“Pienso que el Intendente nunca se entero que fui tantas veces a pedir ayuda”
David Castañares tiene 19 años y tras un trágico accidente en 2003 se moviliza en una silla de ruedas. A dos años de haber iniciado gestiones ante el Municipio, decidió acercarse a los medios para contar su historia. Aún no pierde la esperanza de que los funcionarios le respondan si le otorgarán el préstamo que solicitó para poner en marcha una despensa y poder trabajar para solventar sus gastos sin tener que depender de la familia. “Yo les dije que devolvería el dinero en cuotas, pero nunca me respondieron; quiero pensar que el Intendente nunca se enteró que fui tantas veces a pedir ayuda”. Comentó que varios estudios jurídicos se contactaron para que iniciara acciones legales contra la comuna, pero confesó que descartó esa posibilidad porque “no me quiero agarrar de la “cagada” que yo me mandé para pararme de vuelta”.
El sábado David le pidió a su mamá Silvia que lo ayudara a desplazarse con la silla de ruedas hasta la redacción de La Opinión. En realidad había decidido venir antes, pero apenas salió de su casa una de las tantas soldaduras que tiene su silla se resintió y no pudo llegar.
David Castañares tiene 19 años y en Noviembre de 2003 fue protagonista de un accidente en el riacho, del que pudo recuperarse de una manera milagrosa, pero sabe que pese a la rehabilitación no podrá caminar nunca más.
Tras conocer los desalentadores diagnósticos médicos pensó cómo sería su vida en adelante, pero por sobre todas las cosas, qué tipo de trabajo podía encaminar para solventar sus gastos sin tener que depender de su familia. La imprudencia le arrebató poder caminar, pero no la esperanza de superación a pesar de las limitaciones.
El 7 de Marzo de 2005 golpeó la puerta del Secretario de Gobierno, Juan Almada, para solicitar ayuda del Municipio. Ideó construir una despensa en un terreno lindante de la casa donde vive con sus padres Silvia y Edgardo y con su hermano de 17 años. Pero, como los ingresos de su papá, que es albañil, no alcanzaban para montar el comercio, decidió pedirle al Municipio la posibilidad de que le otorgaran un subsidio de 7000 pesos para solventar los costos de los materiales, con la condición de que devolvería ese dinero con las ganancias de las ventas. A dos años de iniciados los trámites, David dice con resignación que no obtuvo respuesta y que por eso pensó en recurrir a los medios de comunicación para que los funcionarios le respondan. Dice que esta es la única forma de poder reinsertarse en el mundo laboral y que pensar en este proyecto lo mantiene de alguna manera alejado de los pensamientos pesimistas que lo persiguen.
El accidente
David no olvidará por el resto de su vida el fatídico 22 de Noviembre de 2003 cuando aceptó la invitación de unos amigos para cruzar el riacho frente al camping Safari. Recuerda que ese día hacía mucho calor y que sin pensar en el peligro que representaba se tiró de un árbol al agua. El desenlace fue terrible. La escasa profundidad hizo que golpeara su cabeza en un durmiente de un embarcadero que no divisó.
Inmediatamente fue trasladado al Hospital en estado crítico y más tarde derivado en una ambulancia de alta complejidad al Hospital San Martín de la Plata donde estuvo internado hasta Febrero de 2004.
Rápidamente su familia y amigos se movilizaron para recaudar dinero para solventar los gastos de su tratamiento, puesto que su familia no contaba con cobertura médica. Recuerda emocionado la multitudinaria peña que se organizó en las instalaciones del Club Banfield, institución donde aún sigue fichado como jugador.
“Cuando nos dijeron cuánto salía la prótesis cervical, mis familiares pensaron en vender todo, pero igual no llegábamos a comprarla. Se consiguió por medio de Cecilio Salazar. Días más tarde finalmente pudieron operarlo, “fue una operación larga, pero que salió bien”, aunque debió afrontar infecciones producto de tantos meses de internación.
Aún recuerda con crudeza el primer parte médico, “lo primero que me dijeron es que no iba a volver a caminar más, que de los hombros para abajo no iba a mover totalmente nada”. No se resignó y de tanto insistir a los médicos comenzó a practicar ejercicios por su cuenta. Hoy, reconoce que gracias a esa fuerza de voluntad puede realizar pequeños movimientos con sus brazos, inclusive comer. “Empecé a agarrar un poco más de movilidad con la ayuda de mi mamá y mi papá y de familiares que iban a visitarme. Me hice pesas con bollitos de papel para tener algo con qué mover y fui recuperando de a poco hasta que me dieron el alta en el Hospital”.
Pero no volvió a su casa, aún lo esperaban largos meses en el Centro Nacional Argentino de Rehabilitación Eva Perón de Núñez, donde estuvo alojado hasta el 31 de Octubre de 2004.
“Fue muy duro todo en ese momento. Pensé en un montón de cosas. Yo quería que me operaran y a los dos o tres días poder dar un paso aunque sea. Yo jugaba al fútbol, trabajaba y estudiaba; era inquieto, no paraba… y de un día para el otro estar acostado, no poder ni sentarme era terrible… De a poco fuimos saliendo y fui logrando un montón de cosas. Me dijeron que no iba a mover nada, que mi silla iba a ser con respaldo con apoya cabeza y que iba a estar atado. Tuve peleas con los médicos porque no me recomendaban utilizar una silla de ruedas común. Porque yo quise, me senté en esta silla y me ataron para que no me cayera. Hoy por lo menos un poco puedo andar…”
El regreso a San Pedro tras largos meses de internación no fue fácil y le costó acostumbrarse a los pasos que le deparaban una nueva vida. “Los primeros días me costó salir, aunque mi familia y mis amigos me empezaron a sacar. Me reinserté rápido y ahora ando por todos lados”.
David, cuenta que dentro de los objetivos que se trazó, sueña con poder retomar los estudios secundarios en la escuela nocturna, que abandonó tras el accidente. Pero dice que no podrá hacerlo hasta tanto no pueda comprar una nueva silla de ruedas, “tiene que ser mejor que la que tengo, con menos soldaduras y no tan rota porque esta no da más”.
Afrontar ese gasto es imposible sin trabajo, así lo expresa este joven de 19 años. El costo de una nueva silla ronda los 6.800 pesos y descarta de plano poder acceder a una silla a batería cuyo monto asciende a los 18.600 pesos, aunque sabe que sería su movilidad ideal para no depender de la familia y amigos para trasladarse.
“El Intendente no me atendió una sola vez”
El 7 de Marzo de 2005, David le pidió a un familiar que lo llevara a la Municipalidad con la intención de hablar con un funcionario para solicitar una ayuda monetaria. Había pensando en montar una despensa al lado de la casa donde vive con sus padres y de esa manera lograr el tan ansiado trabajo que le permita vivir por sus propios medios sin depender de nadie. “El 7 de Marzo pasado hizo dos años que fui. Siempre hablé con el Secretario de Gobierno Juan Almada. Yo quiero poner una despensa y tendría que levantar un local, le dije que necesitaba dinero para los materiales porque tengo amigos y parientes que podrían ayudar en la construcción”, comentó David y se emociona pensando que con este simple emprendimiento podría salir adelante y afrontar, incluso, los gastos de su rehabilitación que tuvo que suspender por no tener los medios económicos.
“Yo les propuse que al tiempo de arrancar y acomodarme, iba a pagar una cuota fija para ir devolviendo el dinero. Automáticamente me dijeron que sí, pero siempre… que hoy, que mañana, que pasado… Siempre pedí hablar con el Intendente y… quisiera pensar que él nunca se enteró que yo fui tantas veces. Me mandaron a hablar tres veces con Marta Perret pero nunca me atendió, siempre estaba ocupada”.
David sigue entusiasmado con la propuesta pese al tiempo que pasó sin una respuesta favorable. “Yo podría encargarme de cobrar a los clientes y tomaría una persona para que pueda atender; estaría generando un puesto de trabajo”.
En su relato se mezcla la bronca y las lágrimas por tanto peregrinaje. “He ido tantas veces a la Municipalidad que…. Yo no quería llegar a esto de venir a los medios y que todos piensen: que quilombero, mirá lo que está haciendo, pero yo he golpeado tantas puertas… en dos años el Intendente no me atendió una sola vez… sinceramente me siento mal. Me siento como que no les importo. Lo único que obtuve de la Municipalidad desde que me accidenté hasta hoy fue un vale de nafta que le dieron a mi familia cuando hubo que llevar los dadores de sangre a Buenos Aires. Yo no quiero que me regalen nada”.
Su mamá Silvia siguió cada detalle del relato y se emocionó al contar que su familia no está acostumbrada a pedir ante las autoridades y que incluso nunca recurrió a esta instancia en momentos donde ni siquiera tenían dinero para comprar los medicamentos. “Somos una familia de trabajo y lo que él quiere es una fuente de trabajo porque los papás no vamos a estar siempre. Nuestra preocupación es que si tenemos la desgracia de que le pase algo al papá por ejemplo o a mí, ¿quién se va a ocupar de él? Tiene una fuerza de voluntad enorme. No sé otra persona en el lugar de él que haría. A él le han dado ropa y ha salido a venderla por las casas, yo lo llevaba”, cuenta Silvia agregando que su hijo hasta vendió duraznos en Zárate para reunir dinero. Estas pequeñas “changas” le permiten a David afrontar los costos de la medicación que volvió a tomar porque no pudo seguir con los esquemas de rehabilitación. “Ahora retomé uno porque al no poder pagar un kinesiólogo que me ayude a hacer rehabilitación, tuve problemas con las piernas porque se me ponen rígidas. Debería ir a algún lugar para hacer gimnasia diaria, aunque la hago solo en mi casa porque no puedo pagar. Yo quiero un emprendimiento para afrontar mis gastos, los vecinos me apoyarían, de eso estoy seguro”.
Pero David insiste en aclarar los motivos por los cuáles decidió llegar hasta La Opinión y que su historia se conozca.“Decidí acercarme acá para ver de alguna manera, aunque sea por vergüenza me atienden o a lo mejor no me atienden más definitivamente. A mi me han venido a ver diferentes abogados que directamente no los quise atender, para que le haga juicio a la Municipalidad por abandono de persona, perjuicio moral y un montón de cosas más. Yo no me quiero agarrar de la cagada que yo me mandé para pararme de vuelta. Yo me mandé la pelotudez de ir a tirarme de un árbol… nadie tiene la culpa, pero a la vez quiero que alguien me de una mano y me ayude”.
“Lo que me pasó no se lo deseo a nadie”
Luego del accidente, David volvió a pasar por el lugar donde se accidentó y en varias oportunidades vio cómo otros chicos se tiraban desde el mismo árbol. Pero se apena cuando observa a jóvenes de su misma edad que no miden el peligro cuando salen a la calle y conducen motos a alta velocidad o se drogan. “Yo vivo en un barrio donde ahora está bastante tranquilo, pero pasó de todo. Yo he visto que se drogan, que están con el porro delante de los chicos, con la bolsa de pegamento y yo jamás lo probé, ni lo quisiera probar. Más que nada me pregunto ¿por qué a mi? Yo no se lo deseo a nadie, sinceramente a nadie. Me gustaría que hubiese algo que pudiera mostrar por dentro lo que se siente para que de alguna manera reaccionen y se den cuenta de que hay otras formas de aprovechar la vida. Venir acá es la última instancia que vi para que alguien me escuche”.