Hace tempo que quería hacer una reflexión sobre una cualidad humana bastante en desuso en el mundo de hoy: la de seres pensantes. Se me ocurrió el tema mientras viajaba en el subte porteño; no era horario de pico, el vagón estaba mitad lleno, mitad vacío. Como hago siempre cuando puedo viajar cómodo (y no como sardinas en lata) me entretengo analizando el comportamiento de las personas alrededor, intuyendo sus mundos diferentes, sus probables problemas y también las cosas lindas que trasuntan. Y, al recorrer con mi vista el panorama de aquel vagón, comencé a contar: 1, 3, 6, 10, 11, 20… en general personas jóvenes, pero también algunas de media edad, todas enfrascadas en sus dispositivos móviles con pantalla táctil (vulgo, celular o tablet).Y me vino a la mente la pregunta: “Esta gente, ¿cuándo piensa? ¿Será que piensa en algún momento, o ni siquiera sabe lo qué es pensar?” Obvio que llegué a la conclusión de que estamos como estamos por algún motivo.
¿Qué es pensar? ¿Repetir como loro frases hechas, datos y/o anécdotas memorizados, que es suficiente cambiar el orden para que se acabe el raciocinio? ¿Chusmerío sin pruebas o acusaciones infundadas? ¿”Filosofar” al divino botón?
Pensar no es nada de eso, es elaborar en forma personal una idea, un raciocinio o un pensamiento sobre algo. Nadie puede pensar por nosotros, a no ser que seamos muy tontos y nos recostemos en el pensamiento de otros, lo que mucha gente hace.
Existen personas sin mucha instrucción, pero que habiendo leído o escuchado una frase se quedan rumiándola, intentando descubrir el sentido profundo que ella encierra o aplicándola a diferentes situaciones de la vida cotidiana. La elaboran, la internalizan en su experiencia y ese es el pensar el que te hace sabio. Por eso hay personas muy humildes que son más sabias que otras de mucha instrucción.
En este mundo multipolar y diverso, hoy dominado por la tecnología y la padronización, es fundamental no abandonar ciertos valores, so pena de convertirnos en autómatas, idiotas útiles que le prestan un gran servicio a los oscuros intereses que mueven ese mundo tecnificado. Entre esos valores, está el del pensamiento, que es lo que nos distingue de los animales, y la elaboración personal, que nos distingue de lo masivo.
Pero además no se trata sólo de pensar. Es necesario actuar, comprometerse. Con la vida, con nuestro futuro como personas, con nuestros afectos en el tiempo. Porque el pensamiento que no se convierta en acción es medio “al pedo”. Con disculpas para quienes les gusta meditar, que es otra cosa. Meditar es detenerse para admirar y tiene un valor intrínseco. Pero pensar, en el sentido de pensar la vida, sólo tiene sentido si concluye en una acción que corresponda a ese pensamiento.
Acción que es compromiso de conducta y de vida.
Si queremos un mundo mejor, pensemos un poquito y actuemos en consecuencia. Sin despreciar las cosas simples de la vida, porque muchas veces ellas tienen un valor bien superior al que le damos.
Eduardo Flores – DU 4.685.785