Ratifican condena de 13 años y medio de prisión por intento de femicidio, a pesar de que la víctima quiso retirar la denuncia
La Suprema Corte provincial dejó firme la sentencia que el Tribunal de primera instancia aplicó a un hombre de 44 años que en 2015 fue denunciado por su esposa, quien aseguró que en el marco de una discusión de pareja le disparó con una escopeta. La víctima quiso retirar la denuncia, minimizó la situación y hasta se atribuyó la culpa por la reacción de su esposo. Las pericias psicológicas señalaron que estaba inmersa en el círculo de la violencia de género. El caso está ahora en la Corte Suprema de la Nación, por lo que el acusado espera en libertad.
La Corte Suprema Bonaerense ratificó una condena de 13 años y medio de prisión contra un hombre de 44 años que en 2017 fue sentenciado a cumplir esa pena tras ser hallado culpable de homicidio en grado de tentativa, agravado por violencia de género. Es decir “intento de femicidio”.
El hecho ocurrió en 2015 en un barrio cuyas referencias se reservan para preservar la identidad de la denunciante, considerada doblemente víctima por la Justicia puesto que tras relatar la situación en la Comisaría de la Mujer intentó retirar la denuncia, volvió a convivir con el marido y procuró minimizar lo ocurrido.
El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº 1 lo consideró responsable de haber disparado con una escopeta en dirección hacia donde se encontraba su esposa luego de una discusión de pareja. Los elementos obrantes en la causa, los testimonios de él y de la víctima más las apreciaciones de los peritos de Policía Científica y de los psicólogos judiciales configuraron pruebas que los jueces de primera instancia, la Cámara de Casación y finalmente la Corte evaluaron pertinentes para sostener la acusación y condenarlo.
El caso es ejemplar, porque contiene elementos relacionados con la psicología de las víctimas de violencia de género y los ciclos por los que atraviesa una mujer, con el perdón, el intento de minimización de la situación y la autoculpabilidad.
Tras la ratificación en la Corte bonaerense, el abogado que lo representa, Mauricio Gugger, presentó un recurso de queja en el Supremo Tribunal de la Nación porque entiende hubo “violación del legítimo derecho a defensa” durante el proceso inicial, ya que en el acta de indagatoria “no está justificada la ausencia del defensor oficial” que no compareció en esa oportunidad y el acusado fue acompañado por una auxiliar letrada antes de que el estudio jurídico de Hugo Lima (h) lo representara hasta el juicio.
“Para mí fue excesivo e injustificado, considero que no estaba configurada la tentativa de homicidio”, dijo Lima, que recordaba el caso. Las apelaciones, luego, estuvieron a cargo de Gugger.
El acusado estuvo detenido hasta el 25 de noviembre de 2015, cuando el Juzgado de Garantías Nº 3, a cargo de la jueza María Eugenia Maiztegui, desestimó el pedido de prisión preventiva que hizo la fiscala Ramos. Desde entonces en libertad, aguarda el resultado del Supremo Tribunal nacional.
Un disparo en plena siesta
El 25 de octubre de 2015, alrededor de las 14.30, se escuchó un disparo que resonó en un histórico barrio sampedrino próximo a las vías del ferrocarril. Una mujer y su marido habían discutido.
La noche anterior, ella estaba mirando su WhatsApp cuando él vio de reojo una foto de una mujer apoyada en un auto blanco. Quiso saber de qué se trataba y ante la negativa le sacó el teléfono, que ella logró recuperar. La situación derivó en discusión. Él quiso saber si ella lo engañaba.
La mujer se dirigió al baño. Su marido le gritó que se pasaba entre 15 y 18 horas trabajando para mantener a la familia, que si había algo que le ocultaba se lo dijera.
Esa noche, él durmió en un hotel. Al otro día, alrededor de las 8.30 de la mañana volvió a la casa familiar. Su esposa le había preparado sus pertenencias para que se las lleve. A las dos de la tarde volvió. Ella estaba con su hermana y él le pidió a su cuñada que se retirara. Lo hizo, con dos de los cuatro hijos del matrimonio.
“Si estás haciendo cosas raras, te vas de casa”, le dijo a su esposa. Ella no parecía dispuesta a irse. Entonces, él tomó una escopeta vieja que había en la casa y le apuntó. En su declaración dijo que lo hizo para amedrentarla, con el objetivo de asustarla y que se fuera. Aseguró que nunca mataría a la madre de sus hijos.
Cuando ella salió de la casa se oyó el disparo, que rompió un vidrio de una puerta, ubicada a 1,70 metros, aproximadamente. En el pasillo quedaron los perdigones. Para la Justicia, ese disparo fue efectuado con el objetivo de matar.
Declaraciones cruzadas
La víctima fue a la Comisaría de la Mujer acompañada por su hermana a denunciar lo sucedido. Ese día relató que su marido cargó la escopeta de doble caño en el dormitorio, se acercó a ella diciéndole que la iba a matar y que disparó cuando ella abría la puerta para irse. Al otro día quiso retirar la denuncia y dijo que no él no le había dicho que la iba a matar, que cargó el arma pero que no le apuntó.
En el juicio oral y público contra su marido, la víctima dijo que tras la discusión ella salió de la casa y al llegar a la esquina escuchó un tiro. En esa audiencia también dijo que nunca antes había tenido episodios de violencia, que se reconcilió con su esposo, que no quería que vaya preso, que “no midió las consecuencias” que podía acarrear denunciarlo.
La Fiscalía Nº 11 que conduce Viviana Ramos sostuvo la acusación de intento de femicidio. Para el Tribunal, aun con la modificación de la declaración de la víctima, el hecho de violencia de género estaba probado: el marido había disparado un arma de fuego en dirección hacia donde se encontraba su esposa tras mantener una discusión de pareja.
Las pericias siempre hablan
La oficiala que recibió el testimonio original de la víctima sostuvo que en su primer relato había asegurado que el marido le apuntó, gatilló pero el disparo no salió y que luego, cuando ella huyó de la casa, el tiro de la escopeta se escuchó detrás de ella.
Esa denuncia obligó a la intervención del gabinete de violencia familar, de Fiscalía y del Centro de Asistencia a la Víctima. La psicóloga que la asistió dijo en su informe que la víctima se presentó ante ella “arrepentida de haber hecho la denuncia”, sintiéndose responsable y asegurando que la reacción del marido era su culpa.
La perita consideró que actuó por temor, que el hecho de que un marido apunte a su esposa con un arma de extrema gravedad y que la víctima no lograba internalizar la situación en la que estaba inmersa, ubicada en “el círculo de la violencia en la etapa del perdón”.
En cuanto a la psicología del acusado, el perito médico informó su tendencia a reaccionar de manera desproporcionada y desmedida ante situaciones que alteren su esfera afectiva: discusiones, malas noticias. Recomendó tratamiento psicológico. El imputado aseguró que “no lo necesitaba”.La psicóloga dijo que carecía de empatía y tenía baja tolernacia a las frustaciones.
Los peritos de la Policía Científica constataron la existencia de un disparo de arma de fuego que destrozó el vidrio de una puerta a una altura de 1,70 m, con perdigones en el pasillo. El arma era una una escopeta de dos caños con culatín de color oscuro que no estaba registrada -ello implicó que también lo condenaran por tenencia ilegal- y era un arma familiar, que pasó de su abuelo a su madre y de ella a él.
La versión del condenado
“Fui a buscar la escopeta para asustarla logrando que ahí sí se retire. Cuando ella sale de la casa, disparé a la puerta, a la parte de arriba siendo que ahí había un vidrio el cual estalló”, reconoció en su declaración. Dijo que nunca tuvo la intención de matarla sino que sólo quería “asustarla” y que sabía que al disparar a la puerta “no la iba a lastimar”.
“Es mentira que yo le apunté a la cabeza o al pecho. De hecho jamás le gatillé en la cabeza. Jamás le haría daño a la madre de mis hijos. Es más, ella lo desmintió luego”, dijo.
Tras el episodio, relató, consternado por la situación, fue a la zona del puerto y arrojó el arma al río.
Aseguró que nunca habían tenido situaciones similares en la pareja y recordó que al momento del juicio oral, dos años después de los hechos, él y su esposa seguían “juntos y bien”. “Porque nos amamos y amamos a nuestros hijos. Queremos lo mejor para ellos”, sostuvo.