Pensando Lecturas Del Siglo XIX
Mariano Pelliza (1837-1902), era un viejo amigo del poeta José Hernández y escribía en el diario roquista “La Tribuna Nacional”. También colaboraba con Angel Carranza en las biografías de la “Galería de celebridades argentinas”. Hacia el año 1890 era el subsecretario de Relaciones Exteriores del presidente Juárez Celman y frecuentaba el salón literario de la Librería de Mayo —de Carlos Casavalle y el crítico Juan María Gutiérrez— visitado entre otros por Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, Rafael Obligado y Olegario Andrade. Autor de “Córdoba Histórica 1573-1890” del cual sólo hay dos ejemplares, uno está en la Biblioteca Nacional y el otro, ahora, está en venta a un precio que nadie quiere revelar. Lo cierto es que se trata (aparentemente) del libro más caro hecho en la Argentina del siglo XIX porque toda la edición —2.000 ejemplares— fue quemada en la revolución de 1890 que derrocó al presidente Miguel Juárez Celman y de la que nacería el Partido Radical. “Córdoba Histórica” cuenta la historia de la provincia y abunda en biografías y datos estadísticos.1
En la Biblioteca Popular Rafael Obligado tenemos no esta obra, pero sí un ejemplar de “EL ARGENTINO”: un texto de lectura elaborado por el autor e impreso por Igon Hermanos Editores en el año 1885, que era entregado a las escuelas por el Consejo General de Educación de la Provincia de Buenos Aires.
El que tenemos fue recibido en la Escuela Nº9 el 1º de Junio de 1896. Esta Escuela se encontraba en los suburbios en el año 1895 y fue trasladado, años más tarde, al Paraje de Las Flores.2
De cualquier texto siempre es útil hacer una lectura concienzuda del prefacio, preliminar, o proemio, como en el caso se llama, para conocer la intención del autor, texto éste que integra la obra, pero a su vez versa sobre el texto aunque, bien puede ser tomado como meta-texto o pre-texto, pero siempre resulta una explicación del porqué del libro.
Aquí el proemio3 nos dice:
“En las escuelas de la República no hay adoptado ningún libro que, sirviendo de texto de lectura, describa los hechos del pasado unidos al espectáculo del presente, á fin de que se grabe en la memoria de los niños el recuerdo de la época en que se forman.
Con el propósito de llenar este vacío, he preparado el texto que sigue, reseñando brevemente los acontecimientos más notables de la historia patria, juntados, como el medio más eficaz de iniciar á los jóvenes en el estudio y observación de su propio país.
Teniendo en cuenta la conveniencia de los mismos educandos, he incluído algunas composiciones poéticas á fin de ejercitarles en la lectura del verso, generalmente muy descuidada en los establecimientos de educación, no obstante su reconocida importancia para formar el gusto literario indispensable en una sociedad tan ilustrada como la Argentina.
Las deficiencias que pudieran notarse en esta primera edición, serán oportunamente salvadas, siguiendo los consejos de la buena crítica.”4
Acá Mariano Pelliza nos deja muchísima tela para cortar. Un poco con ingenio, algo con inteligencia, bastante de contradicción, y mucho respecto a que la belleza no siempre es clara, lo cual podría ir en contra del texto, pero lejos de ello, nos da la clave para descrifrarlo y nos estampilla una crítica feroz, que aun merecemos, a pasos del bicentenario.
Ensayo un análisis por párrafos:
En el primero, nos revela la presencia de la ausencia, describe su tiempo y su intención primera. No hay “libro de lectura” en las escuelas, el presente es un espectáculo (La Generación del 80 – El discurso de la modernización: orden y progreso5), y al decir “á fin de que se grabe en la memoria de los niños el recuerdo de la época en que se forman” exhibe que no siempre fue tenido por cierto el aforismo “todo tiempo pasado fue mejor”, muestra, por el contrario, la convicción íntima en el progreso y el auge de una Nación que se sentía crecer.
En el segundo párrafo, elige a la Historia Patria para dar contenido al “libro de lectura”. Y confiesa “he preparado un texto”, es decir, que legítimamente nos dice que él ha decidido cuáles son a su juicio, y serán para quienes lean en forma acrítica, “los acontecimientos más notables de la historia patria”.
En el párrafo tercero, nos dice el autor, que incluye a la poesía porque inculca el “gusto literario”, “generalmente muy descuidada” en “una sociedad tan ilustrada como la Argentina”.
Y la contradicción nos deja estupefactos.
Si la sociedad argentina es tan ilustrada, puede que generalmente se haya descuidado a la poesía, tan importante para formar el gusto literario?
Sí, porque Mariano Pelliza indica que la poesía está “…muy descuidada en los establecimientos de educación…”. Pero si la Ley Nº 1420 de Educación Común es del 8 de Julio de 1884, cómo pudo estar tan descuidada la enseñanza de la poesía?(!). Por una -habrá otras- sencilla razón, y estriba en la mirada de Pelliza: de cara a Europa, donde se sostenía (no sin razón) que la poesía contribuía en mucho al gusto literario. Amén esto, existían muchos Salones Literarios en Buenos Aires en los cuales se recitaba y declamaba poesía. Pero parece que en la escuela no.
Finalmente, el cuarto párrafo, nos deja a todos más tranquilos, si hubiere errores, se salvarán siguiendo los consejos de “la buena crítica”. Qué mejor que corregir o poder hacerlo! Una enseñanza que aun nos cuesta a los argentinos. Y un distingo: buena y mala crítica. Criticar no es esencialmente malo o perverso, el punto de la crítica, para ser buena –sostengo-, es la contribución que añade a lo que se critica en términos de construcción. Es decir, la “buena crítica”, parece ser, o podría ser –haciéndome cargo del razonamiento-, la que profundiza el conocimiento cabal de lo que sea que se proponga: una obra, un discurso, un texto o una acción.
Así, luego de una breve recorrida por el prólogo de este libro, Mariano Pelliza nos ha legado grandes cosas: su visión, la del tiempo en que vivía, su intención, la confesión de cómo estaba constituida su intelectualidad, y la consagración del leer como un elemento indispensable para constituirse personalmente, para salir del individuo hacia la persona, para hacer uso de la sofisticada máquina que ninguna tecnología podrá superar jamás porque sólo requiere voluntad para ponerla en marcha: la lectura. Y me permito sumar un presagio terrible que nos llega de la remota antigüedad: El hombre es la medida de todas las cosas.6
No admitiendo dogmatismos, entonces, habrá que ver qué construye cada uno con su cada quién para incluirse en un mundo del que cada día reclamamos más y nos ocupamos menos, dejándoles todo el trabajo a otros, que después se autodenominan “de elite” y los criticamos todos?
Será una crítica buena o mala? Por lo pronto, el libro que empezó todo esto está en la Biblioteca Popular Rafael Obligado. Venga, seguro que buena parte de ella le dará la razón a Ud.
Facundo Vellón
Presidente
Biblioteca Popular Rafael Obligado
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1.- “La increíble historia del libro argentino más caro del siglo XIX”; CLARÍN; 19/08/2005.-
2.- Tomado de “HISTORIA DOCUMENTAL DE SAN PEDRO – Del Pueblo a la Ciudad 1854-1907” Tomo III, Piccagli, Américo Enrique; Págs. 480/482. Ver anécdota imperdible protagonizada por A. Maino.
3.- Proemio: Prólogo, discurso antepuesto al cuerpo de un libro.
4.- Textual del original; EL ARGENTINO (texto de lectura); Mariano A. Pelliza; Igon Hermanos Editores; 1885; Buenos Aires; 2º edición. Nótese el uso del tilde en la preposición “a” que ya está en desuso.
5.- OSZLAK Oscar: La formación del estado argentino, Buenos Aires, Ed. Belgrano, 1988; entre muchos otros.
6.- Protágoras de Abdera; 481 a.c.-?; Protágoras nació en Abdera, luego se instaló en Atenas, entablando amistad con Pericles, ciudad en la que alcanzó un elevado protagonismo. Acusado de impiedad, probablemente de ateísmo y/o blasfemia, por haber afirmado en su libro “Sobre los dioses” que no es posible saber si los dioses existen ni cuál es su forma o naturaleza, se vio obligado a abandonar Atenas refugiándose al parecer en Sicilia. Protágoras defendía el relativismo y el convencionalismo de las normas, costumbres y creencias del hombre. Es su tesis más conocida y que queda reflejada en la frase “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”, uno de los fragmentos que se conservan de su obra.