Pichi, mi perro
Me llamo Silvio José Aguilar, escribo esta carta para que sepan que hay personas, si se les puede llamar “personas” a quienes son capaces de cometer actos terriblemente repudiables, que solo una mente enferma puede pensar y cometer.
Contaré lo más breve posible la historia de un perro llamado por nosotros “Pichi”, seguro alguna vez lo habrás visto y no sería raro que hasta te haya acompañado a algún lugar, porque le gustaba hacer eso.
Pichi un día fue traído de la isla y abandonado con dos perros más, lo adoptamos, pero nunca pudimos mantenerlo encerrado, ya que estaba acostumbrado a la libertad. Entonces lo dejábamos que hiciera lo que le gustaba, andar por todos lados. Le deslumbró la ciudad y disfrutaba de cada momento, cosa que nosotros los llamados seres humanos muchas veces no hacemos.
Yo sé y entiendo que a veces molestaba a algún vecino y siempre lo retaba por eso. Y cuando nos veía sin importar dónde nos encontrara, empezaba a ladrar sin parar, pegando saltos, dándonos la bienvenida de una forma exagerada, debía ser la forma que tenía de agradecernos el cariño que le otorgábamos, por el plato de comida de todos los días, las noches en que lo esperábamos para abrirle la puerta, sin importar la hora en que decidiera venir a dormir.
Hoy como todos los días, vengo de trabajar y me encuentro con mi señora y mi suegra llorando; me cuentan que a Pichi hubo que hacerle eutanasia o sacrificarlo, para cortar el sufrimiento inimaginable. Todo porque una persona, (¿personas?) puso dentro de una bolsa comida con vidrio, de una lamparita, bien molido.
Le cuento a la persona que hizo esto y a los que tienen pensar hacerlo, que es una forma horrible de vengarse de un animal, sea cual sea el motivo, no hay razón para ser tan despiadado.
Le cuento que logró lo que quería, una hora y media de sufrimiento, de ahogarse en su propia sangre, de luchar por saber qué le estaba pasando, arrepintiéndose de haber comido algo que le iba a costar la vida, una hora y media preguntándose ¿por qué?
A lo mejor no era para Pichi, pero El y otro perrito del barrio comieron el preparado que le hiciste.
Te tomaste el trabajo de moler el vidrio, de preparar una comida que sabías y te asegurabas de que iban a tener una muerte muy dolorosa, cargada de sufrimiento y agonía.
Yo te pregunto ¿por qué? ¿Por unas bolsas de basura rotas? ¿Por qué alguna vez los ladridos te han despertado? ¿Porque te han mordido alguna vez? No entiendo qué tan terrible es lo que te pueden haber hecho para que hagas algo así. Piensa en lo que merecerías vos, que fuiste conciente de tus actos.
Espero que leas esta carta y sientas en tu garganta lo que sintió Pichi, lo que siente mi familia, lo que siento yo mientras escribo esta carta llorando de sólo pensar lo que lo hiciste sufrir sin entender ¿por qué?
Ojala que esto no se repita nunca jamás, nadie merece semejante crueldad, ni siquiera quien lo hizo y mucho menos nuestros animales, que son de nuestra responsabilidad. Dedicado a mi Pichi.
Silvio José Aguilar