Reporte de “Ciudadanismo”
En 884 ediciones, es tremendamente difícil no reiterarse. Se siente desde este lado, la frustración y la bronca de haber intentado ayudar a pensar y percibir que lo que se ha logrado es masificar la sensación de impotencia.
Mirar las páginas vacías y comenzar a ordenar las notas que serán publicadas según su importancia ha sido agobiante esta semana. El setenta por ciento del periódico está vinculado a hechos judiciales o policiales. ¿Es ese el porcentual que se espeja en la realidad?
En un fin de semana, un joven con fractura de cráneo y otro apuñalado, terminaron siendo el disparador de otro brote de “ciudadanismo”. El Lunes en la Municipalidad se vieron las caras los adultos, LOS JOVENES (con mayúsculas), algunos funcionarios y el titular de la Comisaría local.
Fue patético.
Relatar los avatares y discusiones de la reunión sería retrasar nuevamente el reloj del pensamiento y la reflexión. Tal vez, el hecho más contundente pueda graficarse en dos ejemplos claros de la desidia: el kiosco donde comenzó la pelea que terminó con Anatoli Ostohich en terapia intensiva, sólo fue visitado por personal de Inspección General para verificar si tenía habilitación y; la policía no posee un teléfono de cabecera con líneas rotativas. ¿Qué puede hacer el ciudadano común frente a la torpeza extrema y la exhibición obscena de la incapacidad para resolver los problemas urgentes?
Preste atención: decimos problemas urgentes, no IMPORTANTES. Porque los importantes requieren de planificación, estrategia, comunicación y TIEMPO. Reparar el tejido social, la creciente xenofobia y el miedo llevará décadas, aunque se empiece hoy.
A última hora, el funcionariado tira la bomba: ENTRE HOY Y MAÑANA LLEGAN DIEZ PATRULLEROS. Esa noticia en cualquier medio obliga a cambiar los títulos e incorporar una cuestión menor como epicentro de una cuestión que confundirá aún más el eje de la discusión. Una noticia que sepultará a las anteriores recreando la fantasía colectiva de sostener que con patrulleros y balas todo se soluciona.
Para quienes piensen encontrar aquí un demagógico discurso de mano dura, la decepción será impresionante. Peor les irá a quienes desde el progresismo ideológico especulan con tendernos la trampa de seguir hablando de las culpas de otros tiempos y la falta de remedios para las nuevas enfermedades.
Pues bien, metiendo la cabeza en el freezer, hay que matar la página en blanco y recuperar lucidez para aceitar las neuronas.
Un lúcido profesional, elevó la voz en el Salón Dorado pero nadie escuchó lo que dijo. En realidad nadie escuchaba al otro. Cada uno se sentía bien cuando se escuchaba a sí mismo. Pero ese señor preguntó: ¿Nos tenemos que ocupar nosotros de todo?
Y con esa frase abrió la mente de quienes desde hace años vemos como se deteriora nuestra ciudadanía. Colaboramos con la Cooperadora de la Escuela, contribuimos con los bomberos, apagamos el fuego en las islas, juntamos fondos para que sea posible sostener la educación pública, exprimimos el presupuesto municipal para comprar patrulleros que debe proveer la provincia, abonamos con las facturas de los servicios públicos todos los impuestos instalados y por venir, vemos como crece el número de planes para desocupados y madres con más de siete hijos, miramos de reojo las usurpaciones cotidianas y los negociados tramposos con patrimonio público, sostenemos entidades intermedias con nuestro aporte cotidiano, bancamos los estudios médicos de nuestros viejos porque la jubilación no les alcanza, compramos la comida con o sin IVA a precios de primer mundo siendo productores primarios de alimentos… y sigue la lista de cuestiones que hemos incorporado a la vida cotidiana porque: si no nos hacemos cargo “no funciona”.
Eso sí, no falta el que estigmatiza al doliente calificándolo de antidemocrático cuando llega al cuarto oscuro cada dos años.
¿Para qué están? ¿Qué hacen? ¿Cómo usan nuestro dinero?. Si todo tenemos que resolverlo en asamblea pública, mientras quienes fueron contratados y remunerados para pensar de antemano nos miran como bichos raros, ¿Qué tiempo nos queda para participar?
La trampa ha sido tendida con tanta astucia y la pobreza y la exclusión se han convertido en un negocio de magnitud aplastante. A los manotazos, debajo de esa montaña de corrupciones perdonadas, tratamos de salir del barro.
No es la individualidad la que nos pondrá de cara a las soluciones, pero tampoco es nuestra irresponsable manera de sumirnos en la abulia solitaria, el modo de terminar con el flagelo que mayor daño le ha causado a la República Argentina.
Combinar palabras, sigue siendo un arte difícil a la hora de entrecruzarlas y hacerlas coincidir con la realidad, pero nos haría muy bien ir descartando de nuestro centro de atención aquellas que ocultan nuestros verdaderos problemas.
Basta de mandar Cartas Documento al Ministerio de Seguridad para pedirle lo que jamás concederá. Hay que tomar decisiones locales para problemas locales, recobrar la iniciativa y satisfacer las necesidades mediatas e inmediatas de la gente a la que se representa. Tenemos un poder político vergonzozo, inoperante e incapaz de ver más allá de la próxima elección. Oficialismo y oposición, enjuagan sus trapos sucios en nuestras narices y piden que “comprendamos”. ¿Qué más tenemos que comprender?
La advertencia es clara: la gente no discute la pena de muerte. Ahora quiere MATAR directamente y para eso compra ARMAS. ¿Qué sucederá el próximo fin de semana? ¿A cuánto cotizará la vida de nuestros hijos?
Perdimos nuestra ciudadanía, nuestros derechos, nuestra dignidad. No vamos ahora a perder a nuestros hijos y si no entienden el mensaje, salgan a la calle, dejen de hacer la vista gorda, terminen con el “chiquitaje” de conventillo que los anima de cara a cada elección. Ya lograron adormecer y dominar a fuerza de miseria a más de la mitad de la población. Se dieron el lujo de crear y recrear un conurbano peligroso en un pueblo dónde algunas cuestiones aún pueden controlarse. Despojaron a los niños de su derecho a la igualdad de oportunidades y que no digan que fue nuestra falta de participación la causante de todos los males, porque para perpetrar este desastre social nos mantuvieron bien distraídos haciéndonos cargo de todo lo que no funciona.
Uno nunca sabe cuál es la última nota que va a escribir ni en su propio medio, pero después de 884 veces de palabras armoniosamente combinadas, nos espanta imaginar el desenlace de una fractura social irreversible.
Por suerte, y con sabiduría siempre alguien nos invita a estrujarnos el corazón dinamizando las neuronas:
Quién no está preso de la necesidad,
está preso del miedo:
unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen,
y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.
Eduardo Galeano