3 té con y sin azúcar, 4 gelatinas, 2 sueros, 4 medicamentos, 2 extracciones de sangre, siendo sábado 18/4/23 14 hs, y mi ingreso se produjo jueves 16/4/23 a las 00:05 según datos confirmados posteriormente, en un mundo desconocido, nuevo, extraño, vacío y con olor a viajes sin retorno.. pero acá es donde me detengo a agradecer y sentir que son parte de los buenos finales, a todos los integrantes del servicio a cargo de quien no sabía los nombres hasta que logré averiguarlos: Chiqui, Karina, Valentina, Gabi, Gabi Sanchez, Gladys, Mirna, Jesica, Manuel y Petucho.
Uno se entera de las historias de vida sin siquiera pretenderlo, en su día a día, que los perplejan, en las charlas cotidianas, párrafo subrayado al señor de canas que está al volante de la ambulancia, remera verde flúor esperanza y una picardía única, llena de color. Un lugar tan tétrico como esta sala donde lo incierto es una constante realidad, de corazón radiante, todo se contagia de luces entre ellos y se proyecta en cada paciente. Ayer mismo verlos reír, jugar entre ellos con palabras graciosas, haciéndonos olvidar la situación en la que estemos cada uno, mientras tanto también pelean por sus pagos, injusticias municipales, pero no viene al caso, aunque es un tema a revisar en algún momento. Porque nada les cambia el amor, comprensión, compañerismo y responsabilidad, por lo cual felicito y resalto a cada uno de este equipo maravilloso por ser parte de nuestra recuperación.
A veces hay casos que esas cosas no ocurren, por esas cuestiones exclusivas del cuerpo de turno, porque como vengo mencionando su compromiso es sublime y energético, almas entrelazándose con biologías independientes solventadas por medicaciones prometedoras. Pero esa paz que habita el aire, poder sentirse tranquilo en este horrible lugar para uno, gracias a todo este cuerpo médico y de enfermeras a cargo responsablemente y atentos, activos a la preocupación de nuestro bienestar, los vi luchar con pacientes empapados en dolor sin empatía del cuerpo humano protector de sus latidos.
Ayer mi vecino de cama, Osvaldo de 75 años, agresivo por su estado de salud, les hizo tener que respirar, entender, después limpiar sus partes, teniendo que esquivar sus quejas verbales y físicas, así como al rato me toco esa rara secuencia de ducha corporal con trapos, la cual se torno agradable entre risas, dejarnos, mi vergüenza e incomodidad de lado con sus actitudes entrañables. Vuelvo al comienzo, gracias y dejo ese precedente como marca en mi historia dura, que tiene mucho por delante, lo que estoy seguro es que nunca podría tener el carácter y la paciencia de cada uno de ellos, que es lo que más admiración me provoca.
Una tonta caída me dejó 10 segundos en el suelo sin mis 7 gramos de alma, el universo puso un ser y me trajo de vuelta, aun no tengo una certeza de nada, de hecho no tengo idea de mi estado. En un rato la tomografía determinará como continua mi diagnóstico, pero acá acostado con el cuaderno y lapicera que me trajo mi compañera eterna la Gringa Mariela, parafraseando a un grande: GRACIAS TOTALES A TODO EL CUERPO MÉDICO Y DE ENFERMERAS DE TERAPIA SENSITIVA DEL HOSPITAL DE SAN PEDRO
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