La semana pasada dos comunidades educativas hicieron públicos sus reclamos por mayores condiciones de seguridad para los chicos que van a la escuela. En la Escuela Nº 27, una carta dirigida a padres, docentes y chicos circuló por las redes sociales pidiendo la iluminación de calle Noseda, “para solucionar el problema que tienen los alumnos que concurren en días de invierno, no se ve nada, y muchas veces hasta han sido víctima de robos”. Noseda es la misma calle que si llueve se vuelve intransitable, al igual que las aledañas, y obliga a tomar el camino Crucero General Belgrano y Ruta 1001 para llegar. La comunidad educativa del establecimiento ubicado en Laprida a metros del transitado camino ha pagado un precio “demasiado excesivo” para que las obras que reclamaron anteriormente, como la bicisenda y el puente peatonal, se concretaran. Fue la muerte de Mauro Vázquez, el 10 de abril de 2008, la que disparó la alarma. Mauro se dirigía con una amiga y su hermano mellizo a la clase de gimnasia en el club Los Andes cuando fue atropellado por un camión que circulaba en la misma dirección. Tenía 13 años. El conductor fue condenado a tres años de prisión e inmediatamente fueron prometidos el puente peatonal para que los chicos no tuvieran que cruzar el camino, por donde circulan incesantemente camiones que se dirigen al puerto, y una bicisenda para que eviten transitar por la banquina, llena de arena. Ambas obras llegaron, aunque con demoras.
En la escuela secundaria Nº 14 el pedido fue el mismo: iluminación. La escuela emplazada en Basavilbaso y Estrada, en el barrio Villa Igoillo, dicta clases en la modalidad Artes y Teatro, y los jóvenes salen de cursar alrededor de las 21.30 o más tarde. “El paso a nivel es una boca de lobo”, advirtieron los padres. Los pastizales, que cada tanto son controlados por los agentes municipales, no dejan ver al otro lado de la vía, pero lo peor es la oscuridad: “En la escuela lo hablamos y tenemos muchos casos. Nos ha tocado el año pasado de ir caminando con una amiga, y de repente teníamos a un chico todo vestido de ropas oscuras que nos quiso robar el teléfono, pero ninguna tenía. No se ve lo que puede haber escondido. A veces damos toda la vuelta para no pasar por ahí”, contó a La Opinión Margarita, una alumna que cursa sexto año. El lunes cortaron el pasto en el predio que linda con el paso a nivel, pero la salida del secundario a la noche y la entrada temprano de los más chicos, con la llegada del invierno, intensifica la preocupación de padres y alumnos.