Sampedrinos en la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa Francisco
Como ocurrió en Río 2013 y en 2016 en Cracovia, 16 sampedrinos dijeron presente en la última edición de la Jornada Mundial de la Juventud de la Iglesia Católica, que tuvo lugar en Panamá. El Papa Francisco encabezó el evento que congrega a miles de fieles de todo el mundo.
16 sampedrinos fueron parte del encuentro, que reunió a alrededor 400.000 peregrinos en busca de poder ver de cerca al Papa Francisco en uno de los lugares en donde más le gusta estar: cerca de los jóvenes.
Natalia Garcia, Rosario Augier, Jaime Villanueva, Santiago Mercado, Nicolás Morello, José María Vellani, Leticia Malacrida, Jimena Sanchez, Nicolás Maxit, Dominique Perroud, Federico Tiramonti, Azul Solari, Sebastián Sagari, Luz Costa, Bruno Biaggi y Ezequiel Carugatti llegaron a Panamá con la delegación de la diócesis de San Nicolás, pero antes hicieron una escala en Costa Rica, donde fueron alojados por familias de Cartago.
“A nosotros nos tocó hospedarnos en Cipreses, que es un pueblito que queda entre las montañas, bastante chiquito. Paramos uno por casa. La gente es maravillosa, pusieron banderas argentinas en sus casas, nos recibieron con una caravana de autos, nos subieron en carreta porque para ellos es una tradición”, contó Luz, una de las peregrinas, a La Opinión.
Previo al encuentro que convoca el papa cada tres años desde que Juan Pablo II en 1986 tuvo la iniciativa, los misioneros viven una semana en diferentes ciudades del país. “En el caso de Panamá, como es un país chico, se abrió a Costa Rica. Al inscribirnos nos asignan una Parroquia, en nuestro caso nos tocó este pueblito rural de 5 mil habitantes a una hora y media de la capital de Costa Rica”, explicó el padre Sebastian Sagari.
El mensaje del papa
“Muchos jóvenes sienten que dejaron de existir para otros, para la familia, para la sociedad, para la comunidad, y entonces muchas veces se sienten invisibles. Es la cultura del abandono y de la falta de consideración. No digo todos, pero muchos sienten que no tienen mucho o nada para aportar porque no cuentan con espacios reales desde dónde sentirse convocados. […] Así los estamos empujando a no mirar el futuro y a caer en las garras de las drogas, de cualquier cosa que los destruya. Podemos preguntarnos: ¿Qué hago yo con los jóvenes que veo?, ¿los critico o no me interesa?, ¿los ayudo o no me interesa? ¿Es verdad que para mi dejaron de existir hace tiempo? Lo sabemos bien, no basta estar todo el día conectado para sentirse reconocido y amado. Sentirse considerado e invitado a algo es más grande que estar “en la red”. Significa encontrar espacios en el que puedan con sus manos, con su corazón y con su cabeza sentirse parte de una comunidad más grande que los necesita y que también ustedes jóvenes necesitan”.