“Si entre ellas hubo algún acuerdo antes del secuestro, yo no sabía nada”
Después de recuperar su libertad el pasado 1º de Septiembre, el hombre que fue condenado junto a María Mercedes Fusi por el secuestro del menor de 12 años ocurrido hace cuatro años habló con La Opinión sobre la vida en la cárcel, el reencuentro con los suyos y las declaraciones de su cómplice. Ratificó que desconocía la supuesta connivencia entre Fusi y la madre del menor. “Mercedes me había dicho que eran amigas, que iba a la casa, pero de ahí a saber si estaban de acuerdo, no tenía ni idea”, dijo. Ahora, después de volver al trabajo y a la vida en familia, repite que sólo quiere comenzar de nuevo y olvidar todo lo que pasó. “Creo que ya pagué por lo que hice”, confesó en esta entrevista exclusiva.
La vida en la cárcel lo fortaleció, pero Oscar Vicente Branchini, a quien sus amigos apodaron “Maradona” como parte de una broma entre futboleros, es básicamente el mismo.
Habla sin perder la sonrisa y solamente se le quiebra la voz cuando recuerda el sufrimiento de su familia en aquel Agosto de 2002 y después de cometer el secuestro de un menor de 12 años, un delito que le costó su libertad y un largo proceso que aún no termina.
Pero su mirada se ilumina al mencionar a tantos amigos y vecinos que lo esperaron en la puerta de su casa el día de su regreso a San Pedro. Una de cal y una de arena.
Branchini estuvo preso cuatro años y siete días, según expresa con exactitud. “Tendría que haber salido a los cuatro años, que se cumplieron el 24 de Agosto, pero salí al final el 1º de Septiembre, estuve unos días más”, confirmó al iniciarse la entrevista exclusiva con La Opinión, dos meses después de ser liberado. En un diálogo extenso, habló del pasado, de las polémicas declaraciones de Mercedes Fusi y de sus sueños para el futuro. Dijo que su única aspiración ahora es dejar el episodio atrás y empezar de nuevo. El primer paso está dado porque a pocos días de su regreso, comenzó a trabajar con una persona conocida en una obra donde además aprende el oficio de plomería. Y de a poco, vuelve a tomar contacto con su antigua vida.
“Tengo amigos que encuentro y me dicen, saliste y no me viniste a visitar a mi casa, vamos a tomar unos mates. Pero el asunto es que todavía no hice a tiempo de ir a ver a todos. Además estoy trabajando, así que a la tarde voy a ver a uno o dos por día para saludar”, explicó satisfecho por tanto cariño.
En esos encuentros se habla de todo menos del secuestro que lo convirtió en un reo y en un personaje tan público. “Ellos directamente ni me hablan del tema. Todos están contentos porque salí, pero nadie me pregunta ni cómo la pasaba adentro, ni me tocan el tema para nada. Si me preguntaran no tendría ningún problema en contarlo porque además están enterados de cómo pasó todo, por los medios”.
[i]“Más vale que estoy arrepentido de lo que hice, de todo. Por más que uno pida disculpas y aunque la familia del chico no la acepte ni nada, yo por lo menos estoy arrepentido. Cometí un error,
capaz a muchos les puede pasar…” [/i]
Estar “adentro”
Los últimos meses, Branchini estuvo alojado en una cárcel de régimen semiabierto como lo es la unidad Penal Nº 11 ubicada en Baradero. Y a partir de entonces comenzó a visitar periódicamente su hogar, adonde no había vuelto desde su detención.
“En Baradero estaba bien, pero también estuve muy bien en San Nicolás, nunca tuve problemas ni con la policía ni con los otros presos. Yo me manejaba por toda la unidad, no tenía problema con ninguno. Trabajaba en Sanidad, estaba todo el día con los médicos pero si por ahí quería ir por otro lado a caminar, a distraerme un poco, podía hacerlo por toda la cárcel, me dejaban andar; los presos no me decían nada. Muchos te dicen que están los pabellones bravos, para mí ninguno era bravo porque yo me manejaba con todos. Los veía en Sanidad, porque lógicamente se venían a atender y después los cruzaba en los pasillos, pero nadie me decía nada”, relató.
La tarea que Branchini tenía asignada era de una especie de ordenanza de la sección sanitaria. “Estaba encargado de toda la limpieza, de acomodar los medicamentos, cada uno en su lugar, cuando llegaban. Si aparecía un muchacho lastimado le ayudaba al enfermero a curarlo, cuando el médico o enfermero estaba cosiendo yo le alcanzaba las agujas, las pinzas para cortar los hilos, las gasas…”, explicó. Durante la estancia en el penal, fue testigo de numerosos hechos de violencia entre presos que según recuerda “ocurrían demasiado seguido”. “Entre el año 2003 y 2004 hubo más peleas, fue un año bravo, atendíamos a uno o dos presos lastimado por semana… Se peleaban por cualquier cosa, cómo te puedo decir, porque lo que tenés ahí me gustaba y yo te lo quitaba y vos tenías que pelear para que no te lo quitaran. Y así. Pasan cosas”.
A pesar de este contexto difícil, su vida era rutinaria y tranquila porque compartía el pabellón con otros 20 internos de excelente conducta. “De los 20, todos trabajábamos, todos en puestos distintos pero trabajábamos todos. A la noche entrábamos a las 9 ó 10 al pabellón, a veces antes. Nos hacíamos de comer, comíamos, tomábamos mate, mirábamos televisión. Después nos acostábamos a dormir hasta las siete de la mañana. Teníamos una rutina como si estuviéramos afuera”, resumió Branchini.
“Lo que yo declaré de entrada es toda la verdad. El secuestro fue entre ella (Mercedes) y yo, y nadie más. Si la madre del chico estuvo implicada, lo sabría ella. Yo de eso no estaba enterado. Si lo hubiera sabido, también la hubiera acusado para que cayéramos los tres. No voy a caer solo, sabiendo que la madre del chico estaba involucrada…”
“Uno estando trabajando, haciendo algo, porque me ponía a hablar con los médicos y ellos me contaban cómo está la calle, por lo menos no pensás tanto. Pero hay muchachos que no sé cómo pueden estar todo el día sin hacer nada, escuchando música. Uno se volvería loco… Es verdad que hay muchos que estuvieron toda la vida, si no hacen daño por un lado, es por otro. Ahí hablando con uno y otro escuchás diferentes versiones, pero de trabajo es poco lo que hablan”, dijo con total franqueza. “Yo podía tener visitas todos los fines de semana, pero a mi familia la hacía ir cada 15 días, para que no fueran mis viejos muy seguido, en el invierno cuando hacía frío o estaba lloviendo le decía que vengan el otro fin de semana.
Pero tenía comunicación directa por teléfono, llamaba a la casa de mi hermana. Tenía un teléfono que podía llamar todo el día, sin ningún problema y lo hacía una o dos veces por semana. Una vuelta, llaman de acá a la unidad. Yo estaba con el jefe de sanidad y suena el teléfono, contesta el doctor, y le preguntan por Branchini. Si está acá, dice, qué necesitan. Que llame a la familia porque acaban de llamar acá, que no saben nada de él. El doctor me retó. Si no tenés tarjeta para llamar, me dijo, yo te consigo. Le dije que tenía, pero me había olvidado de llamar porque no precisaba nada, estaba bien”. “Si necesitaba algo le pedía a los doctores. En Sanidad me manejaba como si fuera un empleado más de la cárcel, o un enfermero. Entraba a la oficina del jefe de sanidad, al consultorio del dentista. El que busca estar bien en la cárcel, lo puede hacer. Te portás bien un tiempo, del pabellón de máxima seguridad te van cambiando y te dan trabajo. Pero después de hacer bien las cosas. En Sanidad estaba con todos los medicamentos, de todas clases, para curarse, pero también estaban los piscofármacos, las drogas. A mí me dieron las llaves de donde estaban esas drogas, las tenía más yo que el enfermero, y de los consultorios en general. Me tenían una confianza bárbara pero tampoco nunca los defraudé”.
La emoción del reencuentro
“Cuando vine acá, en la primer salida de la cárcel, me estaban esperando todos. Había avisado que salía y además de la familia, estaban los vecinos y los amigos de distintos barrios. Todos en la puerta. Por ahí se iban algunos, y llegaban otros. Esos primeros días mi casa era una romería”, recordó con emoción “Maradona”.
“Después que salí, he caminado por la calle para hacer mandados y todo el mundo me paró, me saludó. Hasta ahora, de los dos meses y pico que estoy acá, nadie me gritó nunca nada malo. Tengo trabajo y todo. Estamos con un muchacho haciendo plomería en una obra. Estoy aprendiendo ahora, con una persona conocida que me va explicando, pero tampoco es complicado. No sé mucho, pero me defiendo, enseguida agarré la mano. Tengo trabajo para rato, cuando termine esa obra tenemos otra”.
“De todo lo que pasó, no quiero ni acordarme. Cuando estaba allá, en la cárcel, en el primer momento no pensás en lo que te puede pasar, sino en lo mal que la está pasando la familia. Los padres, los hermanos, en el trastorno que le hiciste pasar a la familia. Yo estaba preso pero estaba bien. Ellos estaban acá…”
“Más vale que estoy arrepentido de lo que hice, de todo. Por más que uno pida disculpas y aunque la familia del chico no la acepte ni nada, yo por lo menos estoy arrepentido. Cometí un error, capaz a muchos les puede pasar…”
[i]“Sé que hay una demanda por 100 mil pesos que la madre del chico nos hace a Fusi y a mí, pero por ahora no me notificaron… estoy esperando. Si sale, pienso que nunca voy a poder tener un trabajo efectivo porque me van a sacar todo el sueldo” [/i]
“Dije toda la verdad”
Oscar Branchini y Mercedes Fusi tuvieron su primer contacto después de ser detenidos, dentro de la misma cárcel de San Nicolás.
“Con Mercedes Fusi, nos cruzamos en el lugar de visitas porque yo atendía la visita del pabellón de mujeres. Aparte nos vimos en Sanidad, porque a ella la llevaban ahí para que la controlaran los médicos cuando tenía algún problema de salud. Fue un par de veces, pero nos decíamos cuando mucho un hola y nada más. Del tema nunca se habló…”, recordó Branchini.
La prensa y los comentarios del boca a boca, le llevaron las primeras noticias de la polémica declaración que la mujer había hecho ante el juez Villafuerte Ruzo, un mes después de la detención. Cuando ella afirmó haber cometido el secuestro en conjunto con la madre de la víctima.
“De la declaración que hizo ella no sabía nada, no estaba enterado. Lo que yo declaré de entrada es toda la verdad. El secuestro fue entre ella y yo, y nadie más. Si la madre del chico estuvo implicada, lo sabría ella. Yo de eso no estaba enterado. Si lo hubiera sabido, también la hubiera acusado para que cayéramos los tres.
No voy a caer solo, sabiendo que la madre del chico estaba involucrada…”, dijo con absoluta seguridad.
Pero reconoció que la versión de Fusi lo hizo reflexionar sobre la posibilidad de que hubiera existido un acuerdo, aún sin su conocimiento. “Me parece posible, sí. Uno escucha además casos de allá adentro (por la cárcel), que le han pasado a tanta gente. Puede ser posible que entre las dos hayan tenido algún acuerdo. Pero si ellas estaban de acuerdo, yo ni enterado”, ratificó.
En realidad, Branchini sólo declaró una vez cuando lo solicitó con urgencia a su defensor. Y lo hizo al cumplir diez días de arresto en una Comisaría nicoleña.
[i]“Con Mercedes Fusi, nos cruzamos en el lugar de visitas porque yo atendía la visita del pabellón de mujeres. Aparte nos vimos en Sanidad, porque a ella la llevaban ahí para que la controlaran los médicos… Fue un par de veces, pero nos decíamos cuando mucho un hola y nada más. Del tema nunca se habló…”. [/i]
“Pero no me volvieron a repreguntar más, sobre la supuesta relación de las dos mujeres, nunca me llamaron. Declaré una sola vez y después sí me dijeron si quería ampliar la declaración o dejarla así como estaba. Dije que ya había declarado, lo que está declarado es eso que ya estaba, y que no tenía por qué agregar más nada. Si uno agrega, es porque está inventando algo más”.
Después, un preso le dijo que en la televisión estaban hablando “de su caso”. “Ahí me vine a enterar que Fusi había declarado que la madre del chico estaba implicada. Pero te vuelvo a repetir, yo de eso no estaba ni enterado”.
“Después estando allá adentro que tenés más tiempo de pensar… Pienso que pudo haber sido que ellas estuvieran en complicidad. Ella (Mercedes) conocía la casa, la familia, todo. Pudo haber sido que se pusieran de acuerdo y me engancharon a mí porque precisaban un tercero. No sé que más decir…
Ella me había dicho que eran amigas, que iba a la casa, pero de ahí a saber si estaba de acuerdo con Mercedes no tenía ni idea”.
“Lo que me iba enterando por un lado, por otro, es que la abuela se había enterado que el chico no había ido a la escuela y a partir de ahí es donde explotó todo… pero no sé más. Lo que sé es lo que declaré de entrada, es que al chico lo paramos en la calle, lo levantamos, todo como lo dije. Lo otro que salga diciendo Mercedes, que dice que sabía algo del acuerdo de ellas, es todo mentira. Que se arreglen entre ellas el problema que tengan, pero me dejen de molestar porque pienso que ya cumplí la condena que tenía que cumplir… demasiado me arruiné la vida y a toda mi familia”.
La demanda impagable
Oscar “Maradona” Branchini aseguró a este medio que todavía no fue notificado del juicio civil por daños y perjuicios que la familia Pascual Bernardotti inició contra él y Mercedes Fusi.
“Sí sé que es una demanda por 100 mil pesos que la madre del chico se lo hace a Fusi y a mí pero por ahora no me llamaron… estoy esperando. Si sale, pienso que nunca voy a poder tener un trabajo efectivo porque me van a sacar todo el sueldo. Vamos a ver”, dijo preocupado. A pesar de este escollo, asegura que su objetivo es tan sencillo como continuar su vida con sencillez y tratando de olvidar todo.
“Mi sueño es volver a empezar, trabajar como estoy trabajando, vivir con mis viejos, olvidarme de todo. Lo que pasó, pasó. Quiero empezar una vida nueva, sin mirar atrás. Trabajando, como siempre lo hice. Ayudarlos a mis viejos, estoy haciendo unos arreglitos en mi casa porque siempre hace falta y mis padres son grandes, no lo pueden hacer.
No es molestia que vengan a preguntarme, pero no quiero saber nada más, que mis viejos escuchen por la radio o la televisión… Ustedes no tienen la culpa porque lo tienen que hacer, es el trabajo de ustedes. Pero yo me quisiera olvidar de todo, no escuchar más”.