¿Qué pasó el 25 de Mayo de 1810 y por qué es incorrecto hablar de independencia?
Por Leandro Batalla, abogado y docente de Historia Constitucional Argentina en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Cada año es recurrente la confusión sobre los sucesos de 1810. De igual forma, en los actos escolares del 25 de mayo es común escuchar frases como “Viva la Patria”, connotaciones de libertad al “romperse cadenas”, etc. Todo muy alejado de la realidad histórica. Esto explica por qué más del 70 % de los ingresantes a la universidad no pueden diferenciar lo sucedido el 25 de mayo de 1810 con la declaración de la independencia en 1816.
En los hechos, en aquel mayo de 1810 no se discutió sobre la independencia. Entonces, ¿qué pasó?
Es preciso remontarnos a 1808. En dicho año España luchaba contra la incursión de Francia que pretendía sojuzgarla. El rey español había caído prisionero de los franceses y los españoles intentaban resistir el embate napoleónico. La Junta Central de Sevilla en nombre del rey de España concentró los esfuerzos en la guerra contra los invasores y fue la institución que ejerció el dominio de las colonias.
Pero para 1810 el escenario en la península ibérica era crítico, las tropas españolas fueron fulminadas, la Junta Central de Sevilla cayó y el predominio francés fue total. La noticia de la caída de la Junta es la que dio inicio al proceso revolucionario en el Virreinato del Río de la Plata.
En Buenos Aires el Virrey Cisneros se encontraba en una situación de difícil legitimidad y su autoridad pendía de un hilo: era el representante de un rey prisionero y tras la caída de la Junta de Sevilla (quien fuera la autoridad peninsular que le dio el status de “virrey”) su situación se había complicado aún más. Cisneros intentó ocultar la noticia de la caída de la Junta pero no tuvo éxito. Los vecinos y las milicias porteñas al mando de Saavedra le exigieron la convocatoria a un cabildo abierto, así fue como el elemento coercitivo abandonó a su suerte al Virrey.
El 22 de Mayo de 1810 tienen lugar los célebres debates en el Cabildo para dilucidar la continuidad o no del virrey. La jornada estuvo rodeada de un fuerte armamentismo, revolucionarios como French y Beruti a punta de pistola trataron de impedir que los vecinos más leales al virrey concurran al cabildo, sólo asistieron 250 de los 450 vecinos invitados.
Cuatro fueron los principales oradores en el recinto capitular: el obispo porteño, contrario a cualquier reforma, sostenía que aunque haya un solo vocal de la Junta Central que arribase a nuestras playas, debíamos recibirlo como al soberano. Castelli sostenía que el pacto social estaba roto porque el rey estaba preso y la junta había caído, por ende el poder había retrovertido en los vecinos quienes debían tomar una decisión, su argumento fue el núcleo de la revolución. Villota, fiscal de la audiencia, quería ganar tiempo, aducía que se debía consultar a los vecinos de todo el virreinato. Juan José Paso sostenía que dada la situación de urgencia se debía tomar una decisión ya.
Tras los intensos debates, la votación derivó en el fin de la institución del virrey. Sin embargo por una serie de intrigas, Cisneros se mantuvo al frente de un gobierno provisorio aunque ya no en carácter de virrey y secundado por algunos revolucionarios. No obstante, al conocerse la continuidad de Cisneros en el gobierno bajo otro ropaje legal, el descontento y el rechazo por parte de los vecinos y las milicias fue generalizado; se sentían burlados de lo que efectivamente se había decidido en el cabildo abierto.
“El pueblo quiere saber de qué se trata”
El 25 de Mayo una gran cantidad de personas exigió frente al cabildo la definitiva renuncia de Cisneros y la conformación de un nuevo gobierno. Ante las demoras quienes estaban allí congregados gritaron la célebre frase “el pueblo quiere saber de qué se trata”, el cual constituyó un hito de la participación popular y de la necesidad de los gobiernos de dar publicidad de los actos de gobierno. Cisneros renunció definitivamente a su cargo y se conformó la “Primera Junta de Gobierno” presidida por Saavedra y con Moreno y Paso como secretarios.
Los revolucionarios tomaron posesión de sus nuevos cargos jurando desempeñar su fidelidad al amado soberano Fernando VII, gobernando así en representación del rey de España, por lo que nunca estuvo en debate la idea de la independencia (idea que aún era prematura en ese momento).
Leandro Batalla
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