Temporal: una historia repetida, por la que pagan los que menos tienen
Evacuados, daño y preocupación fueron las consecuencias de un temporal que repitió lo sucedido en 2014 y sobre el que hubo avisos semanas antes, que nadie escuchó. Hubo anegamientos en toda la ciudad, pero fueron vecinos de los barrios más humildes quienes reportaron los peores inconvenientes. La tarea de asistencia tuvo guerra de egos, bajadas de línea, aprendizaje para todos y todas, y la cuota de solidaridad que contribuye en estos casos a que los padecimientos no sean mayores.
El viernes 1 de abril la lluvia avisó. El agua que no pudo filtrar por los desagües tapados o mal construidos se coló por las cloacas, ventanas y puertas de viviendas de todo el partido de San Pedro. Hubo anegamientos, camionetas varadas, casas inundadas, vecinos que perdieron muchas cosas. Dos semanas después, el temporal se desató con la misma furia con la que se vivió en febrero de 2014 y el agregado de una creciente que alcanzó sus picos máximos por estos días.
Aquel 1 de abril, Bomberos tomó la batuta para dirigir un ejército de colaboradores que, desinteresadamente, trabajó para brindar soluciones a los damnificados. Esa tarea incluyó horas bajo la lluvia, efectivos caídos en una zanja y el cuartel convertido en un verdadero “call center” que recibía llamadas desde los cuatro puntos de la ciudad y desde los medios de comunicación, donde llamaban quienes no sabían a dónde dirigirse.
Dos semanas después, cuando los evacuados superan el centenar, los autoevacuados son incontables y el regreso a los hogares empieza en condiciones lamentables para vecinos que perdieron lo poco que tenían bajo el agua que se metió en sus viviendas, no está de más recordar que aquel 1 de abril hubo al menos un llamado telefónico que advirtió sobre lo que vendría. Nadie respondió.
La tormenta se desató esa noche. Con días de mayor intensidad y otros en los que sólo había nubarrones, cielo gris y humedad, el clima no mejoró sino hasta ayer martes por la tarde, cuando algunos rayos de sol comenzaron a secar el agua que aún quedaba como fiel testigo de lo que pasó y volverá a pasar si no se hacen las obras que corresponden.
En San Pedro y las localidades el peor momento se vivió entre la noche del pasado viernes y la mañana del sábado. En esas pocas horas cayeron 130 milímetros de lluvia hicieron estragos en todo el partido. Para la tarde, el caudal superaba los 200.
Calles anegadas, caída de árboles y postes de luz, viviendas inundadas y hasta el desmoronamiento de la barranca que “partió al medio” al menos una vivienda del barrio Bajo Puerto fueron los principales reclamos que se recibieron e intentaron ser solucionados en medio de la incertidumbre y desorganización que reinó durante gran parte de la mañana del sábado, cuando todavía una sorda disputa de egos impedía cumplir con el protocolo de Defensa Civil.
A media mañana ya había evacuados en el Centro Integrador Comunitario (CIC) y en el Instituto Sarmiento.
Mientras se evaluaba habilitar el Estadio para alojar a otras personas, en La Tosquera pedían a gritos que alguien facilitara la apertura de la escuela del barrio, donde finalmente pasaron la noche del sábado y el domingo unas 20 personas. El denominado “galpón de Giglio”, un espacio particular, sirvió, gracias a la buena voluntad de sus dueños, de resguardo a otros tantos vecinos a los que el agua les cubrió gran parte de sus viviendas.
Frente al CIC, el agua estancada ofició de pileta sin control para niños y no tanto, que peligrosamente se zambullían, jugaban a la pelota e ingresaban otra vez al edificio en busca de una gaseosa o del plato de polenta con salsa que trabajadores municipales habían cocinado para mantener el cuerpo caliente.
La Secretaría de Desarrollo Humano fue el lugar elegido para centralizar las donaciones de anónimos y de organismos oficiales. A ese mismo lugar acudían los damnificados. Ahí también hubo cierta desorganización.
Hasta habrían entregado colchones sin relevamiento previo, que terminaron en viviendas que a las pocas horas estaban inundadas de nuevo.
En medio de la crisis y como melones que se acomodan solos en el carro en movimiento, las rispideces y desconfianzas entre los múltiples actores que deben congeniar para el único objetivo de ayudar a los desprotegidos que sufrieron las consecuencias se fueron limando. La presencia de personal de Defensa Civil provincial contribuyó para que algunos entendieran que los que trabajaron ante el temporal de febrero de 2014.
Las soluciones fueron llegando, más tarde o más temprano, de a poco o de a mucho, pero llegaron. Las familias que el sábado a las 4.00 de la mañana llamaron desesperadas a La Opinión para contar que el agua les ganaba la puerta supieron esperar una asistencia que no siempre llegó a tiempo, pero que estuvo.
Era mediodía del sábado cuando en el Corralón el personal de Servicios Públicos paleaba una arena que hasta hacía un rato no tenían y que a nadie se le había ocurrido que podían ir a pedir a los cuestionados empresarios del sector, los mismos que reconocen que rompen todas las rutas porque si no pierden rentabilidad, por lo que difícilmente podrían negarse a tender una mano.
Barrio por barrio, casa por casa, arriba de tractores, con botas, palas y bolsones de arena, la tarea del sábado hasta entrada la noche y desde el domingo muy temprano fue contener el agua.
En los hogares, grandes y chicos levantaban los pocos muebles de humildes viviendas que no saben cuándo podrán volver a recuperar. En cada lugar, alguien lloraba porque lo mismo le había pasado en 2014, cuando el anegamiento golpeó a las mismas zonas: Los Aromos, Los Aromitos, Villa Igoillo, los barrios que rodean el CIC, el noroeste de la ciudad, la zona rural de Ruta 191 y Ruta 1001, Pellegrini, Salta, Almafuerte y Rivadavia al fondo, los nuevos barrios del sur, donde San Pedro creció sin demasiado control de las autoridades en los últimos años…. Más, claro, esta vez, los barrios costeros: El Amanecer, Las Canaletas, América, Bajo Puerto, Bajo Cementerio y La Tosquera.
En los centros de evacuación los chicos gritaban, correteaban y peleaban entre sí. Sus madres conversaban. Unos pocos hombres -la mayoría se quedó en las viviendas anegadas por temor a robos, que los hubo- hacían lo propio más allá. Las cocineras del CIC se sintieron gratificadas al recibir las gracias por parte de la Gobernador María Eugenia Vidal, que pasó a saludar el lunes por la noche (ver página 4). En los espacios dispuestos como dormitorios, los pequeños colchones daban un colorido que se mezclaba con los garabatos dibujados por los más chiquitos que ornamentaban las paredes.
Algunos se fueron pronto a sus casas. Otros esperaron la salida del sol. Unos cuantos permanecían ayer en los centros de evacuación, con la esperanza de que pronto puedan empezar con lo más difícil, la recuperación de sus hogares, donde la humedad y las marcas que deja el agua estarán grabadas durante un buen tiempo.
Afuera, en la calle, en los partidos políticos, en las mesas de café y en las tertulias que comparten quienes conocen la mecánica de funcionamiento de Defensa Civil desde las crecientes de los 80 y 90, los derrumbes de principios de siglo y los cada vez más seguidos temporales de la última década coincidieron en que es necesario revisar la actuación, no sólo de los “nuevos”, que llegaron al Gobierno hace cuatro meses, sino también de los que se quisieron aprovechar de ello.
“De eso se hablará después de que los evacuados vuelvan a sus casas, el agua baje y todo este normalizado”, dijeron. Como sostiene La Opinión hace mucho y convirtió en lema del portal provincial La Noticia 1 en 2009, “cuando todos sepamos todo, nada será lo mismo”. Por lo que es mejor estar preparados, compartir información, trabajar en los errores y mirar hacia adelante. El fenómeno climático El Niño se cierne sobre Latinoamérica con peso este año. La creciente rozó ayer los 4,60. Las lluvias persistirán durante todo el trimestre. Para las obras, bien dijo Salazar, “hacen falta tiempo y mucha plata”. Mientras tanto, los vecinos miran el pronóstico del tiempo, sacuden la cabeza y repiten, como en aquella graciosa publicidad televisiva pero con un tono que no deja de señalar preocupación: “No de nuevo”.
Leandro, un caso testigo
Con un pantalón corto azul y amarillo y descalzo, Leandro, un joven de menos de 30 años, subió y bajó la barranca decenas de veces desde las 2.00 de la mañana del sábado, cuando pudo sacar de su vivienda a su pequeño hijo, antes de que la barranca rompa por completo una de las paredes.
Desesperado, y sin obtener respuesta por parte del Comité de Defensa Civil, Leandro llamó a La Opinión en busca de soluciones. Una periodista de este medio fue la primera persona en acercarse hasta la vivienda.
Invadido por la angustia, pidió respuestas. Necesitaba salvar lo poco que le quedaba en el interior. Media hora después llegó la primera asistencia, por parte de Defensa Civil. Más tarde, una unidad de traslado llevó a empleados y funcionarios municipales.
Al cierre de esta edición Leandro contó a este semanario que hasta ayer nadie volvió a ver su estado. “Sólo vino mi suegro con Ramanzini, que me dio dos colchones”, dijo, molesto, y contó que necesita un par de zapatillas Nº 40, chapas, palos para apuntalar su vivienda sobre la barranca, junto a la de su hermano.
En la crisis, las diferencias
Todavía llovía en San Pedro cuando un funcionario le dijo a este semanario “llamá a ‘fulanita’ para ver si la podés ubicar, no sabemos dónde está, no nos atiende el teléfono”. La Opinión llamó y atendió. Era Karina Chiarella, la Secretaria de Desarrollo Social, que no sólo respondió el llamado, sino que además explicó en el aire de Sin Galera el detalle de las tareas que había emprendido desde la madrugada con los empleados de su área.
En Defensa Civil no había un coordinador claro. La presencia de personal provincial recordó cuando en 2014 un responsable regional de La Cámpora terminó coordinando tareas.
“No puedo salir de mi casa porque tengo agua en la vereda”, “yo no cobro nada por esto” y “está durmiendo la siesta” fueron frases que molestaron a quienes ante Salazar expusieron la necesidad de retomar los métodos de trabajo que se llevaban a cabo años atrás.
San Pedro solidario
Como cada vez que ocurre un temporal o una catástrofe, vecinos anónimos, escuelas, agrupaciones políticas y sociales organizaron campañas para recolectar alimentos no perecederos, pañales, artículos de limpieza, ropa, colchones y frazadas.
Algunos de los que colaboraron fueron: La Secundaria Nº 8; el Centro de Estudiantes de la Escuela Normal; La Kultural; Partido Justicialista; Agrupación Juan Ismael Giménez; Partido Fe; Sindicato de Trabajadores Municipales; Suteba; Caritas.
La Municipalidad agradeció a las empresas “Guly, Bar Butti, 505, Maxiconsumo y Arcor San Pedro”. Hubo otras -como Ramón Rosa S. A., que puso recursos a disposición cuando La Opinión estaba en Bomberos- que también ofrecieron colaboración y trabajaron codo a codo para asistir a los daminificados.