Ok, me ekiboké
La torpeza se inscribe a veces en la puerta de acceso a la corrupción. La ansiedad en un tropiezo y la pedantería es como el vaso de Tántalo: horada con una gota por minuto el único sector del cráneo que no puede resistir su peso.
Gota a gota y con matices que mutan entre el zafarrancho y la burrada, se festejan los logros, los avances y las obras que se hacen con lo que se dejó de robar o se financian con lo que el pueblo va a pagar. “La plata es la misma”, dijo un vecino que el domingo limpiaba su camioneta sobre la calle 24 de Febrero. Se trata de una cuadra que será ensanchada para dar paso a un nuevo acceso a la ciudad por Oliveira Cézar. El hombre, sin conocer a fondo los mecanismos que le permitirán pagar en cuotas de 600 pesos el pavimento que llega a su barrio, preguntó de dónde salía la plata, “porque me dijeron que llegaron muchos millones y que no tenemos por qué pagar”. Como la gran mayoría de los sampedrinos, desconoce sus derechos y también sus obligaciones. La breve charla le sirvió para tener razón: provenga de dónde provenga el dinero, es plata de la gente.
De nada le sirve una explicación más rigurosa que señale el cúmulo de macanas que acumulan o por ingenuidad o por conveniencia quienes administran el dinero público. Ni la Coopser ni la Municipalidad pudieron satisfacer con datos e información cómo se dispusieron los más de 5 millones de pesos que los socios y contribuyentes tienen ahorrados mediante el Fondo de Obras Públicas Comunitarias.
Como no hay control opositor y mucho menos ganas de trabajar del oficialismo en el Concejo Deliberante, todo está permitido. Tomar la obra diseñada y presupuestada durante la gestión anterior a Salazar, presentarla para obtener financiación del Fondo de Infraestructura Municipal, generar los recursos y el anticipo para contratar de manera directa a la Coopser, que a su vez ya había contratado a la empresa Metabasa, cuyo obrador fue montado en los terrenos de la explanta depuradora y minimizar la declaración de “interés público y pago obligatorio” que garantiza la legalidad de lo que se le exige a los frentistas es solo una parte de la novela que lleva varios capítulos en la rapidísima Secretaría de Obras Públicas, Infraestructura y Planeamento. Tan rápida y eficaz, que en el tipeo de expedientes Oliveira Cézar es “CéSar” y Rómulo Naón, “NEón”.
“No importa”, es un detalle menor que ilustra el mayor porque cuando se les consulta dicen “Me Ekiboké”, con serios problemas de dicción.
En ese rubro de las equivocaciones también está el decreto que bajo el número 409 de 2017 autoriza la contratación de las obras sin la correspondencia del porcentaje de adhesiones de frentista al momento de su firma. Allí también se anotan los que “notificaron” sembrando temor a los vecinos para que rubriquen con urgencia algo que ya se había puesto en marcha. En la lista de tantos apuros también está la descripción de las tareas que en seis millones contemplan un millón de pesos para “imprevistos”. El expediente entero es una fiesta para cuervos y un regocijo para pudientes. Los vecinos que habitan el barrio pagarán inexorablemente. Los que especulan con sus terrenos para loteos o aguardan las moratorias contarán con algún letrado que los salve de sus deudas y aproveche los resquicios que estos representantes poco cuidadosos.
“No es tarea del Concejo Deliberante tener las actas, el cuerpo no está informado de la actividad de la comisión, no hay copias y los fondos no son resorte nuestro”, respondieron desde el poder legislativo local, en el que cada concejal le cuesta al pueblo 41.000 pesos por mes de básico. Uno de ellos levantó la mano y dijo: “Voy a hacer un pedido de informes”, una especie de carcajada adestiempo para un representante cuyo mandato vence en diciembre y necesita renovar.
En el Gobierno cuesta entender que a la alegría por las obras que nos cambian la vida hay que sumarles administración, legalidad y transparencia. Por ahora todo es color de rosa o de verde, pero cuando alguien empiece a controlar la tarea de quienes se proclamaron como abanderados de la ética comprenderán que su mejor ventaja es que nunca y ni por casualidad aparezca alguien que pregunte, crucifique y sentencie como lo hicieron ellos con las gestiones anteriores.
Si sólo fuese esa desprolijidad para seguir en buenas relaciones con una Cooperativa que se comporta de manera más salvaje que una multinacional a la hora de calcular sus costos, sería tolerable; pero hay muchas más ekibokasiones.
Son pocos los que saben, salvo alguna exconcejala memoriosa, que los honorarios que la cooperativa percibe mensualmente para “mirar” o “administrar” los ahorros de sus asociados superan los 50.000 pesos. De ayuda mutua y esfuerzo solidario, nada.
Hace 15 días los vecinos advirtieron que Coopser y Municipio equivocaron la traza y emplazamiento de cañerías a lo largo de dos cuadras en el barrio Obrero. “Un error podemos cometer”, indicaron después de desenterrar los caños y emparejar la calle.
El viernes, otro detallecito en un decreto sin fundamentos ni antecedentes otorgó becas a estudiantes sin concurso ni llamado alguno. “Había dos nombres que ya los reemplazamos”, dijo la Directora de Educación Municipal Mariana Fucci respecto a los diez seleccionados para recibir una ayuda necesaria y tal vez imprescindible para continuar sus estudios, cuyos nombres y apellidos aparecen o desaparecen según averigüen a último momento. Dos de las beneficiarias no eran ya estudiantes y por ello “las calmaron” cuando reclamaron los 30.000 pesos que les corresponden para el año en curso a cada uno de los designados.
Y con equivocaciones se quitaron bonificaciones y horas extras que luego se reconocieron sin chistar. Sin concurso se nombraron profesionales en áreas estratégicas y con el sólo mérito de ser familiares o allegados. Y con discrecionalidad asombrosa aparecen contratos hasta de conspicuos militantes kirchneristas como señal de pluralidad de bolsillos.
El fin de semana la estructura del nuevo jardín que se construye en la excancha de Banfield despareció. Tras la consulta sobre el “desmonte”, hablaron de “replanteo y adecuaciones” que no estaban previstas en los planos. Bastante difícil, pero… ekibokado al fin.
No se sabe si fue ekibokasión encomendar a proveedores la confección de facturas por mayor monto para estructuras que fueron fabricadas en San Pedro. Tal vez un abuso por parte del hombre que acompañó la campaña con sus trabajos de herrero y contrató a varios punteros empleados para diseñar hasta juegos de plaza que tenían un costo bastante menor al que se ha pagado a una empresa rosarina. Claro, no tenían flores de plástico pero estaban hechos de manera artesanal, y de hecho parte de ellos estuvieron emplazados en el CIC.
Para una mirada tan atenta como la de La Opinión, la reiteración de ekibokasiones implica nuevamente no ceder a la tentación de sentirse cerca del poder. La sociedad ya ha pagado demasiadas fiestas como para contentarse con lo inmediato y no medir consecuencias.
Los que tienen memoria saben que a la soberbia le puede ganar la verdad sólo momentáneamente y que pese a esa morisqueta inquieta que se repite en las oficinas de casi todos los rincones del poder cuando llega una pregunta que incomoda, el tiempo pasa y pone en orden los pensamientos.