Papel Prensa Juicio, castigo y verdad
Mientras los representantes privados y del Estado “descubren” que en San Pedro hay una fábrica con más de 500 trabajadores y la Comisión Investigadora se apresta a presentar el informe sobre la historia del traspaso de acciones a manos de Clarín, La Nación y La Razón, nadie se pregunta por qué en 30 años no se discutió el coloso del papel, que también es el coloso del silencio.
Tras 30 años de creciente posición dominante en el mercado de la fabricación y distribución de papel para diarios, el Estado Nacional intenta instalar la idea de una gestión transparente para Papel Prensa.
La planta que se comporta como si fuese extranjera en su propio territorio, responde con métodos de antaño y pésimas estrategias a los caprichos con los que el Secretario de Comercio Interior la distrae en el marco de su mentada batalla “contra los monopolios”, mientras construye los propios amedrentando a medios y periodistas que osen cuestionar cualquiera de sus decisiones.
En ese escenario aquella magnífica gesta ciudadana que dotó de horizontes ciertos a un proletariado excluido de un trabajo estable, se ve como un punto minúsculo aún desde quienes desde su rol de vecinos deberían expedirse con claridad respecto del futuro de la mayor generadora de mano de obra local y dinamizadora de una economía estable.
Una foto con la presidenta y varias visitas inesperadas cambiaron el rumbo de la opinión pública e hicieron mutar las flojas convicciones de quienes ven en esa batalla un simple lugar de posicionamiento para sus aspiraciones políticas. Los representantes del pueblo no conocen ni las características del producto que se comercializa, no se preocupan por la contaminación y en algunos casos hasta se dan el lujo de ver esta partida con cierta fruición porque alguna vez pidieron plata para la campaña y no la obtuvieron como tampoco recibieron las caricias que Clarín y La Nación suelen hacerle a quienes eligen como candidatos a Presidente.
Aunque parezca mentira, y quienes tienen menos de 30 años vean esta historia como una “reparación histórica”, lo cierto es que ni el Centro de Comercio e INDUSTRIA quiere dar señales de existencia como es su costumbre ante cada situación que requiere de su representación.
Lamentablemente, los únicos que se expidieron fueron los miembros de la Sociedad Rural, quienes hablaron de “engaños a los trabajadores y acciones políticas dentro de una planta que sólo debería producir y no ser un eje de varias campañas orquestadas desde el imperio K”, haciéndole un flaco favor y contribuyendo aún más a la confusión reduccionista de ver una cuestión estratégica como un piquete más.
Esta semana la Presidenta recibirá el informe “Papel Prensa, la verdad” y los sampedrinos tendremos que enterarnos de lo que a criterio de los investigadores sucedió ante nuestras narices sin que se haya hecho una sola rueda indagatoria entre personas que participaron de la gestión e instalación de la planta en nuestra ciudad.
Como mínimo, suena raro que a nadie bien intencionado le interese saber qué tienen para aportar los miles de ciudadanos que recibieron en pleno gobierno de Juan Domingo Perón la esperanza de mutar desde la informalidad de la fruticultura al progreso de contar con una obra social y un salario para emprender la escalada en la pirámide social hasta llegar a concretar el sueño de hacer de sus hijos estudiantes universitarios.
Hasta el momento, ninguno de los actores ni los documentos que celosamente guardaba la CGT local fueron requeridos para la investigación que pretende dar el último empujón a Clarín hacia el precipicio y dominar a La Nación de manera más elegante.
Hipócritas y caraduras
En una combinación letal para cualquiera que aún conserve una pequeña dosis de sentido común, la hipocresía y la caradurez se han tomado de la mano. En los últimos seis meses los empleados de la fábrica han recibido más visitas que en un sepelio de personaje famoso. Además de los accionistas privados que en ronda de consultas con dirigentes y referentes de la ciudad se sorprendieron ante la escasa visión empresaria, llegaron los popes de la justicia por mano propia: Guillermo Moreno y sus delfines para ponerse el casco y posar para la foto hablando de inversiones que hacen falta para no exportar papel de diario. Parecen haber olvidado que aún vivimos en estado de derecho y que la ley habilita al estado para expropiar o intervenir en caso de prácticas monopólicas.
Moreno usa a los medios del interior para justificar en nombre de la “libertad de expresión” sus tropelías en reuniones de Directorio donde bien se podría hacer desfilar a TODOS los representantes del Estado de todos los gobiernos que no cumplieron con su rol de controlar y cuidar los intereses de los argentinos.
Se escuda en la posición minoritaria para dejar fuera de juego a las decenas de hombres que usaron las oficinas capitalinas en representación de cada gobierno para mirar hacia otro lado mientras Clarín y La Nación aplicaban sus políticas de distribución de papel y de precios arbitrariamente.
En cuanto al traspaso accionario, todos merecemos saber la verdad y del mismo modo en que se ha procedido con los genocidas no estará mal que si el negocio se concretó bajo torturas y coacción quienes participaron del mismo esperen el final de sus vidas tras las rejas.
La estrategia mediática ha dado muy buenos resultados y las bravuconadas resultan hasta simpáticas para la opinión pública que, sin vivir en San Pedro, entiende que estamos ante la madre de las batallas “por un nuevo modelo en la gestión del Estado”.
Estos mismos actores arrimaron bien las sillas en tiempos de necesidad política y no dudarán en hacerlo nuevamente si el poder y el dinero coinciden nuevamente en transformarse en el valor supremo.
El miedo ha calado tan hondo que hasta los medios locales hemos caído en la pasiva cobardía de abandonar nuestro rol de custodios de una investigación que nos pertenece y cuyos resultados tenemos derecho a conocer.
La dilación y el escarnio
Es cierto que Papel Prensa construyó su muralla de manera eficaz y artera. Es verdad que su relación con la comunidad se reduce ahora a la entrega de “el campito de Salta y Novillo” como trofeo para las paupérrimas conductas de nuestra dirigencia, como si con un barrio y una escuela se pueda saldar la falta de estrategias institucionales que la posicionen como una industria querida y protegida por su gente por el solo hecho de pagar salarios dignos, en blanco y representar un horizonte cierto para revalorizar la cultura del trabajo. Pero ello no es suficiente argumento para eludir las cuestiones centrales que merece discutir un gobierno que se precia de progresista y usa métodos propios de una brigada fundamentalista y feroz.
Quien con fanatismo deduzca que esto que se escribe favorece a unos o a otros como si no hubiese caminos alternativos para salvaguardar todos los intereses, pondrá nuevamente en marcha la dilación y el escarnio para los periodistas que pensamos que no necesitamos ni de Clarín, ni de La Nación, ni de Papel Prensa y mucho menos del Gobierno para expresarnos con valentía.
Las balas nos siguen apuntando a los pies, aunque son varios los que desearían un eficaz disparo en la nuca. Hay que avisarles que aún no lograron comprar todo y que algunas cosas aunque quieran comprarlas no tienen precio. Al menos, mientras estemos vivos y nuestro capital siga siendo la solvente credibilidad con la que resistimos nuestros archivos.
Con sólo haber visto la actitud de Moreno abrazando a los trabajadores de una planta a la que investiga pero no conoce, es suficiente como para exigir que con el mismo tesón haga desfilar por los tribunales a todos y cada uno de los representantes del Estado que han dilapidado el patrimonio público y descuidado el control de la administración en detrimento de una sociedad que necesita mayor pluralidad para informarse y garantías sobre el funcionamiento de sus instituciones.
No se es más o menos kirchnerista en función de Papel Prensa, se es más y mejor ciudadano cuando se apunta al centro de la cuestión.
Al traspaso de acciones: justicia, verdad y reparación del daño causado.
A las irregularidades en la administración: juicios y devolución del dinero para todos los representantes del Estado que integraron alguna vez el Directorio.
A los ciudadanos: respeto por los derechos, memoria, institucionalidad y un cartel de alerta gigantesco para no caer en una trampa que puede terminar como el Canal Don Pablo, tapando con sedimentos una laguna natural porque los pescadores debían recorrer más kilómetros en sus canoas para traer los frutos de la pesca y trazaron en línea recta un surco que la naturaleza no había previsto. San Pedro caminará sobre el sedimento hasta el Paraná por no haber buscado alternativas. Parece una parábola. Lo es.