Sepultando a San Pedro
Por Lilí Berardi
Sin fruticultura, sin parque industrial, sin nuevas industrias, con muchos edificios levantados “sin permiso”, algunos con plata de dudoso origen y con mano de obra que no es de la ciudad, el panorama es aciago.
La historia de Papel Prensa, comenzada en blanco y negro, hoy repite sin tonalidades intermedias la imposibilidad de visualizar los hechos desde el punto de vista de los intereses de la ciudad. Algunos se refugian en la turbia historia que repite la viuda de Graiver (quien mantuvo una áspera discusión con Aníbal Bennazar) y el Gobierno, para no tener que explicar de donde había sacado el dinero el joven magnate. Otros recuerdan al Intendente Romano Cucit escribiendo cartas a Carlos Civitta “para que tenga en cuenta a San Pedro para radicar su inversión”. Los más viejos, empleados de la empresa, en cambio, sacan pecho para decir que fueron ellos mismos los que la construyeron ya que luego de ser empleados de la contratista, pasaron poco a poco a ser los primeros “obreros” de la flamante planta. Los menores de 30 repiten algunas cosas que escuchan por televisión y caminan pensando en una historia en la que sus propios padres y abuelos resultan sospechosos porque la planta se construyó en la dictadura.
Papel Prensa fue la gesta histórica de un grupo de sampedrinos que soñó con una ciudad industrial con salida fluvial. Fueron protagonistas, vieron crecer el mercado inmobiliario de manera desmedida con los alquileres que la empresa pagaba con puntualidad para las familias de quienes dirigían las obras en la planta cuyos hijos poblaron las escuelas del partido. Estuvieron hasta el día de la inauguración pendientes de la llegada de todo tipo de materiales para que “la fábrica” comenzara a trabajar lo antes posible. Supieron que la fruticultura no era la única salida y que había “relación de dependencia” con obra social y aportes. Por ello, las opiniones ligeras y apasionadas de quienes hoy se sienten protagonistas de un proceso redentor causan gracia y tristeza a la vez a quienes sólo vemos en Papel Prensa un lugar de trabajo que permitió a más de 1500 familias progresar, tener vivienda propia, tomarse unas “vacaciones” y hasta ser socios de algún club.
Nada de esto puede quitar el argumento del insumo “monopólico” que alimentó a Clarín y La Nación casi en forma excluyente, pero para San Pedro, es otro tema. Otra realidad aunque los que vengan prometan administrarla mejor descendiendo del carruaje de la quiebra de la papelera Massuh.
Como ciudadana sampedrina me sonrojo cada vez que alguien me acusa de “estar a favor”; como periodista y titular de este medio en el que muchas veces nos quedamos sin papel. Pero ninguna de estas cuestiones me impide decir con sinceridad que estoy en contra de esta avanzada sobre un insumo que tiende a desaparecer del mercado y que será utilizado por el kirchnerismo con tanta arbitrariedad como la que se ha manejado llevándonos nuevamente a una aventura autoritaria, sólo que esta vez bajo el amplio paraguas de varios intelectuales que creen que la corrupción, la supresión de la división de poderes y la dominación creciente de los más vulnerables, son el camino que más de un 54 por ciento de la población aprobó sin cortapisas el año pasado.
El miedo impera en las redacciones, los estudios de radio y la televisión. Nadie se anima a nada ante los métodos de “escrache” que utilizan los fanáticos para denostar a quienes opinan diferente. No es esta la primera vez que La Opinión, justamente opina, ni la última en la que su editora y propietaria deja plasmada su falta de mansedumbre cuando el rebaño sumiso continúa su inexorable tránsito hacia un modelo que se ufana de revolucionario y utiliza los más rancios y retrógrados métodos.
Ante la expropiación de la mayoría accionaria de Papel Prensa, podemos exigir la construcción de otra planta por parte del Estado que compita con la que ya tenemos y que además emplee a todos los trabajadores papeleros que quedaron huérfanos de Celulosa Jujuy, sin haber cobrado un peso de indemnización. Ante esta arremetida que parece no tener remedio sólo queda el recuerdo de Tupperware y los tres centenares de operarios que acostumbrados a una fábrica de costumbres del país del norte, tuvieron que adaptarse al remise.
La cobardía con la que se aborda la estatización de Papel Prensa se vive en silencio por temor a ser señalado como cómplice de la Dictadura. Sólo por respeto a Weyler Luchessi, Muntané, Carreras, Martínez, Suárez, Hansen, “Bocha” Bennazar y hasta Pepe Benseny quien recibió una medalla como el mejor periodista de manos de Lanusse, San Pedro debería gritar en defensa de sus fuentes de trabajo. El que no quiera hacerlo que eleve su mirada al horizonte rural y entienda que nunca, pero nunca más divisará los azahares y las flores de nuestros durazneros porque ya dejamos en los 90 que los tapara la soja.
“Así era la primera composición accionaria”
(LA OPINION – 22/12/1972)
La integración de capital de Papel Prensa S.A. se ha previsto de la siguiente manera, según decreto del Poder Ejecutivo:
• El 26 por ciento a cargo de los adjudicatarios de la construcción y explotación de la planta, es decir, el grupo empresario proveniente de Editorial Abril S.A.
• El 25 por ciento del paquete accionario por parte del Estado nacional;
• El 20 por ciento reservado a los consumidores habituales de papel prensa, porcentaje del cual la mitad será ofrecida de manera igualitaria entre todos los usuarios del país, y el otro 50 por ciento a prorrata según el consumo de los últimos años de esos demandantes;
• El 20 por ciento restante, a los inversores en general.