Portazo
Las constantes demoras de la fiscala Viviana Ramos y su responsabilidad en un cúmulo de causas más que sensibles para la población obliga siempre a recordar la distancia que la separa de la ciudad. Vive en San Nicolás y de hecho su fiscalía debería funcionar allí.
Claro, no es excusa ni mérito cumplir con su obligación en San Pedro y no es un secreto que su esquiva presencia se ha hecho un hábito que pasa desapercibido tanto porque tiene algún personal eficiente que la salva –casi siempre– como por causas o expedientes de menor repercusión. Eso sí, cada vez que hay algo a importante su precario apego al trabajo presencial queda al desnudo.
Sucedió en un sinnúmero de causas y se precipitó el pasado sábado cuando presa de su nerviosismo calificó de “amarillista” el trabajo de quien esto escribe, tras una guardia periodística de un sábado a las once de la noche, como si fuese un deporte o un encuentro social divertido.
No sólo tardó casi tres horas en arribar al escenario del hecho más grave que se haya registrado en materia de falta de preservación y protección de los expedientes que contienen causas por asesinatos, violaciones, comercialización de drogas, abusos, estafa, robo, saqueo, usurpaciones o peleas entre vecinos que terminan con violencia: no se le ocurrió en su breve entrevista hacer alusión a su preocupación por la falta de alarma, cámara de seguridad o custodia para llevar sosiego a una población que soporta que no sólo aumenta su descrédito respecto a la Justicia sino que la convalida cuando agentes judiciales de esas características empañan el trabajo que a destajo realizan sus pares o subordinados.
Tampoco hizo uso de la prudencia, una virtud que sólo poseen aquellos que no se dejan seducir por la vanidad o el poder que ostentan. Esa prudencia que le hubiese permitido no reducir conclusiones a “se llevaron cuatro armas” o dejaron dinero de “baja denominación desparramado” en su despacho. Tal vez esos 20 o 30 pesos sean la única prueba de un asalto con violencia o el producto del botín de un motochorro, el vuelto de una abuela. No lo sé. Pero por los años que este medio acarrea de experiencia esa prudencia residía en indicar que pasarán semanas hasta que puedan detectar la verdadera dimensión o calidad del faltante, si es que lo hay ya que las conjeturas principales están puestas en un mensaje claro que ha dejado quien o quienes hayan accedido por un boquete en el techo con afán de destartalar y confundir pruebas que en muchos casos pueden hacer caer alguna condena. Ningún delincuente de menor monta, salvo que esté drogado o demente, se arriesgaría un sábado por la tarde en pleno centro de la ciudad a trepar al techo y precipitarse en ese lugar sin saber que no hay medidas de seguridad.
Es menester de la prensa, como norma de procedimiento ético, hacerle saber a su entrevistado que se ha opinado de manera adversa a su proceder y darla la oportunidad de responder, aclarar, anunciar, desmentir, replicar abiertamente por el mismo medio y en igual dimensión. Eso fue lo que se hizo, la respuesta fue una calificación, una carátula, una sentencia express: Usted es amarillista. Qué lindo que sería que con la misma rapidez se expida cuando a su despacho llega una denuncia de una víctima.
La fiscala responsable de investigar los delitos que se perpetraron en las oficinas en las que funcionan las dos únicas fiscalías que tiene el partido de San Pedro, le cerró la puerta en la cara a los lectores y oyentes de los medios que funcionan bajo la órbita de La Opinión, es decir a la ciudadanía a la que le debe respuestas y su sueldo.