RETRASO, DUDAS Y UNA PALA
La tarea de la Fiscalía local dejó al desnudo una seria irresponsabilidad, al menos durante las primeras actuaciones. Varios letrados de la ciudad cuestionaron el accionar de quienes estuvieron la tarea a su cargo.
Ante una causa tan compleja, la Justicia “actuó” a destiempo y con severas irregularidades que como huellas de elefante hundían la causa bajo la tierra. A medida que avanzaron los días y Agustín no aparecía, la situación interna de la Fiscalía ofrecía sus primeros y miserables accionares.
En un principio, la causa cayó en manos del Dr. Vicente Gómez, quien durante ese fin de semana se encontraba de turno. Aseguran que las actuaciones les fueron confirmadas el mismo sábado 3 de octubre pero, al parecer, la enérgica intervención del Fiscal General de San Nicolás, Dr. Héctor Tanús, puso a cargo del Dr. Patricio Serjal Benincasa la prosecución de la investigación ante la sucesión de impericias de Gómez. Tanús, al igual que la Dra. Padulo, aseguró que las actuaciones les fueron entregadas el lunes al mediodía, es decir un día y medio después que se denunció el caso.
Desde el principio, la torpeza se adueñó de la situación: Gabriela López se quedó con todas las pruebas. Después de asistir a La Radio el lunes por la mañana, asistió a la Fiscalía donde se le devolvió el celular, la libreta sanitaria y el certificado de parto. Tres elementos que podrían haber hecho desaparecer con sólo prender un fósforo.
Si bien el teléfono guardaba las fotos que la mujer le había sacado al bebé, debería haber sido retenido, ya que con el correr de los días ese mismo aparato podría haber recibido llamadas que hubieran sido importantes.
Desde el lunes a la mañana y hasta el jueves, nadie volvió a interpelar a Gabriela, lo mismo sucedió con sus familiares, compañeros de trabajo, supuesto padre, médicos y personal de la clínica San Martín. Tampoco hubo actuaciones el miércoles, día en que apareció el bebé abandonado en San Nicolás. Teniendo en cuenta que no existía alguna otra denuncia sobre la desaparición de un bebé en esa localidad no se explica cómo la Justicia no citó a Gabriela López para que lo reconociera. Ella se presentó pero por iniciativa propia y empujada por la Dra. Mirta Cardoso, quien demostró que la faz humana puede superar a la profesional a la hora de buscar a un niño en riesgo.
Tampoco se pidió el video de seguridad de un maxikiosco ubicado en la esquina de la clínica; quizás en esa cinta se hubiese podido observar si Gabriela pasó por allí y qué llevaba en brazos.
El chofer del colectivo no fue citado. No se tomaron medidas para preservar documentación de la clínica ni se citó a su personal a prestar testimonio.
Lo más particular y llamativo de esta superposición de situaciones sucedió el día en que apareció el cuerpo de Agustín. Más allá de la justificada o injustificada tardanza de la Fiscal Padulo, y una vez concluidas las tareas de búsqueda y hallazgo del cadáver, los testigos se alejaron del lugar. Pero en un claro acto de imprecisiones, debieron regresar ya que algo se había olvidado: allanar la vivienda en donde vive Gabriela con sus padres. Lejos de despejar dudas y echar luz sobre la situación, la tozudez y la soberbia volvieron a ganarle a la acción de la Fiscal. Recurrió a los mismos testigos y procedió de manera altamente sospechosa frente a la indignación de la policía, que desde hacía días esperaba autorizaciones para actuar de manera directa.
Esta situación invita a aumentar las dudas en la transparencia de la investigación. En la casa se halló y secuestró una mantita con dibujos celestes y blancos que Gabriela había dejado en la pieza, una linterna de tres elementos de color blanca, un par de guantes de lana que la mujer había dejado en su pieza y estaba sucios con tierra, las palas que había en el lugar y supuestamente habría utilizado para hacer el pozo (cabe recordar que se estaba recuperando de una cesárea y el gran trajín de los viajes), un cuadrito con la foto de Agustín que había puesto sobre el televisor de su pieza y un antiguo revolver que Ignacio López guardaba en su mesita de luz. También fueron secuestradas órdenes médicas, una pezonera, algodón y un celular en desuso que pertenecía a Sabrina, la hija de Gabriela.
Increíblemente, quienes allanaron el lugar no tuvieron en cuenta que olvidaron una pala que quedó apoyada cerca de una parrilla y un sobre de nylon transparente con varias fotos del bebé y de Sabrina, que Gabriela había guardado en el mismo lugar en donde se encontraban las órdenes médicas. Sí, todo eso “olvidó la Fiscal y sus particulares testigos”.
“Tenía cuestiones que atender en San Nicolás”, dijo la fiscal Padulo al ser consultada sobre su tardanza. “Me hice presente lo antes posible, en la medida en que me lo permitió el físico, de todos modos impartí instrucciones vía telefónica”. Ataviada como para asistir a un encuentro social, la funcionaria judicial ofreció sus precarias explicaciones.
Como si algo faltara a esta secuencia de desaciertos, al día siguiente del hallazgo del bebé decidió que el cuerpo de Agustín, cuyos familiares habían conseguido el certificado de entrega de cadáver, DNI y certificado de defunción, debía ser trasladado a San Nicolás para ser analizado nuevamente, desestimando la autopsia y rastros que se habían efectuado en nuestra ciudad. Es más, dejó angustiados a familiares y amigos de la familia López quienes habían organizado una sencilla ceremonia religiosa para darle al pequeño cristiana sepultura. Se estima que el cuerpo del bebé podría ser entregado en el transcurso de esta semana.
Las hipótesis
Mientras se aguarda que en los próximos días pueda declarar la propia Gabriela López, quien de ratificar sus dichos involucraría a varias personas más, se fueron conociendo detalles de los pasos que fue dando la mujer para terminar de armar una de las historias más cínicas y perversas que se hayan conocido en la historia policial local.
Una de las cuestiones a confirmar es la de poder corroborar si la mujer asesinó al bebé adentro de la clínica y se retiró de la misma con el hijo dentro del bolso como dijo en su primera confesión, o si salió con el niño en brazos y lo asesinó fuera del lugar. Algunas versiones de familiares de la mujer aseguran que ella les confesó, una vez quebrada emocionalmente, que todo sucedió en el interior de la habitación que según el primer relato de la progenitora había compartido con otra mujer que estaba citada para una cesárea y que fue dada de alta el mismo sábado.
López se retiró de la clínica y abordó el colectivo que parte a las 20.00 desde la terminal de ómnibus. Cerca de las 22.30 arribó a Santa Lucía, en la esquina del bar Los Tilos la aguardaba su hermano Walter, quien jamás sospechó que en el bolso que Gabriela colocó entre sus piernas estaba el cuerpo de Agustín. En el camino, mientras charlaban de una cosa y otra, lo obligó a detener su marcha y le pidió prestados unos 60 pesos para abonar el arreglo de un DVD que una vecina de El Descanso le había llevado a Arrecifes. Pagó y regresó al vehículo. Llegó a su casa, saludó a sus padres y se quedó en la pieza. Mientras tanto, papá Ignacio, mamá María Ester y Walter se quedaron mirando uno de los partidos de fútbol que pasaban esa noche. Cerca de las 22.30 se fueron a dormir, y allí fue el momento en que Gabriela se levantó. Habría tomado un par de guantes azules de lana, una linterna blanca para alumbrarse en el medio de la arboleda, una pala y el bolso. De acuerdo a la distribución de la casa, no se descarta que haya salido por la ventana que se encuentra pegada a su cama y que justo da a la parte trasera de la finca. Desde allí se dirigió al lugar en donde decidió enterrar a su hijo, siempre atendiendo a su propio relato que jamás incluyó ni citó el par de guantes que luego fue encontrado en el “particular” allanamiento.
“Cerca de las 23.00 (del sábado trágico) estaba durmiendo y escuché un auto, me asomé y vi un coche blanco o algo así. Le pregunté a Gabriela quién era y me dijo que nadie, que me quede tranquilo, que iba hasta el pueblo y venía”, relató su papá Ignacio a la prensa. Su hermano Walter aseguró que por su problema de depresión tomó un medicamento y se “planchó”: “No escuché nada. Sólo me desperté cuando sentí una bocina cerca de las tres de la mañana. Me asomé y ví que era la policía, entonces fui y le dije a mi viejo. Allí la policía nos avisó que Gabriela estaba en la Comisaría de San Pedro y preguntó si sabíamos que mi hermana había tenido familia”, relató Walter.
Gabriela López ocultó el embarazo a todos. Fue su hija Sabrina quien se enteró del nacimiento de su hermano cuando el jueves 1º de octubre concurrió a la clínica San Martín, donde Gabriela simuló haber concurrido por una dolencia en el hombro.
Más allá de la confesión de López, se siguen generando innumerables dudas y preguntas que –ojalá– con el paso del tiempo se disipen. Por ejemplo: si su hija sabía del nacimiento, ¿por qué su madre decidió matarlo? ¿No se dio cuenta que Sabrina sabía todo y podía contar? ¿Por qué Sabrina no acompañó a su madre y a sus familiares durante la búsqueda de Agustín? ¿Es cierto que un compañero de trabajo algo sabía? ¿Puede una mujer delgada, con los puntos de la cesárea y dolorida, trasladar ella sola una pala, el bolso, alumbrarse con una linterna y cavar el pozo? ¿Sigue mintiendo Gabriela? ¿Se esconde otra historia mucho más perversa todavía? ¿Qué sucederá si el ADN le da negativo a Gerardo Sobrino? ¿Es el verdadero padre? Interrogantes que se irán disipando a medida que avance la investigación, si es que avanza.
Por un Fiscal de Instrucción
El ex Concejal y Diputado Provincial Mandato Cumplido Eduardo Polimante envió una nota al Concejo Deliberante con “el sano objeto de buscar, consensuar y luego establecer una verdadera política de estado con respecto a la defensa de los estamentos judiciales presentes en la ciudad y que costaron mucho conseguir”. En su época de funcionario, encabezó un proyecto para contar con una Fiscalía y una Defensoría en la ciudad, posteriormente fueron desdobladas y aparecieron las figuras del Fiscal de instrucción y Fiscal de juicio.
“Acontecimientos que son de dominio público, en la semana próxima pasada, ponen al descubierto, en un hecho puntual, que el arribo a San Pedro del Fiscal de Instrucción se vio demorado por más de cinco horas conociendo que ‘si la Justicia no llega a tiempo, se convierte en injusticia’, como también ‘si la Justicia está lejos, queda más cerca la injusticia’ y que es constitucionalmente INJUSTO para nuestros vecinos que San Pedro tenga parte de los estamentos judiciales a 90 Km., o sea en San Nicolás, y que en el juego de la oca judicial ‘hemos perdido y/o se ha demorado –que es lo mismo– la designación de la figura de Fiscal de instrucción’, o sea ‘retrocedimos tres casilleros’ por voluntad de…???”
En esta presentación, Polimante propone solicitar una URGENTE audiencia con el Ministro de Justicia de la Provincia de Buenos Aires y bregar por la figura del Fiscal de Instrucción en nuestra ciudad.
El Bochorno, la vergüenza de la desvergüenza
La fiscalía de San Pedro aguarda el nombramiento de un nuevo titular. El proceder de sus funcionarios está envuelto en una interna feroz, mientras es el Estado municipal quien paga el alquiler de la casa donde “funciona”. El caso de Agustín fue derivado por un novato instructor a la Dra. Franca Padulo con una tardanza que apabulla. Se perdieron pruebas, se obviaron procedimientos, se dejó en libertad a la principal sospechosa por la desaparición de una criatura, se “plantaron testigos” cuando había en el campo donde apareció Agustín más de veinte personas IMPARCIALES que cumplían los requisitos para dotar de, aunque sea, una mínima transparencia al procedimiento. Eso no es todo: olvidaron allanar el domicilio de la imputada, no le tomaron declaración, impidieron el ingreso de los abogados representantes de las partes y del propio denunciante al lugar del hallazgo del cuerpo. Hay más: evitaron que la policía prosiguiera con la investigación y al menos mantuviera vigilancia en el predio donde vivía Gabriela López. No se dictaron medidas inmediatas para secuestrar documentación de la clínica, no se citó al médico que la atendió, no consultaron a quienes estaban ese día internados en el centro asistencial ni al personal de turno. Tampoco se preservaron adecuadamente las pruebas ni se prestó atención al clamor de la población ante un hecho que terminó con la vida de un bebé de días.
La Dra. Cardoso tuvo que suplir con sus escasos medios los profundos agujeros que trazaba la Fiscal, que parecía estar de paseo por San Pedro sin apuntar un mínimo gesto de arrepentimiento o autocrítica. Por el contrario, eligió nuevamente como colaborador al Dr. Gómez, que ya había sido desplazado por el Fiscal General y evitó que el Dr. Serjal Bennincasa prosiguiera con su acción.
¿Qué más tiene que suceder para que alguien recuse a esta funcionaria judicial que, emulando al triste Molina Pico, no puede inmutarse ante la desaparición de una criatura?
¿Qué tipo de condición humana ostenta una funcionaria que se toma tan a la ligera sus obligaciones y prefiere aborrecer a la prensa antes que a quienes cometen un ilícito?
Por el momento, “Agustín” sigue clamando justicia desde la oscura morgue a la que lo ha confinado una Justicia que cada vez parece más injusta.