Susana Oroz, 90 años de transgresiones
Exdirectora de Cultura, nuevamente presidenta de la Biblioteca Popular, referente local del feminismo, miembro de una verdadera “patota cultural” que fundó la bohemia vanguardista local, el domingo, el Día de la Cultura Nacional, cumplió 90 años y los festejó con un recital de canciones, acompañado al piano por Enio Locatelli.
El domingo fue el Día Nacional de la Cultura, fecha que conmemora el fallecimiento de Ricardo Rojas. Ese día, en San Pedro, Lilia Susana Oroz, una de las máximas referentes de la cultura local, cumplió 90 años.
La exdirectora de Cultura, que en la última asamblea de la Biblioteca Popular Rafael Obligado fue elegida, como en otras oportunidades, presidenta, celebró en esa institución con un show musical en el que le puso voz a boleros, zambas y canciones francesas, acompañada al piano por Enio Locatelli, hijo de aquel pianista que, desde Santa Lucía, hizo, también, un invaluable aporte a la cultura local.
Durante la velada musical, titulada “Canciones de mi juventud”, Susana Oroz recibió el acompañamiento y el cariño de varias generaciones que la consideran un ícono. Aunque ella reniegue de los homenajes, también hubo lugar para reconocimientos, como el que en nombre del vicegobernador Daniel Salvador hizo el sampedrino prosecretario administrativo del Senado provincial, Germán López.
Susana Oroz es una referente local y regional en el ámbito artístico. Fue directora de Cultura durante el gobierno de Guillermo Farabollini y dio impulso y acompañamiento a un sinfín de eventos literarios, musicales, actorales, entre otros.
El sábado, Susana repasó su vida en el aire de Sin Galera, desde aquel 29 de julio de 1928 a las 6.00 de la mañana, cuando llegó al mundo, hasta ahora, cuando con nueve décadas a cuestas, sigue haciendo honor a la condición de mujer transgresora con la que se la conoce en todos los ámbitos.
Susana Oroz y el grupo de amigos del que formaban parte Enio Locatelli padre, el escultor Pedro Suñer, el pianista Valentín Elcoro, entre otros, eran, como bien definió la propia cumpleañera, “una patota cultural”: “Cantábamos, hacíamos música, teatro, escribíamos. Nos reuníamos todas las semanas, nos han tirado hasta ladrillos por las ventanas”, recordó.
Fue de las primeras mujeres en usar pantalones y fumar en público en San Pedro, de las primeras en vestir pronunciados escotes y cortas minifaldas. Impulsora del arte y la cultura, fundó la bohemia vanguardista local y se transformó en una referencia, un ícono de la transgresión, un faro cultural en la ciudad.
Cuestionada y criticada en su época, nunca hizo caso a esas voces. Para ella, ser libre era natural. Desde niña, cuando hizo un friso con ostias que le valió advertencias de que se la llevaría al diablo, o de adolescente, cuando le dijo a su profesora de piano que la música y la letra del Himno nacional no encajaban.
Una modista le confeccionaba su ropa. A su gusto, claro. “Mi mamá me decía que los shorts eran demasiado cortitos y yo le respondía que uno o dos centímetros menos no definen a una persona”, contó.
Jugadora de tenis, Susana iba al Náutico en motoneta y con esa ropa. A las 3.00 de la mañana se subía a un tren, a los 20 años, para ir a Buenos Aires a jugar con Mary Terán de Weiss, la tenista número uno de su época,
también criticada por usar ropa escotada y polleras cortas.
“Mis viejos se horrorizaban de las cosas que hacía”, recordó Susana. Criada en un hogar de muy buen pasar económico, conoció las artes y las letras desde chica, pero también la solidaridad que la caracterizó.
“Tenía una colección de osos, bicicletas, dos coches, monopatín, triciclos, de todo, los chicos que venían a pedir limosna se quedaban a jugar conmigo, en la vereda, venían muchísimos chicos. Tenía una tía que me traía
chocolatines Kelito de 100, era muy malcriada. Yo los abría todos para sacarle la figurita y después repartía los chocolatines en el barrio”, relató.
Susana tuvo la posibilidad de estudiar en la Universidad Nacional de La Plata y de codearse con grandes referentes de la cultura nacional, amistades que le permitieron llevar adelante una de las gestiones más recordadas al frente de la Dirección de Cultura municipal, durante el gobierno de Guillermo “Bebe” Farabollini, un año mayor que ella, quien la convocó cuando ganó las elecciones al regreso de la democracia tras la dictadura cívico militar,
en 1983.
Señaló que su gestión al frente de la Dirección de Cultura se vio beneficiada por sus vínculos con referentes culturales de la época, que en ese momento también ocupaban cargos en Nación, Provincia o en teatros importantes, que le permitieron generar una serie de actividades que implicaron la presencia de compañías de renombre.
Además, fue una de las impulsoras del desarrollo de talleres barriales para niños y adolescentes, que despertaron el interés en actividades artísticas en toda una generación.
Militante radical de toda la vida, dijo que no está “conforme” con el gobierno de la alianza Cambiemos, de la que forma parte la UCR, y que tiene como presidente a Mauricio Macri. “Esperaba otra cosa”, aseguró.
A sus 90 años, Susana no conoce de “vida de viejos”. Se queda hasta entrada la madrugada en la computadora, escuchando música y leyendo, sigue yendo a tertulias artísticas donde las canciones, los poemas y el vino son protagonistas, maneja Smartphone con WhatsApp y hasta sigue yendo sola a Buenos Aires, en su propio auto, siempre a veladas artísticas y culturales que incluyen conciertos y obras de teatro.
“Cuando tenemos algún problema y no podemos manejar, tengo un chofer. Pero yo tengo carnet, manejo y voy a Buenos Aires sola. Tengo un Chevrolet Prisma 2017”, contó. Cada año, por su edad, tiene que renovar la licencia de conducir; y cada vez lo hace con éxito.
“Saco el carnet en el Automóvil Club, me agarra la psicóloga, me hace hacer dibujos, pregunta cosas, hay una psiquiatra que te hace hacer cuentas en el aire, decir palabras al revés, todo para ver cómo estás de la cabeza”, contó.
“Te ve un médico que te pregunta si tomás remedios, yo no tomo nada; lo único, seis gotas a la semana de Raquiferol, vitamina D2, para los huesos, y para dormir un gramo de Emotival. Yo no voy al médico”, aseguró.
Aunque Susana Oroz no acepta ningún tipo de homenaje y afirma que no le importa trascender, el Concejo Deliberante tiene en su seno una propuesta para declararla ciudadana ilustre.
El expediente fue elevado por la Biblioteca, en nombre de esa y otras instituciones locales. Allí destacan “la honestidad, la creatividad, la generosidad y la laboriosidad” de Susana.
“La señora Oroz ha sido en su juventud y lo sigue siendo en su plena madurez, un referente local y regional del quehacer artístico; amiga y protectora de grandes hacedores de cultura; propiciadora de eventos literarios,
musicales, actorales, entre otros, que permiten acercar a la comunidad, sin distinción alguna, el disfrute y el aprendizaje en materia artística”, dice el proyecto, que destaca además su relevancia como feminista: “Ha colaborado desde su quehacer, pensamiento y participación con la igualdad del género femenino en tiempos donde las manifestaciones en este sentido se reducían una escasa permeabilidad en el tejido social”.