Sampedrinos esperan para volver a La Salada
El servicio de micros con destino a la feria más importante de América Latina se reanudó el pasado sábado con demoras y dificultades. El volumen de mercadería que compran y venden cada semana es significativo para el comercio local. La economía social que explotan empresarios inescrupulosos que sustenta un negocio que, para muchos es, la subsistencia.
El desmantelamiento de La Salada afecta a una importante cadena de negocios particulares y habilitados en todo el territorio bonaerense, incluso en talleres dedicados a la confección o al suministro de mercadería y estructuras para puestos ambulantes.
“Yo empecé con los 150 pesos del plan hace como 14 años”, dijo Estella en el programa Sin Galera cuando se la consultó sobre los viajes que hacía a la feria hasta dos veces por semana. En las postrimerías del Club del Trueque –tal vez el antecesor como sistema de economía social–, que permitió la subsistencia de centenares de miles de familias durante la catástrofe económica de 2001, la feria conocida como La Salada sirvió como alternativa organizada de transferencia de recursos en la economía paralela o “en negro”.
Miles de verdades y fantasías se tejen sobre las sociedades que hoy regentean los espacios a precios de shopping y con modales propios que incluyen las garantías de seguridad con sistemas de castigo y escarmiento de los que no se gozan en todos lados.
Los viajes de sampedrinos alcanzan en cada comienzo de temporada a unas 600 personas por semana. Sólo la venta de pasajes representa como mínimo 30.000 pesos menos de ingresos para los transportistas y una suma similar de gastos inherentes a los viajes como viandas o traslados internos.
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Superada la discusión de la ley de marcas, el fraude al fisco, la complicidad política, policial y judicial, el fenómeno merece análisis desde los reclamos de personas que armaron su economía en torno al castillo de los Castillo.
Allí encontraron lugar personajes famosos como Marixa Balli e ilustres desconocidos como un fabricante de zapatos devenido en puestero que no teme decir que puede vender un par de botas de montar a 650 pesos y ganar dinero.
En las ciudades del interior se han dado todos los pasos para prohibir la instalación de este tipo de ferias, a punto tal que el mero emprendimiento de alguna de ellas es resistido por las cámaras de comercio de cada localidad.
Un ejemplo fueron los baraderenses cuando impidieron que en el viejo Complejo Migliozzi se erigieran los puestos que pensaba coordinar la pareja de un diputado provincial de la zona. Pasaron más de 15 años desde aquella iniciativa y ahora, la vecina ciudad también resiste la instalación de supermercados chinos.
Un mundo de 40 asientos
Los micros que salende San Pedro rumbo a los complejos Punta Mogotes, Urkupiña y al más lujoso, que es el Ocean, parten dos veces por semana desde una estación de servicio. Tienen un costo de 300 pesos por persona y el pasaje aumenta cada principio de mes o ante el cambio de estación y fechas comerciales como el Día del Padre.
Cuando empiezan las clases “va la familia completa y a veces se visten todos”, dijo Vanesa a La Opinión y señaló que desde la semana pasada la calle Tilcara, que separa los dos principales predios, está vacía. Allí les dicen que todo fue parte de “un arreglo para sacar a los de la calle, porque muchos no pagaban”.
Más allá de las versiones, todas verosímiles, el negocio continúa y las consecuencias del operativo judicial ordenado la semana pasada se sienten en una creciente demanda vía internet: “¡Somos el portal online de la feria La Salada número uno del país!”, dice la página de comercio electrónico y propone: “Compre en nuestro portal oficial de la feria La Salada online, aceptamos pagos con tarjeta de crédito (mercado pago) o depósito bancario. Lo invitamos a recorrer y que haga su pedido Por Mayor de manera fácil, segura y con la comodidad de comprar desde su celular, tablet y/o computadora” (sic).
Con 20.000 o 50.000 pesos
Tal es la cifra que algunos dicen llevar para hacer sus compras en el predio con destino a comercios o reventa.
“Acá hay muchas tiendas que viajan allá. Hay mucha gente que se dedica a vender ropa, calzados y muchas cosas más, allá venden de todo, hasta cotorras, conejos, perros…”, sostuvo Vanina y luego amplió: “La Salada tiene tres galpones de venta de ropa. Urkupiña y PuntaMogotes es casi la misma ropa y la misma calidad; pero Ocean es ropa más de marca y un poquito más cara”.
El sábado pasado los pasajeros sampedrinos partieron a las cuatro de la tarde, pudieron llegar a las diez de la noche y casi no “había mercadería porque los puesteros teníanmiedo de llevar. Afuera no quedó nadie, la policía nomás”, dijo Marcela a este medio y resumió: “Me fue mal; cuatro, casi cinco horas en el colectivo, no dejaban pasar. Después nos dejaron, entramos y estaba lleno de gendarmes y puestos cerrados. El puesto de Marixa Balli, lleno como nunca”.
Vanina, una joven madre que al menos una vez al mes acude a la feria describe: “En Punta Mogotes tenés abajo todo lo que es ropa y arriba todo calzado. Es el único galpón que tiene un playón grande que venden todo calzado, subiendo la escalera mecánica”, y elige para ilustrar algunos precios: un jean común cuesta 220 pesos y un Tavernity, 400; en zapatillas, con o sin marca, se pueden comprar réplicas por 390 pesos “y están bien hechas”, asegura.
En redes sociales y hasta en grupos de WhatsApp todos comparten novedades y rumores. “Estaban haciendo problema los de la calle para que les alquilen un lugar para poder vender y lo que se dice es que ayer trabajaron normalmente”, señaló la misma pasajera en relación a las actividades del lunes. Mañana, partirá otra comitiva para probar suerte.