En los últimos años del siglo XIX, el modernismo en América de habla española presentó una revolución literaria, la cual en uno de los lugares donde más se desarrolla es en la cada vez más moderna ciudad de Buenos Aires, que pasaba por cambios políticos, culturales y sociales. Esta aparecía colmada de una ola inmigratoria, la cual producía una creciente urbanización y alfabetización, creando así las bases de un moderno público, ya que la necesidad cultural de éste se volvía masiva, hubo surgimientos de prensa popular que lograron aumentar la oferta periodística y las revistas.
El modernismo comienza cuando en Europa muchos jóvenes quisieron terminar con el romanticismo, buscando caminos aún no trillados. Este nuevo género reafirmaba el idioma.
La tarea se trasladó a América. Fue así como llegó a Buenos Aires. Fray Mocho, director de la revista Caras y Caretas y primer escritor profesional en Argentina, inventó una manera de explicar gráficamente los problemas o noticias de su país. Pedro Henriquez Ureña renovó las formas de prosa y poesía: vocabulario, giros, tipos de verso, estructura de los párrafos, temas y ornamento.
En 1893, el nicaragüense Rubén Darío llega a Cosmópolis (así era como él llamaba a Buenos Aires). El poeta ya era conocido por su libro “Azul” publicado en Chile, y por las colaboraciones enviadas al diario La Nación.
Invitado a la Argentina, fue recibido como maestro. El escritor nicaragüense inventó un nuevo tipo de métrica y combinó versos que eran inconcebibles para su época. Aquí encabezó el modernismo literario junto a Leopoldo Lugones y Ricardo Freyre. Este movimiento no hubiese tenido la trascendencia que tuvo sin el aporte genial de Rubén Darío. Marcó una época, y despierta la admiración. Siendo un espejo en el cual las nuevas generaciones tratamos de reflejarnos.
Juan Cruz Bordoy, escritor
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