SEGURIDAD PARA TODOS…
La “seguridad” es un tema candente, sin duda alguna. Pero muchas veces parcialmente enfocado, se atacan los efectos y no las causas, y lo que es peor, con recetas erradas. Reducir la seguridad a una crónica policial es de una miopia que destuerce el concepto, erra el diagnóstico, y consecuentemente, chinga las soluciones.
La seguridad es algo más que seguridad pública. Ésta, en palabras del diccionario de la RAE, es definida como “dicho de un ramo de la Administración Pública cuyo fin es el de velar por la seguridad de los ciudadanos. Agente de seguridad.” Pero esta definición encuéntrase luego de la seguridad jurídica: “Cualidad del ordenamiento jurídico, que implica la certeza de sus normas y, consiguientemente, la previsibilidad de su aplicación.” Y también después de la seguridad social: “Organización estatal que se ocupa de atender determinadas necesidades económicas y sanitarias de los ciudadanos.”
Pequeño detalle que muchos de los que marchan seguramente desconocen. La solución no son más móviles policiales, y mucho menos si vienen sin el combustible para andar por la calle. Son necesarios, pero no son la solución del problema.
La solución parte de la misma sociedad, que debe tomar conciencia del problema de fondo que subyace por debajo de todo esto. Una sociedad insegura no es sólo la que tiene miedo de ser asaltada, asesinada o maltratada. Es también una sociedad juridicamente de segunda y socialmente de tercera o cuarta categoria. ¿O acaso el pobre tiene las mismas garantías delante del ordenamento jurídico y la aplicación de las leyes? ¿Y el que labura en negro, qué seguridad social tiene? Ni hablar del trabajo infantil y otras yerbas.
¿Quieren vivir en un país seguro? Comiencen por cumplir las leyes y no ser evasores empedernidos, y lo que es peor, “cancheros” que exhiben como trofeo su desfachatez social. Quieren la “seguridad” del Primer Mundo y la “libertad” de los paraísos fiscales. Hace menos de un mes había un remate judicial de obras de arte en Buenos Aires. Platea llena de “señoras y señores elegantes”, dispuestos a invertir sus dólares en algo no devaluable. Cuando el martillero anunció que ya en esa subasta se aplicaria la nueva reglamentación de la planilla informativa para la AFIP, no quedó nadie en la sala. ¡Claro! ¿Cómo va a justificar un monotributista que paga el mínimo que adquirió un cuadro por U$ 40.000?
Pero el problema no es sólo la sociedad careta que se resiste a entrar por el eje.
Hay mucha gente que no es evasora, cumple sus obligaciones, labura como condenada, y ha sufrido o sufre las consecuencias de ese descalabro. Para ellos la segunda parte del diagnóstico: el reclamo debe ser por una legislación adecuada y no ultrapasada, y por una justicia eficiente y no omisa. Reclamemos por toda la seguridad, que abarca lo social, lo jurídico y lo público. En ese orden de prioridades, porque están todas conexas. Reclamemos al Ejecutivo, pero también exijamos al Legislativo y al Judicial.
Y cuando hablamos de seguridad jurídica, generalmente se entiende el reclamo de los capitales inversores que claman por la manutención de sus privilegios. Pero no es nada de eso. Significan reglas claras, discutidas a la luz del día, consensuadas y entonces sí, mantenidas. Y cuando digo a la luz del día, estoy suponiendo una participación ciudadana. Nada que ver con aquellas reglamentaciones elaboradas en el conchabo de los gabinetes, entre bambalinas, y bajadas a dedo, o legisladas por gobiernos de facto.
La seguridad jurídica no debe ser caballito de batalla de las corporaciones, sino de la ciudadanía toda. Pero elaborada democraticamente, y con una democracia participativa. Que ya es hora de archivar aquel viejo dictado liberal de que el Pueblo “no delibera ni gobierna” sino a través de sus representantes. En las democracias adultas, la sociedad tiene sus mecanismos de participación, sin que ello menoscabe la fuerza de las instituciones. Al contrario, las fortalece y las purifica.
Clamemos por seguridad, pero en serio. Debatamos, discutamos y hagamos la autocrítica que nos corresponde. Y dialoguemos. La sociedad, en su conjunto, agradecida. La violencia no se combate con violencia, y sí con justicia. Seguridad para el comerciante. Pero también seguridad para el que espera horas para ser atendido en el Hospital, o el que labura de sol a sol sin ser registrado y sin protección alguna para su futuro.
Eduardo Flores
DNI 4.685.785