PIQUETEROS
Por Benito Jose Aldazabal
Estimo necesario aclarar que no reniego de las protestas sociales. Por el contrario, las aliento y las estimo necesarias en los tiempos que vivimos. Pero no siempre que existen “piquetes” existe “protesta social”. Bien se ha dicho:
«De todos los derechos, el primero es el de existir. Por tanto, la primera ley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir; todas las demás leyes están subordinadas a esta ley social.»
(Maximilien Robespierre, 1792)
En manera alguna coincido con el exabrupto del Ministro del Interior Aníbal Fernández cuando dijo que los piqueteros, es decir los desocupados que marchan, cortan rutas y se hacen visibles y sujetos humanos mediante la lucha, son «vagos», y que mejor sería que «vayan a laburar». (sic) El pensamiento no puede estar más claramente expuesto, para este señor: son «vagos», no les gusta trabajar.
Muchos movimientos piqueteros le han dado una respuesta clara: han salido nuevamente a reclamar trabajo genuino y a entregar gustosamente los planes Jefes y Jefas de Hogar a cambio de un puesto de trabajo. La campaña podría llamarse así: «te doy mi plan, me das un trabajo».
Destapando una Argentina desprolija, oculta y molesta para los medios al servicio del poder, los piqueteros irrumpieron en la escena nacional enrostrándole al sistema y a la sociedad la verdadera realidad de la pretendida “modernización y globalización”. Quizá sea por ello que, en poco menos de tres años, los piquetes que cortan las rutas y sus protagonistas los piqueteros , se han transformado de excepción en regla. Las movilizaciones piqueteras han venido ocupando la centralidad de importantes conflictos sociales de los últimos dos años, a través de las cuales sus protagonistas han ido madurando en propuestas, organización y proyección.
En apenas ocho años, las organizaciones de desocupados constituyen uno de los hechos políticos más novedosos e importantes en la Argentina actual. Hegemonizan la protesta social y más allá de sus acciones más visibles -los cortes de calles y rutas- realizan trabajos comunitarios que contribuyen a recrear la trama social de los sectores populares. Estigmatizados y demonizados por el poder económico y político y la prensa de derecha, con un discurso que impacta con fuerza en las clases medias, muestran, con su sola presencia, una sociedad desigual que es incapaz de garantizar los derechos ciudadanos a todos sus integrantes incluyendo a unos y excluyendo a otros.
Aliverti jaquea a los moralistas, y pone en el mismo plano de discusión. Es decir, «si los poderosos pueden cortar el acceso a un plato de comida o a una vivienda digna, ¿cuál es la autoridad moral para impedirles a los desposeídos que corten el tránsito?».
Pero la intención de esta nota no pretende hundir sus raíces en la sociología o política actuales de mi País. Simplemente quiero diferenciar lo que es “protesta social” de “patoteadas sindicales”.
Lo que ha venido haciendo el Sindicato de Camioneros en todo él ámbito nacional pretendiendo “de hecho” modificar el encuadre sindical de un determinado grupo de trabajadores que pertenecen a otro gremio, no es más que eso: “ una patoteada” cuya única “protesta social” es la de los dirigentes sindicales y consiste en “agrandar la caja” de los aportes para ese Sindicato. Mal que nos pese esa es la única realidad que campea en este tema. Y la justicia ha venido a poner coto a esa actitud a través del fallo que se glosa en este periódico dictado por el Señor Juez Federal de San Nicolás Dr. José María Acosta el día 26 de junio del cte. Si tenemos jueces con la suficiente entereza y dignidad para dictar este tipo de sentencias, aún podemos abrigar esperanzas de que el derecho se imponga y venza a la fuerza, y podamos vivir en un país al que nos consideremos honrados de pertenecer.