San Pedro está siempre presente en las agendas turísticas de la zona, pero lamentablemente no podemos decir que es una ciudad que emerge con innovaciones dentro de su partido. Hay un desinterés o quizá una incapacidad de darnos cuenta de la importancia de la presencia del río en nuestra zona. Río que en algún momento fue contemplado inmenso, en forma de una gran laguna, desde la costa… Luego vino la mano del hombre y la arruinó. Pero la naturaleza siempre nos regala nuevas oportunidades.
La ciudad de San Pedro es conocida por varios motivos: el campo, el verde, la tranquilidad, pero todo ello termina cuando alcanzamos la orilla del río. Pensar en esta situación como un límite debería dejar de ser una realidad.
Desde los principios de la humanidad los ríos fueron la fuente de vida para muchos pueblos, pero hoy estamos en un mundo completamente diferente, con nuevas soluciones y con otras prioridades, quitándole a los ríos urbanos, en nuestro caso el Paraná, la oportunidad de definir la esencia, el carácter y la personalidad que está ahí, olvidada.
Si bien la calidad de nuestra agua es pésima por factores que exceden a las políticas locales, interpretar sus funciones urbanas y recreativas resulta fundamental. Aunque sólo es una mirada personal, estoy tratando de transmitir un cambio de paradigma en la interpretación de la ciudad, dado que no considero al río como una barrera, sino como parte del espacio público que debería ser intervenido e integrado a la vida de la ciudad y sus habitantes, dado que hoy las islas son parte nuestra.
El difícil acceso a este territorio, incluso para quienes tienen al río como parte de su día a día (casi el 100% de las bajadas para embarcaciones son privadas) y también para otros que quieren transitar la costa, está impedido por uno de los brazos del Paraná, cuando deberíamos estar hablando de un territorio seductor y no repelente. Para ello debe existir un acondicionamiento de las bajadas públicas, la intención de generar una costa municipal, gratuita y segura, la creación de punto de conexión entre la ciudad y territorio isleño. Esto, sin hablar de la generación de plantas de tratamiento de aguas residuales, que es un tema para otra ocasión, necesarias para incorporar oxígeno al agua contaminada. Al igual que el avance del relleno, tanto de iniciativas privadas como públicas, que asesinan la presencia del humedal, tan necesario para evitar inundaciones y que es la casa de una flora y fauna única en la región.
Son pocos los estudiosos en San Pedro que tienen el conocimiento del potencial de nuestra costa y nuestro río, la biodiversidad que en él habita y la mística que esconden las islas.
Quizá no sea un tema de interés general, pero la idea de pensar en que existe un San Pedro escondido, por lo menos a un par de nosotros nos resulta intrigante. ¿Qué pasa en las islas? ¿Por qué no hay controles? ¿Por qué el avance del relleno en lugares que no lo necesitan? ¿Quién controla el cumplimiento de lo concesionado?
En fin, se acerca el verano. Pelopinchos y piletas para algunos, agua podrida para otros.