Que juegue a ser Doctora, mientras la Justicia no está
La sensación de que no existe control dejó de ser un sentimiento desesperante con los años y se transformó en un hecho que asfixia cualquier anhelo de justicia. Hace casi una década nuestra familia no conocía esta realidad. Nuestra madre nos educó con el simple precepto “sé lo que quieras, pero sé profesional y ama lo que haces”. Profesional…claro, porque si quieres una casa, confía en un arquitecto…si quieres justicia, confía en un abogado…si estás enfermo, confía en un médico. Simple no? Pero no es así. Porque las instituciones no funcionan y confiar se vuelve entonces, ciertamente peligroso. En San Pedro diez años atrás alguien jugó a ser psiquiatra, porque era posible. Sólo hacía falta profanar una matrícula, que a un grupo de médicos se les “olvide” investigar el pasado profesional del aspirante, la ausencia total de un poder de policía por parte de un círculo de colegas y finalmente alguien que crea en el concepto de profesionalidad. En cualquier otro país del mundo que esto suceda es bastante inverosímil porque jugar a ser médico recetando medicamentos cuyos efectos pueden causar la muerte es un delito. Claro, en la Argentina también lo es, al menos así dice la ley. Sin embargo, la maraña burocrática de una justicia abismalmente manoseada por los doctores de la ley hicieron en ese entonces, que la condena penal a “la falsa psiquiratra” (1) no le dé tan siquiera tiempo a sentir arrepentimiento o culpa alguna alentándola a estudiar, ahora sí, medicina. Consideramos que el derecho a estudiar no se le debe negar a nadie, incluso a ella. Pero permitir que sus mórbidos recetarios, hoy tal vez legales, vuelvan a dibujar diagnósticos deja la angustiosa sensación de que la condena penal nunca existió. Además, cuando parece que la condena civil a ella y a sus distraídos colegas nunca llegará a posarse sobre la estropeada balanza de la justicia, la irracionalidad nos invade. Diez años…mucho tiempo. Tanto como para que la gente olvide y le dé a la Sra. el privilegio de caminar por las calles de San Pedro. Tanto como para que ella tan siquiera recuerde que diez años atrás, una de sus “pacientes” decidió salir de su juego, con la única opción que vio a su alcance, para ya no regresar…Para mamá todo terminó en el momento en que la angustia y desesperación, causadas por recetas apócrifas, la alejaban cada vez más de la realidad, la privaban de su razón de decisión. Hoy, una sensación indescriptible nos invade a nosotros, sus hijos, convertidos en adultos pensantes y profesionales gracias al recuerdo de una mujer admirable por sus fuerzas y a un padre que le prometió guiarnos y apoyarnos para que lleguemos a valernos por nosotros mismos honestamente. Una sensación que lejos, muy lejos de desaparecer, nos lleva a aferrarnos a la única herramienta que nos da la vida para dar revancha. Una herramienta que a pesar de tener un ritmo lento y viciado, nos empuja a creer y confiar en la JUSTICIA para que ponga fin al juego funesto de una década atrás. Marcos Ariel Tronconi, DNI: 25.816.763. Christian Javier Tronconi, DNI: 27.307.472 Natalia Lucía Tronconi, DNI: 30.433.238. (1) Omitimos el nombre de la presunta profesional porque no deseamos que caiga sobre el dolor de vuestra familia una acción judicial. N. de la R.: El caso al que hacen mención ocupó largas horas de investigación de este medio, pese a que quienes tenían la responsabilidad de tomar la precaución de solicitar el título habilitante a quien ejerció la profesión profanando la salud mental de cientos de pacientes valiéndose de recetas que le eran proporcionadas por una médica amiga, jamás recibió otra condena que la pública. Recibir hoy esta carta ha sido un bálsamo para quienes en aquel momento quedamos en absoluta soledad denunciando uno de los más graves delitos que pueda perpetrar el ser humano para con sus semejantes. Gracias, gracias, por recordarlo con precisión y la omisión del nombre es un modo de protegerlos a Uds. ya que nosotros publicamos con letras de molde y en muchas páginas de este diario la identidad que hoy, aunque parezca mentira, puede disparar acciones judiciales.