“Que lo que le pasó a Tiara no sea en vano”
Mariano “Pulguita” Casas fue hallado culpable y condenado a 20 años de prisión por haber asesinado a golpes a la pequeña Tiara, de un año y cuatro meses, a quien tenía bajo su cuidado mientras la madre, su pareja, trabajaba. Más de 20 testigos y una instrucción sin fisuras permitieron que el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de San Nicolás aplicara esa pena para el exfutbolista, que permanece preso desde el día en que la autopsia reveló que la niña había sido brutalmente golpeada hasta morir.
A la audiencia en la que se leyó el veredicto no fue. Sí escuchó a los testigos, cabizbajo. Mariano “Pulguita” Casas fue hallado culpable de homicidio. Para la Justicia es un asesino, el asesino de Tiara Guadalupe Lozano, nacida el 20 de enero de 2013, la nena de un año y cuatro meses que el 16 de mayo de 2012 estaba bajo su cuidado y murió producto de la golpiza que él, su padrastro, le propinó. El Tribunal lo condenó a 20 años. Lleva dos detenido. Tenía 24 cuando cometió el crimen.
La familia paterna de la niña dijo haber quedado satisfecha por la condena y que se ocupará de que Casas cumpla. “Nada de beneficios”, dijeron. “A cumplir”, sostuvieron. Para que “lo que le pasó a Tiarita no sea en vano”. Con la infinita tristeza de la muerte arrebatada por quien tenía que cuidarla. Con el agrio sabor de haber intentado advertir en más de un lugar que algo podía pasar.
No alcanzó para Tiara, como tampoco para Carolina Ayelén, para Brisa, para Agustín, para tantos otros que a diario sufren el maltrato, por un lado, y los mecanismos públicos que no siempre logran asistir como corresponde, por el otro.
Durante dos audiencias en la sala del Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 pasaron los testimonios que permitieron la condena de Casas. A él se lo veía como perdido, miraba de reojo a los testigos, de costado. Las cosas que se ventilaron fueron terribles. Para los jueces no quedó duda: el joven de 26 años que tenían en el banquillo de los acusados era culpable. Y así lo definieron el lunes.
Abrumadora pruebaen contra de Casas
“Era un pibe sano, amable, bueno conmigo, con mis hijos y con mi familia”, supo decir Moira Lozano, la mamá de Tiara, quien aquel 16 de mayo de 2014 estaba trabajando en una parrilla del centro cuando Casas apareció con la nena en brazos, ya muerta.
Alguna vez la había golpeado, pero no le dio importancia. La había tomado del cuello. Dijo que las veces que vio moretones en Tiara se preocupó, pero que los médicos le dijeron que los niños juegan y se golpean.
Moretones fueron lo que los pediatras que intentaron reanimarla en el Hospital observaron aquel día, lo que los motivó a llamar a la policía. La autopsia reveló una muerte traumática: golpes. Tiara fue brutalmente golpeada antes de morir. Casas repetía que se había ahogado con el té y galletitas que les había servido como toda cena a ella y sus dos hermanitos de 6 y 4 años, todos bajo su cuidado.
Desde el sábado a la mañana, cuando fue detenido, y hasta el día del juicio oral y público, Mariano Casas hizo uso de su derecho a no prestar declaración. En la sala de audiencias, con el patrocinio del reconocido abogado baraderense Diego Jeanmaire, dio una nueva versión sobre lo que sucedió aquella noche.
Dijo que ese 16 de mayo era el cumpleaños de uno de los tres hijos que tenía con otra mujer y que luego de pasar a verla había estado en la zona del Boulevard con un primo, con quien fue a fumar marihuana.
Declaró que alrededor de las 20.00 regresó a la casa que compartía con Moira Lozano en Hermanos Indios y Saavedra. Que se puso a jugar “a la play” y que alrededor de las 21.30 fue a ver a Tiara y que no respiraba. Minutos después corría por las calles de la ciudad camino al comercio ubicado en 25 de Mayo y Ayacucho, donde estaba la mamá de la nena, a quien llevaba en brazos, tapada con una frazada, ya sin vida.
El nuevo relato resultó inverosímil, tanto como la historia original, aquella que les contó a los familiares de Moira en el Hospital, cuando en medio de la congoja por la muerte de la niña decía que les había dado de comer a los chicos, los había bañado y llevado a la cama, pero cuando más tarde se acercó a la cuna de la pequeña de un año y cuatro meses ya no respiraba.
Al médico en el Hospital le dijo que la había dejado cinco minutos antes. El profesional notó las pupilas dilatadas de la nena. Sabía quementía. La revisación inicial determinó lesiones que fueron comparadas con las producidas por la colisión de un automóvil.
“Tiara presentaba multiplicidad de lesiones que denotan descuido o maltrato infantil”, destacó el Fiscal Manso. El cuerpito tenía hematomas, pequeños pellizcos en las piernas y una marca similar a un pie en la zona renal.
La muerte se produjo mediantela opresión de la zona abdominal que le provocó una multiplicidad de lesiones orgánicas: una lesión ósea de la pelvis, relacionada con una gran fuerza aplicada sobre la cadera y el flanco derecho, fractura del ilíaco, una lesión renal en su riñón derecho con lesión de su paquete vascular y laceración hepática por su borde anterior.
El perito forense médico Manuel Armando Caro constató múltiples lesiones superficiales de diferente tipo y cronología. Para Manso, Casas mató a Tiara de un pisotón o un puntapié.
Una advertencia que nadie escuchó
Tiara tenía un padre. Un joven menor de edad a quien Moira Lozano solía llevarle la nena para que compartiera momentos con él y su familia. La abuela y la tía eran quienes más la atendían. Se desvivían por “Tiarita”, como le decían.
A Graciela y Lorena no les gustaba cómo estaba Tiara. La encontraban sin el aseo correcto, mal vestida y a veces sospechaban que hasta no comía bien. Un día notaron que tenía “sarna en los piecitos”. Habían visto moretones y hasta se habían acercado a la Uceff en procura de una intervención que nunca llegó.
Mónica, la abuela materna de Tiara, supo decir que su otro nieto, que entonces tenía seis años, sabía lo que había pasado. También había cuestionado la asistencia social que nunca estuvo.
El pequeño, más tarde y a través de cámara Gesell, declaró y acusó a Mariano Casas de golpearlos. También dio cuentas de la paliza que ese día el ahora condenado le había propinado a su hermanita. Dijo que “le dio un golpe en la panza y en la cabeza” a Tiara.
El nene se hizo el dormido en la habitación y pudo ver cómo su padrastro golpeaba a la nena. Dijo que era habitual y que ocurría cuando su madrese iba a trabajar, y que Casas los encerraba. “No se porten mal porque les va a pasar lo mismo”, fueron las palabras que el niño atribuyó al condenado, que las pronunció tras la paliza criminal.
“Mariano era una porquería, llegaba de trabajar y maltrataba a los chicos y a Moira porque quería estar tranquilo, lo único que quería era jugar a la play”, dijo una testigo durante el juicio.
“Siempre golpeadita, Tiarita; quemada con cigarrillos, con la cara rasguñada”, había contado Graciela, inundada de lágrimas como las que deja cada vez en la tumba de su nieta, a la que visita periódicamente.
Para el Fiscal Marcelo Manso, desde el principio, los elementos que aparecían apuntaban contra Mariano Casas. Los reunió en un alegato que fue irrefutable, tanto que la Defensa pedía la absolución, pero también la pena mínima de ocho años.
Mariano Casas no tenía antecedentes, pero el agravante del caso es claro: la Justicia lo encontró culpable de asesinar a golpes a una beba de 16 meses, que alguna vez hasta le había dicho “papá”.