Que “haiga” y “estea”
Por Lilí Berardi
Lo peor es mejor” parece ser la consigna para coronar los desaguisados de esta gestión municipal. Desde la propuesta de trabajo gratis para conformar un nuevo gabinete que pregonó Mario Barbieri en la sesión del Concejo Deliberante, al desagradable papelón de la rosca prepotente e insistente con la que se pretende seguir gobernando sobre el gran basural a cielo abierto en que se ha convertido el pueblo, son muchos los que no están dispuestos a no ser indulgentes a la hora de opinar.
No es ese el caso de La Opinión que entiende que el deber del periodista es poner a consideración aquello que considera parte del debate social al que necesariamente ha de darse si se quiere una sociedad mejor.
Nada de planes estructurales ni de convocatoria a los que más saben para resolver los problemas de fondo. Nada de respeto hacia el ciudadano cuando en menos de cuatro horas se pasa de pedir una junta médica para saber en qué estado de salud se encuentra el Intendente a aprobarle una licencia porque renuncia a cobrar el sueldo por unanimidad. Nada de comprender que en un país donde la corrupción y el latrocinio están a la orden del día no es condición para repetir en la Patria chica.
Eso se percibe, se siente y lastima el corazón de los que con memoria recordamos con pelos y señales los antecedentes y prontuarios de quienes pretenden incluso dibujar el mapa de 2015 con #MásDeLoMismo.
“Pa’ que haiga y estea”, como gusta pronunciar el Secretario interino de Desarrollo Humano, que ni siquiera desarrolla su propio lenguaje. El premio a la ignorancia no pasa por su vocabulario, pero es una gran muestra de la degradación cotidiana. Harto antipático escribirlo pero mucho peor es pensarlo y no decirlo.
Ahora que se decide la reducción de la planta política y la designación de un nuevo gabinete, estaba latente la esperanza de un llamado amplio a todas las fuerzas políticas para salir adelante; tal vez como en 2001, el “Comité de crisis” o algo parecido para que el sampedrino vea que alguien anda preocupado por su destino. Pues no; tampoco ahora será posible.
Es cierto que en la misma semana en la que se lamenta una muerte más que se suma a las de las víctimas de la AMIA todo parece mínimo, pero recorramos algunos hitos para ejercitar la neurona y comprender que el atropello local no difiere del nacional.
¿Recuerdan a Gustavo Beliz mostrando la foto de Jaime Stiusso y el “me voy porque aquí hay un nido de víboras”; la denuncia de Cavallo a Yabrán, la “banda de los comisarios” que secuestraba empresarios hasta que Martha Oyanarte se paró en la legislatura y vociferó contra el Presidente Alfonsín? ¿Se acuerdan de Menem y la conexión siria; la “banda de la efedrina” que financió campañas; las causas de Boudou; las coimas en el senado y Pontaquarto? Si quien esto lee tiene menos de 30 años, está autorizado a usar el Google; pero si los supera, está obligado a meditar cuál es el calificativo que utilizaría para no caer en la remanida palabra “corrupción”.
La misma que anida en las almas mezquinas y los cerebros pobres que hoy pretenden hacernos creer que San Pedro estará mejor por cambiar dos o tres nombres y pavonearse en los medios con los “haiga y estea”. En fin, es lo poco que podemos decir cuando la indignación es la que domina el ánimo.